Siempre que podemos, intentamos reseñaros un tipo de películas diferentes, poco convencionales, independientes, etc. por varios motivos: suele ser un cine lleno de valores y con una estética visual muy distinta de la que estamos acostumbrados. Por eso, cuando nos llegó la invitación para acudir al pase de prensa de El niño y el mundo no quisimos perder la oportunidad.
Esta película brasileña cuenta la historia de un niño que decide viajar a la ciudad en búsqueda de su padre, un trabajador que ha tenido que emigrar del campo a la gran metrópolis. En su búsqueda, el pequeño recorrerá los campos de trabajo de algodón y las fábricas de construcción de tejidos, descubriendo un mundo evolucionado que, no lo es tanto desde los ojos de un niño.
El niño y el mundo es una película de denuncia social pero, no por ello, es exclusiva para público adulto. Los niños, a diario, absorben multitud de noticias poco agradables que ocurren en el mundo y, en este filme, conocerán una parte amarga del mismo, pero de una manera poética, lírica y un poco más agradable. El propio director, Alê Abreu, nos lo dice: »Asocio la infancia a la ingennuidad, a los sueños, a la libertad. Como todos los niños, el protagonista de esta historia cree que todo es posible». Y, es que, nuestro pequeño protagonista descubre con ingenuidad una ciudad avanzada, que no encaja con su anterior vida rural: explotación laboral, mecanicismo de la industria y del trabajo, viviendas precarias, etc.
Estamos, sin ninguna duda, ante una película cuidada hasta el más mínimo detalle. Toda su simbología y temática se encuentra plasmada en pequeñas percepciones como el color de las notas de música que aparecen en pantalla. Y, hablando de música, no podemos dejar pasar este elemento que tiene una importante tarea: mostrarnos el punto de vista y sentimientos de nuestro pequeño protagonista. De esta manera, en la zona rural, la música es alegre, divertida, distendida; en cambio, cuando nos acercamos a la ciudad, la melodía toma un marcado ritmo militar, triste y serio.
La estética visual es precisa, preciosa y, como hemos dicho antes, muy cuidada. Lo que sobra, directamente no aparece. Es por esto último que las acciones parten de una página en blanco a la que se le van añadiendo colores y formas, un bonito símil a lo que puede ser la mente de un niño pequeño.
El niño y el mundo es un película diferente que, a pesar de la temática que trata, gracias a la inocente mirada del personaje, transmite paz y tranquilidad en todo momento. Por eso, os recomendamos que os dejéis caer por el cine y disfrutéis de una película tan necesaria como real.