Desde hace algo más de dos domingos, día en que se publicaba en El Mundo este artículo en el que se hablaba de la lucha entre distintos tipos de maternidad, estoy dando vueltas a escribir este artículo y contaros mis impresiones no tanto por contarlas (que al fin y al cabo, a quién le importan más que a mí) sino por saber si las compartís. Así que después de darlo vueltas… me lanzo, aunque suponga meterme en un charco de muchos colores. Comenzamos…
Para empezar, debo decir que el artículo en cuestión me parece magistral, aunque excesivamente largo (incluidas las ilustraciones que le dan un toque de gran personalidad) porque es capaz de resumir de forma amena un montón de posturas. Exacto, resumir. Por eso, si alguna de las posturas os interesa mucho como para tomar partido, creo que lo mejor es que sigáis informándoos, pero es imposible escribir un artículo de estas características con más detalles sin convertirlo en una tesis doctoral.
¿De verdad hay madres buenas y malas?
Como se deja claro en el artículo, hay una postura teórica frente a la maternidad que se asocia a las «buenas madres» que está más cercana a la maternidad de antaño en la que la madre se dedicaba plenamente a sus hijos (organiza fiestas, publica en instagram cosas bonitas y se informa leyendo cientos de libros sobre alimentación e inteligencia emocional, por poner dos ejemplos) y la segunda, la de las malas madres, que no «malasmadres», todo junto, porque ese término es único del Club de Malasmadres y ahí hablamos de activismo, de pasar a la acción, de denuncia social, de conciliación (bravo por ellas, ¡os necesitamos!) y no solo de cómo afrontar el día a día con tus hijos. Pero, por otro lado, ¿estas denominadas «malas madres», no leen esos libros, no se preocupan por esos temas o simplemente no dedican todas las horas de su día a estar con sus hijos en cuerpo y alma? ¿Qué es eso exactamente? Preguntad porque seguro que todas las madres se siente (nos sentimos) malas en muchos, muchos momentos. Y ahí, en esa debilidad, en esa duda constante, reside la lucha que, desde mi punto de vista, es únicamente una lucha interna.
Todas las madres queremos ser las mejores, cuidar a nuestros hijos con matrícula de honor, pero tenemos lagunas, dudas… ¿quién nos las tiene?
Si hay una certeza es que todo el mundo opina, por supuesto, sobre la maternidad. Pero es como dice siempre mi tía Jaco: «medio mundo habla del otro medio». Sobre la maternidad y todas las cosas. Es como cuando se habla de un presentador de la tele. Todos vemos programas, todos sabemos cómo hay que hacerlo, pero ninguno de los que opinamos nos hemos formado para ser presentadores ni nos hemos puesto delante de una cámara.
Con la maternidad es lo mismo: todos tenemos niños, o los tenemos niños cerca, por eso todos podemos opinar. Pero solo una madre tiene ese niño y eso es lo importante. Cada niño en cuestión porque cada niño, como sabéis, es único y diferente a todos los demás.
Personalmente, me quedó claro a los pocos meses de nacer mi hija, en su primera navidad. La niña lloraba en plena comida y no sabíamos porqué. Cada mujer de la familia sentada a la mesa (¡curioso que los padres nunca opinen!) tenía una idea distinta de cuál era el motivo pero lo cierto es que solo yo, su madre, lo sabía. ¿Por qué? Porque yo era quien había estado con la niña las últimas horas (días, semanas, meses…) y sabía cuándo había comido y cómo, cuándo le había cambiado el pañal, cuánto había dormido y la calidad de ese sueño… Con los bebés, es un constante ensayo-error. No importa cuánto sepas de bebés ni cuántos hayas cuidado. A veces aciertas, a veces no. Mi máxima (avísame si no la compartes): si no aportas, cállate. Pero lo hacemos porque creemos ayudar y, en el caso de la familia, porque ese bebé les importa demasiado para estar callados.
Me diréis que sí, que los desconocidos también opinan: a estos, ignoradlos. Me ha ocurrido varias veces por la calle eso de ir con la bebé en el carrito y que se acerque una mujer mayor y la arropara o desarropara según considerase en ese momento. Personas completamente desconocidas.
La primera vez me quedé perpleja y no dije nada. La segunda me enfadé y solté un feroz «no toque a mi hija» y la siguiente di las gracias y volví a desarropar a mi niña cuando la perdí de vista porque al final pensé que daba igual. A esas personas les da igual lo que opine yo porque están de vuelta, ya han opinado tanto que les han dicho de todo. No voy a aportar nada nuevo así que mejor no decir nada. Por otro lado, también a veces en la compra me he cruzado con desconocidas que han alabado (o criticado) mi ropa o mi selección de pescado sin preguntarles. Lo que os digo, están de vuelta. Dicen lo que les apetece y… tampoco es para tanto.
El entorno más cercano: el más duro
Para mí, las únicas opiniones que importan son las de las personas de mi entorno más cercano porque son las que me hacen dudar. Las opiniones más duras, como me decía hace unos días Carlos Honorato, de Aquí no hay Playa, hace unos días. «El entorno cercano es brutal«, comentaba. Y lo es, sobre todo porque sus opiniones son las que de verdad nos hacen dudar… Con nuestros hijos queremos hacerlo todo bien, no podemos permitirnos errores, por eso todo parece abierto a debate. Pero tomándonos las cosas con calma y naturalidad, cada madre puede ser buena o mala según el rato. Puedes ser buena antes de acostarte si lo haces leyendo un libro sobre neuropsicología infantil y levantarte siendo mala porque te estás yendo al trabajo y dejando al bebé de 4 meses en la guarde. Pero no, no lo eres, lo sientes. Ya está, misión cumplida, la lucha te ha calado y tu misma te catalogas.
Queridas mías, todas las madres somos buenas. Todas cuidamos bien de nuestros hijos la mayor parte del tiempo. Y las veces que no, lo estamos intentando con tenacidad con las mejores herramientas que tenemos. Si estáis de acuerdo, estáis en mi club y sospecho que en el de todas.
¿La lucha está realmente en la calle o en nuestra cabeza?
Desde mi punto de vista, a la gente le da igual cómo los demás cuiden a sus hijos (siempre que no haya maltrato, evidentemente). Opinarán según su experiencia, pero lo que veo en el parque, en el cole, en los teatros es que los padres somos bastante solidarios con otros padres. Intentamos no meternos y guardarnos nuestra opinión y, si la damos, lo hacemos intentando ayudar, de buena fe. Puede que sea una opinión no solicitada pero nunca la he percibido como maliciosa (aunque a vece siente como una patada en el c…)
Recuerdo en el parque, varias veces, que mi hija pedía agua y yo había olvidado la botella en casa. Me sentía fatal, me recriminaba internamente, con dureza, por olvidar algo tan básico… otras madres me ofrecían agua para la niña, les daba las gracias y pensaba «mira, a ellas no se les olvida», pero aunque una parte de mí quería creer que lo hacían «por darme en las narices», para demostrarme que eran mejores madres que yo, la razón me obligaba a agradecerles el gesto y darles las gracias, con sinceridad. Y realmente, ¿no has intentado tu echar una mano a alguna madre que ha olvidado algo importante: agua, toallitas, pañales…? ¿Realmente lo has hecho para fastidiarle? Estoy 200% segura de que no.
La lucha mediática
Y dicho esto… ¿porqué tanta lucha? En la vida real, tengo que admitir (basándome en mi experiencia) que no hay tal lucha, que hay más bien compañerismo, colegueo… Pero si hablamos de redes sociales… lo tengo claro. La lucha está viva o se intenta avivar constantemente. ¿Por qué? Porque da visitas, interacciones, viralidad… porque nos gusta leer sobre el tema. Pero, sinceramente, creo que la lucha se está inventando, no es real.
Lo he visto muy claro con los numerosos artículos que afirman que las madres que han tenido a sus bebés por cesárea son igual de madres que las que los han tenido por parto natural. Artículos siempre con muchos comentarios en redes, todos iguales: obvio que lo son y lo sienten igual. Obvio que el cómo nace un niño no te hace más o menos madre, igual que no lo hace que tengas un hijo adoptado o biológico. Vamos, que no hay nada que decir, que el titular es vacío y absurdo de partida. Que no hay debate.
Hablamos de Samantha Villar y de que se vuelve loca con sus hijos algunas veces o de que pierde calidad de vida. Sí, nos ha pasado a todos. Lo que no todos hacen es decirlo en alto y con esas palabras, pero vamos, que tampoco veo el debate. Pierdes calidad de vida y cambias de vida, ganas en otras cosas. Si Samantha matizara (en un titular no se puede hacer) seguro que diría lo mismo que la buena madre que critica sus palabras, pero poniendo primero lo negativo y después lo positivo y no al contrario. Y sí, claro que puedes decirle a Samantha eso de «pues no haberlos tenido», pero eso no tiene que ver con lo que piense por el camino ni hace que se arrepienta. Lo dice y apechuga, como todos. Samantha dice «he perdido calidad de vida, pero los quiero con locura» y una buena madre entregada (hablo de una madre estereotipo) dice «los quiero con locura aunque claro que puedo ocuparme menos de mí misma». A+B es lo mismo que B+A.
Vamos, que desde mi punto de vista, el debate es mediático. Ahora sí, lo que hay que trabajar es todo lo que rodea la maternidad, las políticas de conciliación (en el plano político-económico), la culpabilidad de la mujer (en el plano emocional), la división de tareas (en el plano de la educación). Esos son los debates importantes, los que hay que hacer y los que no se hacen porque hay demasiado ruido, un ruido muy entretenido y muy rentable en el que todos participamos (yo la primera con este artículo, si lo pienso bien)…
Así que sí, sigamos hablando de esto, sigamos opinando… pero colaboremos con las propuestas que nacen desde distintos sectores. Hace muchos años conocí la Asociación por la Racionalización de los Horarios, una asociación casi desconocida que lleva años luchando pro incorporar en medidas de conciliación en el estatuto de los trabajadores. ¿Hablamos con ellos, con Malasmadres, con Mamiconcilia… ?
Digamos lo que tengamos que decir y construyamos una mejor situación para que nuestras hijas decidan qué tipo de madre quieren ser cuando sean madres. Sin hablar tanto en redes, sin malos pensamientos que demuestren que nos sentimos débiles en esto de la criaza. Construyamos, ¿no os parece?
Opino…. Q en efecto…. En la vida real hay compresión y respeto entre padres porque lo que no le ha pasado a unos les pasa a otros… A mi también se me olvido el agua e incluso ofrecersela cuando estaba malito y tengo amigas con diferentes formas de vivir la maternidad a como la vivo yo pero en común tenemos las ganas de hacerlo bien… Yo creo que en la maternidad hay que añadir la individualidad de la madre y la realización mas alla de la maternidad que creo que es necesaria para el bienestar emocional de esta y con ello el el bienestar consu hijo que viene añadido porque la madre esta completa… Hsy madres que solo ser madres les resulta incompleto y es superrespetable… Es mi caso de hecho… Yo no concibo ser solo madre toda la vida… Genial por el artículo Diana
Totalmente de acuerdo!! Cada madre vive la maternidad como puede y como quiere, igual que cada persona lo hace con la vida en general. Mil gracias por el comentario 🙂
Totalmente de acuerdo con el artículo. Yo sé que soy una buena madre pero muchas veces tu entorno parece criticar cualquier cosa que hagas.
Al final hay veces que me hace plantear si llevan o no razón a veces. Intento no darle importancia. Pero día a día al final va calando, aunque sea un poquito, ese sentimiento de culpabilidad.
Imagino que esa chica, Samanta Villar, escribió el libro para sacarse algún dinerillo extra, porque si no, no me explico esa sorpresa de que la maternidad no es tan idílica como la pinta (¿quién la pinta así?). Es una chica formada, no una ‘pobrecita’, por lo que antes de someterse a un tratamiento de infertilidad, podía haber hecho una simple búsqueda por internet, que anda lleno de comentarios de las ‘complicaciones’ que supone la maternidad y ser madre.
Un beso!