Y ahora sí, para la gran mayoría de nosotros las vacaciones han terminado… Tengo que reconocer que cada vez que me voy con los niños de vacaciones aprendo más de ellos, pero sobre todo más de mí misma. A veces siento que aprendemos mucho más unos de otros de vacaciones que durante el curso, pero esa es otra historia… Hoy os cuento 5 cosas muy valiosas (al menos para mí) que he aprendido estas vacaciones y que no pienso dejar que se me olviden:
- Disfrutar cada segundo. Hemos tenido varios veranos malos en los que no hemos podido disfrutar de las esperadas vacaciones. Ya os lo contaba en año pasado… Y he aprendido que no importa las ganas que tengas de descansar y lo mucho que lo necesites, la vida no siempre te da ese privilegio. Porque eso es lo que es: un privilegio. Por eso este año, como vengo haciendo desde hace tiempo, las vacaciones las he vivido y las he sentido como un gran lujo, como una oportunidad única y excepcional de ser feliz. He buscado momentos, he grabado sonrisas a fuego en mi memoria, he inventado juegos para la posteridad… No he dejado que nada me arruinara el momento. No os voy a decir que haya sido siempre happy-happy, que de todo hay, pero entre prisas y regañinas por cosas sin importancia, no he dejado de ser consciente de que eran solo eso: tonterías sin importancia que forman parte de nosotros como familia. Y también eso lo he vivido de otra manera, disfrutándolo. Espero incorporarlo un poco más a la rutina y conseguir mantener esa actitud mucho tiempo más.
- Relax al poder. He aprendido a relajarme, a dejarme llevar, a no medir todo con el encorsetamiento de las horas del reloj. ¡A perder las rutinas! Nos hemos levantado tarde en días en los que teníamos previsto madrugar para ver cosas y no se ha caído el mundo y, lo que es aún mejor, hemos encontrado un plan alternativo con el que lo hemos pasado genial. Cuando no te pones muchas presiones, las expectativas tienden a cumplirse y eso te deja muy buen sabor de boca. Posiblemente esa haya sido la clave: bajar el ritmo y disfrutar…
- Jugar, jugar y jugar. No sólo con los niños, sino niños y mayores. Llegará un día en que no nos reclamen para jugar, pero hasta que eso llegue, he redescubierto el placer de aprender jugando con ellos. No sé si ellos aprenden de mí, pero yo aprendo muchísimo de ellos.
- No te olvides de ti. Todo esto está muy bien, pero si además aprovechas para hacer algo que te apetece hacer para tí misma, ya las vacaciones son redondas. He logrado dedicarme tiempo a mí misma y he aprovechado para hacer unas cuantas formaciones cortas que llevaba tiempo queriendo hacer. Curso de pintaras con Froggies, cuentos para contar historias con Cristina Saraldi y Paloma Balandis y empecé el curso de Álvaro Bilbao, El cerebro del niño. Pequeños lujos que me han encantado (y que aún me duran).
- El aprendizaje más duro y mas evidente, que seguro que muchos compartís conmigo: soy mejor madre cuando estoy vacaciones. Más razonable, con mucha más paciencia, menos gritona (aunque hace tiempo que busqué soluciones para dejar de chillar a mis hijos y vamos por buen camino) y, por lo tanto, más relajada, más tranquila y más feliz. Y no, no aspiro a estar siempre de vacaciones (¿te imaginas?), pero sí espero que el darme de bruces con esta realidad me ayude cuando vuelva la rutina a ver un poco más allá del cansancio, de los nervios y de los horarios. Espero poder recordar cómo han pasado los días sin enfados porque se puede, porque el problema no soy yo ni mis hijos, sino lo que nos rodea. Quizá sabiéndolo, pueda aprender a aislar todas estas circunstancias en los peores momentos y discutir no se convierta en una amenaza para nuestra relación, sino una demostración de otras muchas cosas (como nuestro cansancio un jueves a última hora) que tienen fácil solución (irse a dormir).
Y colorín colorado, mis aprendizajes (importantes) han acabado. Si quieres contarme qué has aprendido tu estas vacaciones, por favor, ¡hazlo! Me encantaría leerte 🙂