Hace días que es noticia el apadrinar a un pingüino tras las campaña que ha puesto en marcha el Ejército de Tierra desplegado en la Antártida con el fin de salvaguardar los ejemplares que allí viven. El apadrinamiento consiste básicamente en poner nombre a un pingüino y comprometerte a ser más respetos con el medioambiente en nuestro día a día. Como mensaje para los niños, me parece de los mejores. Y como mensaje para los adultos, a los que nos suele costar mucho más implicarnos en estas cosas, me parece aún más chulo.
Es una forma de tocar ese compromiso, de «personalizarlo» o «pingüinizarlo» como queráis llamarlo. Ahora toca reciclar y respetar nuestro entorno cercano porque nos hemos comprometido con nuestro pingüino.
Nosotros aún no hemos apadrinado al pingüino porque en casa nos hemos impuesto la tarea antes: queremos probarnos que somos capaces de reciclar, de tener en mente esos pequeños gestos antes de hacerlo. No queremos defraudar a Aida, como queremos que se llame nuestro pingüino. Así que ya hemos empezado a seguir la misión en La Antártida y a esforzarnos para lograr tender la mano a nuestra ahijada y a nosotros mismos porque cuidar del planeta es un favor que hacemos a las futuras generaciones. ¿Quién quiere defraudar a sus nietos?
Así que nos hemos lanzado a organizar una lista de prioridades y de gestos a tener en cuentra en el día a día. Personalmente he echado mano de muchos consejos que daban hace tiempo en una exposición sobre reciclaje en casa, Hogar, verde hogar, que acogía el CENEAM de San Ildefonso. Rescato algunos de aquellos y os cuento otros que se nos han ido ocurriendo. Estas 20 ideas están presentes, como os digo, en nuestro día a día:
- Reciclar vidrio, papel, cartón… separar la basura. Esto ya lo hacíamos, pero ahora con aún más cuidado.
- Ir andando o en transporte público en lugar de en coche cada vez que podemos. Con la bici aún no nos hemos lanzado. La única diferencia es que necesitamos saber el horario del autobús o salir con algo más de antelación. Es increíble la cantidad de trayectos que podemos cambiar por un paseo.
- Estamos jugando más a juegos tradicionales que no necesitan pilas. ¡Una vuelta a lo de antes que nos está sabiendo fenomenal!
- Hemos bajado un poco la temperatura de casa y estamos usando más batas y forro polar, cada uno lo que mejor le va. ¡Viva la mantita en el sofá! El resultado es que, en lugar de frío, estamos durmiendo mejor y mientras nos movemos en casa la diferencia no se percibe con una capa más de ropa.
- A la compra ya no se va en coche, sino andando y, como consecuencia, hemos desempolvado el carrito de la compra así que ahorramos también al medioambiente unas cuantas bolsas de plástico y, las que llevamos, son de tela y las reutilizamos una y otra vez.
- Hemos empezado a comprar todo lo que podemos al peso. De momento, legumbres, pero iremos avanzando. Hemos descubierto lugares como mucho encanto, como Onzas de Sabor en Segovia, con personas muy comprometida al frente… ¡y nos encanta! Ya nos veo llevando el tarro de cristal para rellenarlo de miel… y… ¡sorpresa! Sabe mucho mejor 😉
- Me he hecho cliente del mercado. Así, a lo loco, para comprar al productor local 😉
- Hace tiempo leí que lo mejor era utilizar el menor número de productos de limpieza posibles. Con vinagre, bicarbonato, amoniaco y lejía se consiguen los mismos resultados que con sofisticados limpiadores así que nuestro próximo experimento será pasarnos a lo más básico en este área. ¿Habéis probado?
- En el baño ya no falta el cubo de la fregona para recoger el agua que llega fría y se desaprovecha hasta que conseguimos agua caliente para la ducha. Así, mientras los niños se dan un baño con sus juguetes (de esos que duran un montón), mamá da una pasadita al suelo 😉
- Al hilo de esto, hemos empezado a recoger agua de lluvia. Sin métodos sofisticados, porque no los tenemos… pero ponemos un par de cubos en los balcones cuando llueve y luego utilizamos el agua para las plantas. Es un poco engorroso, no os voy a engañar, pero hace mucha ilusión ver cuánta agua queda después de la lluvia.
- Reutilizando prendas: Los bodies que se le están quedando pequeños al niño y están ya bastante gastados se han convertido en perfectos trapos del polvo y limpieza de otras superficies. ¡Limpian súper, súper bien!
- Hemos donado un montón de ropa de los peques que no íbamos a usar. Si evitamos que se compre ropa nueva también haremos revivir un poco la cultura de la reutilización, ¿no? Además de ayudar al medioambiente, ayudamos a otras personas.
- Hemos subido a plataformas de venta de productos de segunda mano un montón de cosas que nos sobran en casa: bicis, triciclos, cunas de viaje… poco a poco estamos haciendo una pequeña hucha y favorecemos, de nuevo, la cultura de la reutilización de objetos.
- Pintar siempre por las dos caras del papel se ha convertido en una nueva ley en casa.
- Los domingos por la tarde hemos instaurado la hora oscura. Cuando está atardeciendo, se apagan todas las luces y aparatos eléctricos y durante una hora, solo con una linterna nos contamos historietas y jugamos dentro de una tienda que tienen los peques en el cuarto de juegos. ¡Uno de los mejores momentos de la semana!
Hay otras muchas cosas que se pueden hacer, a nivel personal o familiar. Estas las tenemos pendientes, pero no diré que no se han debatido:
A los niños les hace mucha gracia por ejemplo, aquello que se ha dicho toda la vida de aprovechar la ducha para hacer pipí para no tener que tirar de la cadena. Aunque los adultos tengamos reparos, tiene todo el sentido. O no tirar de la cadena cada vez. Tirar un trozo de papel con el que se han sonado la nariz no justifica una descarga de no sé cuántos litros de agua, ¿no os parece? Otras cosas sí lo justifican, ¡no seamos extremistas!
Para los más atrevidos, abandonar los pañales de usar y tirar por los de tela es una maravillosa opción. Yo lo intenté pero no logré ponerlo en marcha. No tenía suficientes de tela que me habían regalado y la inversión sin saber si me adaptaba me echó mucho para atrás… Con los que tenía y lo mucho que se movía el peque, no lograba ajustarlo bien así que se sucedieron una serie de accidentes que no recomiendo… Lo achaco a mi torpeza… De momento ya he regalado esos pañales a una familia con ganas de intentarlo. Lo que sí puedo decir es que en unos días en los que el niño tuvo súper irritado el culete, usamos los de tela y la irritación se iba cada vez que pasaba dos horas con el de algodón y volvía con los desechables.
En la misma línea, para las mamás está pasarse de los tampones o compresas a la copa menstrual. Tengo muchas amigas que la aconsejan. ¡Habrá que probar! Yo me he hecho con una MeLuna. Aida puede estar orgullosa de mí porque esto sí es un cambio de mentalidad… ¡Ya os contaré!
Para los papás: dejarse barba en lugar de pasarse la maquinilla eléctrica cada día si es vuestro método, también es una alternativa. Cambio de imagen y una manita al medio ambiente… ¡no suena mal! También hemos logrado que el papi de la casa se pase a la moda de la barba.
Resumiendo, que con tantos pequeños gestos se pueden hacer muchas cosas y quién sabe si no cambiaría el mundo si todos nos pusiéramos en marcha de ahora en adelante…
Y vosotros, ¿de qué manera ponéis vuestro granito de arena para ayudar al medioambiente?