El pasado sábado vivimos en familia una de las experiencias más bellas que hemos tenido: Música y Juguetes, un concierto muy especial. En lugar inigualable, el Auditorio Nacional, y con música que entremezclaba los temas clásicos con algunos de sobra conocidos por los más pequeños, los niños pasaron un rato genial en el que no sabían si observar con la boca abierta o ponerse a bailar dándolo todo. Como os digo, una experiencia genial porque, además, muchos de los instrumentos eran… ¡juguetes!
Decenas de familias se agolpaban a las puertas del Auditorio el sábado por la mañana para disfrutar de un espectáculo que una vez al año vuelve a este a escenario en una colaboración llena de magia entre la Orquesta Metropolitana de Madrid, el Coro Talía, la dirección de Silvia Sanz y la narración del conocido presentador de radio y televisión Goyo González.
A la entrada, para amenizar la espera a los previsores que llegaran con tiempo, había un divertido photocall con todo tipo de instrumentos de juguete, máscaras y antifaces para disfrazarse de algunos de los personajes favoritos de los niños. Una forma genial de ponerse a tono con lo que les esperaba dentro.
Llegadas las 11:30h, puntuales, orquesta y coro subían a un escenario adornado con toda clase de juguetes: Peppas Pig en algunos atriles, Bobs Esponjas en las manos de los violoncelistas, blancanieves colgando de los arcos de los violines, organillos de colores al frente decorando el escenario, xilófonos de juguete entre el viento madera, espadas láser entre los componentes del coro, grandes pistolas amarillas aparecían por sorpresa entre las violas, tambores forrados con conocidos personajes en la percusión… En definitiva, toda una fiesta para una mirada infantil que trascendía al sentido de la vista para colocarse como protagonistas en el del oído porque organillos, xilófonos y hasta las propias pistolas o espadas láser se convertían en elementos imprescindibles en temas tan aptos para niños como el bolero de Ravel o el Carmina Burana.
Sin embargo, y aunque estos temas hicieron las delicias de los mayores, sin duda los más aclamados por los niños fueron los que preceden a sus dibujos animados favoritos: Bob Esponja, la Patrulla Canina, Pocoyó, los Simpsons… fueron algunas de las melodías que sonaron e hicieron levantarse de sus asientos a los más pequeños para entregarse al baile.
La dirección de Silvia Sanz fue maravillosa que, sin decir una palabra, supo dirigir a músicos y público no solo por la música que componía el programa sino acompañando la narración de Goyo González quien nos planteaba un enigma nada más comenzar el concierto: la búsqueda de un personaje misterioso. Para ello, debíamos seguir el mapa que nos habían dado a la entrada que no era otra cosa que el programa del concierto que, con distintas paradas y los dibujos de los personajes nos indicaba quiénes serían los protagonistas de los temas que iríamos escuchando. Creo que, para muchos niños que aún no sabían leer, este concierto les descubrió para qué sirve un programa. Conscientes de la importancia de seguir el camino en el mapa, no lo soltaron en todo el concierto y cada vez que terminaba una obra volvían a mirarlo para ver «qué tocaba».
Los temas estrella fueron sin duda los interpretados con cantantes solistas
La Bella y la Bestia de Disney llegó justo antes del descanso con el tema de la cena, esa escena maravillosa de la película que marcó un antes y un después en el mundo de la animación y que es pura magia musicalmente. Con un cantante solista interpretando a Lumiere y una cantante interpretando a la señora Pot os aseguro que la música nos hizo bailar a todos. Qué maravilloso es, además, bailar en el asiento con los niños sin importar si cantan demasiado alto, si se ríen a carcajadas, si hacen ruido… los niños estaban encantados, el bullicio era absoluto y, sin embargo, la música seguía siendo la protagonista. Ni una cara arrugada, nadie se quejaba del alboroto porque, en este concierto, el éxito era precisamente ese: que el público se dejara llevar, sin formalismos a pesar de que hubiera un centenar de músicos profesionales elegantes y perfectamente formados sobre el escenario. Perder esa barrera entre músicos y público era el gran objetivo y que los niños se sintieran, por una vez, muy muy cerca de la música que se hace sobre un escenario «de mayores». Objetivo conseguido.
El siguiente gran tema que unía a grandes y pequeños era el conocidísimo Supercalifragilísticoespialidoso de Mary Poppins que cantaba, en inglés, una maravillosa Mary Poppins. Más baile, más risas, más estallido de música que nos unía a todos.
Y para finalizar, entre los bises (porque aquellos músicos, después de casi dos horas de concierto con descanso intermedio, no podían marcharse entre tanto aplauso) un guiño precioso a los padres: un mix de temas de los dibujos animados de nuestra infancia que los niños escuchaban con el morrete arrugado conscientes de que esos minutos no eran ellos los protagonistas: Los tres mosqueperros, Heidi, Marco y su viaje por el mundo en busca de su madre… fueron algunos de los recuerdos que nos trajeron a la mente enlatados en unas cuantas notas.
Un concierto maravilloso lleno de emociones al que solo le puedo poner una pega: ¡¡que no se haga todos los meses porque una vez al año se queda demasiado corto!!
Enhorabuena a todos los músicos y organizadores porque nos regalasteis a todos los asistentes dos horas de emociones en estado puro. No olvidaré jamás las risas de mis hijos dejándose llevar por esos temas que les vuelven locos y preguntándome porqué los violoncelos, de repente, parecían guitarras. Cada detalle fue maravilloso. Una delicia.