Y no solo cuentos y películas, sino también juegos, canciones… Creo que nuestro récord son unas 37 ocas seguidas, un mes del mismo cuento de antes de dormir (paramos ahí porque papá colapsaba, no porque los niños no quisieran seguir con el mismo), el primer disco de Petit Pop que tuvimos se ha rallado de tanto oírlo y de pelis… ¡qué os cuento de las pelis! Que sigo con el frío metido en el cuerpo porque en casa Frozen fue, es y será, uno de los grandísimos éxitos. Adultos y niños nos sabemos los diálogos de arriba a abajo y en varios idiomas.
La repetición viene, además, acompañada, de toda una comparsa de acciones de apoyo, como las canciones temáticas o de cosas que hay que hacer con melodías escuchadas hasta la saciedad (interprétese un «vamos a la cama» a ritmo de La fantástica banda plays The Beatles o de Yo soy Ratón) o los siempre aclamados juguetes de películas que se convierten en la temática principal del cumpleaños en curso: en el cumple de los 6 años de mi niña no hubo un regalo que no estuviera dentro de la categoría de juguetes de Frozen. ¿La ventaja? Clarísima: el éxito está asegurado, ya sea el peluche de Olaf, la fiambrera para el almuerzo del cole o un paquete de rotus con la caja tematizada. Por suerte hay también juegos educativos como cartas para hacer mil y un juegos de mesa (aunque descubierto «Burro» ellos solo quieran jugar a ese), puzzles variados o juegos para buscar las diferencias. El vasito de Frozen, por ejemplo, ha sido clave para que se acaben la leche del desayuno o el zumo de naranja recién exprimida que a veces les cuesta tanto… todo es buscar la parte positiva, ¿verdad?
Los motivos por los que a los niños les gusta tanto, tantísimo repetir
Pero vamos a ver qué es esto de la repetición porque resulta que repetir es algo bueno y hasta saludable para nuestros hijos, aunque a los adultos nos acabe por volver locos:
Mejora su aprendizaje: no es un secreto que cuando uno ve una peli la primera vez coge la historia general, pero si la ves más veces acabarás por descubrir nuevas escenas que se te habían pasado desapercibidas, nuevos matices, puntos de conexión que se te habían pasado por alto. Es, en realidad, una manera de estudiar. ¿Quién no ha estudiado dejando a un lado hacerse esquemas, simplemente leyendo y releyendo los mismo apuntes hasta la saciedad hasta que tenías en la mente todos los detalles para bordar el examen? Lo mismo les ocurre a los niños, aunque la peli o el libro de turno no sea objeto de examen. Se dan cuenta de más y más cosas y eso les anima a verla de nuevo, les enriquece, se dan cuenta rápidamente de que están aprendiendo y les encanta. ¿A quién no?
Afianza el lenguaje: recuerdo cuando comenzamos a leer los cuentos de Peppa Pig y mi hija, con menos de 3 años, sabía recitar -en su media lengua- de memoria cada párrafo, al pie de la letra, fingiendo leer y sin saltarse una coma. Según los psicólogos y logopedas, la repetición del lenguaje con este tipo de materiales motivadores, les beneficia mucho para el desarrollo y perfeccionamiento del lenguaje. ¡No lo dudo! Aquellos cuentos los leía de carrerilla y se entendían casi enteros.
Les da seguridad: esta es seguramente la razón que más habéis escuchado si habéis leído ya antes algo sobre este tema. Efectivamente a los niños les reafirma en una realidad sana y feliz el saber qué va después (aunque no por ello dejen de sufrir cuando sale el malo y se sigan cuestionando con la misma intensidad si las cosas irán bien o mal). El comprobar que las cosas suceden como recuerdan les hace sentir más seguros, sobre todo si vuestros hijos son de los que necesitan saber qué va a pasar esta tarde o a lo largo del día para hacerse su composición mental del día a día. Saber lo que sucederá en la historia es tan sencillo como eso: les ayuda a construir un esquema mental de lo que es válido y no.
Les hace sentir parte de la historia: por otro lado, conocer diálogos y canciones, ser capaces de reproducir mentalmente dibujos o escenas les hace tomar parte. La película, sea cual sea, se convierte en un divertido «sing along» del que ellos son los vocalistas principales. No hay nada como sentirse parte de algo para apreciarlo más, ¿verdad?
En realidad, si lo pensáis, no son tan distintos a nosotros: ¿no os ha pasado nunca que una canción, cuando la escucháis por primera vez, no os hace demasiado tilín, pero pasadas un par de semanas de asedio radiofónico os encanta cantarla a voz en grito en vuestro camino al trabajo? Pues lo mismo les ocurre a ellos, excepto que su aguante es infinitamente mayor en el tiempo, como también lo es su disfrute.
Una práctica apoyada por la neurociencia
Además de todos estos motivos apoyados al 100% por la psicología, cuentan también con el respaldo de estudios en neurociencia que indican que el aprendizaje es mejor y más efectivo cuando el estudiante disfruta.
Francisco Mora, uno de los mayores expertos sobre neuroeducación del mundo, lo indica claramente en su libro Neuroeducación: Solo se puede aprender aquello que se ama (Alianza Ensayo) en el que resalta que aprender y memorizar es más fácil y mejor cuando entran en juego la emoción, la diversión y el disfrute. Sin ellos, es imposible que los niños se centren en el aprendizaje y, por tanto, este queda relegado a un segundo plano.
Fijaos en vuestros hijos, en su mirada y sus expresiones, cuando reconocen un tema musical, cuando juegan con los juguetes de su película favorita y recrean algunas escenas…¿no veis disfrute en sus ojos?
Este tema me preocupaba porque pensaba que le costaba entender las cosas pero veo que ya no debo preocuparme tanto porque mi hija quiera repetir una canción 10 veces o mas