Hacía tiempo que no visitaba el Teatro Lara y ya me había olvidado de lo bonito que es. El otro día estuvimos allí viendo “Mis primeras cuatro estaciones”, con mi marido y mis niñas, de ocho y seis años y con mis niños de Italia y mi familia, que ha venido de Florencia a pasar las Navidades a casa. Mis sobris tienen cuatro y un añito cada uno y me encantan estas fechas porque podemos estar juntos y hacer planes en familia. Seguro que a los que tenéis seres queridos que viven fuera os pasa igual, que estáis deseando que vuelvan a casa por Navidad. Pues como iba contando fuimos al Teatro Lara a ver “Mis primeras cuatro estaciones”, una obra que no habíamos visto nunca, a pesar de que lleva 18 años representándose en España y nada más comenzar, comprendí el porqué de su éxito. Solo con saber que la dirección musical es de Ara Malikian comprendes gran parte de su éxito. Pero el violinista libanés ha pasado el testigo de esta producción a un merecedor heredero, el virtuoso violinista Simón García, que junto a Gala Valladolid al segundo violín; Carlos Martín Iglesias, a la viola y Blanca García Nieto al chelo hacen el tándem perfecto en esta representación de la música de Vivaldi para los más peques –y para los mayores también-. Sin olvidarnos, por supuesto, de Marisol Rozo, que dirige e introduce la parte de la dramaturgia en la obra.
Y os preguntaréis ¿las Estaciones de Vivaldi? ¿Para niños? Pues sí y os voy a contar cómo consiguen los intérpretes hacer llegar la obra de Antonio Vivaldi a los más pequeños de la casa. La representación comienza, como no podía ser de otra manera, con la Primavera, la más famosa de las Estaciones vivaldianas. Comienza con la interpretación de Simón y las de sus tres acompañantes. De repente, paran de tocar y Marisol comienza a narrar, a describir lo que escucharemos y enmarca, como si de un cuento se tratara, lo que Antonio Vivaldi quería decir con esa música. “A Antonio Vivaldi le encantaba la primavera, era su época favorita”. “Si prestáis atención ahora escucharéis nacer las flores”. Y podías escuchar cómo brotaba todo a tu alrededor. “Ahora los pájaros cantan”. Y se oía el perfecto trino de los pájaros en un violín. “El agua nace del manantial”… Si cerrabas los ojos parecía que estabas inmerso en mitad del campo en pleno mes de mayo. De hecho, hicimos este experimento con las niñas y estuvieron de acuerdo en que la música va mucho más allá de las corcheas y las semicorcheas, que puede contar historias y hasta emular los sonidos de la naturaleza. Además, Marisol narraba todo de forma que envolvía a los niños, como quien narra un cuento bien contado, con modulaciones de voz y entonaciones que llamaban la atención de los niños. Por su parte, Simón, no paró un momento en el escenario. Este gran músico no toca el violín, sino que vive el violín. Baila y actúa con este instrumento, como si fuera una prolongación de su brazo. Llega un momento que ni siquiera ves el violín porque ya forma parte de su persona. Hubo algunos instantes en los que parecía que sonaban animales o pájaros reales. ¡Y eran notas musicales que salían del violín de Simón! Y no exagero, las niñas alucinaron con el sonido de los pájaros.
Pero no solo los niños aprenden a amar y a entender la música clásica en este espectáculo, también lo hacen los adultos. Yo, particularmente, conocía partes de la Primavera y los sonidos de esta Estación, pero sabía muy poco del resto. Entre medias de cada una, además de introducir la Estación que van a representar, Marisol y Simón, narran, a modo de cuento, aspectos de la vida del compositor veneciano. Después de la Primavera, por supuesto, llegó el Verano y ellos explicaron que a Vivaldi no le gustaba nada de nada esta época porque hacía mucho calor y un niño gritó “¡a mí tampoco me gusta el calor!”. Hasta este punto de interacción llega el espectáculo. “Y como a Antonio no le gustaba la playa ni la piscina y mucho menos el calor, compuso una música muy leeeeenta, en la que se percibe que estaba cansaaaadoooo y fatigaaaadooooo”. Y Simón y el resto de músicos comienzan a representar cadenciosamente esta Estación medio tirados por el suelo y hay un momento en el que paran y se limpian el sudor para luego continuar. ¡Una maravilla! Están metiendo a los niños en la interpretación de la obra, en lo que Vivaldi quiso transmitir con esa composición. A los niños y también a los padres.
Lo mismo sucede con el Otoño, que los intérpretes logran arrancar las risas del respetable con la recolección, la caza, la vendimia y cómo a Vivaldi le gustaba el vino y tal… Imaginaros al violinista algo contentillo emulando a Antonio… Y poco después, emulando la huida de un ciervo en plena caza –el ciervo es él mismo-, todo ello acompañado por la melodía del otoño interpretada por los músicos.
El culmen de la obra musical llega con la Estación del Invierno. Se meten literalmente a los niños en el bolsillo cuando éstos acompañan a la tormenta interpretada por Simón al violín, que camina entre las butacas, haciendo la lluvia con sus deditos y sus manos y los truenos dando pisotones con los pies en el suelo. ¡Una pasada! Es una obra imperdible que os recomendamos al ciento uno por cien. Nuestra experiencia con niñas de varias edades: cuatro, seis y ocho años, fue maravillosa y estuvieron plenamente integradas. Y los adultos quedamos fascinados por la manera de transmitir y contar cada Estación y por la interpretación tan magistral de los músicos en general y de Simón en particular. Al finalizar la obra él mismo dio las gracias a los asistentes y nos dijo que la esencia de esta obra era que los niños no percibieran la música clásica como un señor sentado en una silla, tocando un instrumento con cara de pescado muerto, sino como diversión y comprendiéndola para aprender a amarla. También me encantó que animara a los que no tocan un instrumento a hacerlo.
Visitas teatralizadas al Teatro Lara
Y si la obra en sí misma fue maravillosa, el escenario en el que se representa, el Teatro Lara, pone el resto para que esta interpretación sea redonda. Para los que no conocéis este Teatro madrileño, sabed que es una de las joyas de Madrid, que se inauguró en 1880, antes que el Metro o la Gran Vía, bajo el reinado de Alfonso XII y que el mero hecho de asistir a una representación en él, ya es todo un privilegio. Solo con mirar el enrejado de sus balcones y el fresco del techo o su fachada, poco más hace falta. ¿Os apetece saber más sobre este Teatro? Pues sabed que el Lara ofrece sus visitas teatralizadas denominadas “La bombonera de Don Cándido”, que os encantarán y conoceréis la historia, curiosidades y entresijos de este maravilloso enclave.
Más información sobre visitas teatralizadas, programación y venta de entradas, en www.teatrolara.com.