Si habéis investigado distintas herramientas de apoyo escolar para vuestros hijos, seguro que habéis dado con Smartick y os ha llamado la atención: se trata de un método online de aprendizaje que refuerza las matemáticas de los peques con ejercicios adaptados a sus conocimientos, muy visuales, que pueden hacer en ordenador y tableta. Las sesiones duran solamente 15 minutos y la “norma” imprescindible es que hagan su sesión cada día. Después, si quieren, juegos y alguna que otra recompensa que les anima mucho a continuar su aprendizaje.
Si nos seguís desde hace tiempo seguramente ya sabéis que no es nuestra primera experiencia con Smartick. Hace tiempo que decidimos “aliarnos con el enemigo” ante la insistencia feroz de #mimayor de jugar con la tablet constantemente. En aquel momento tenía claro que no podía usar el dispositivo para cualquier cosa, como lo tengo ahora, así que decidí buscar una herramienta útil y práctica que le motivara y además le ayudara en algo que le daba más de un dolor de cabeza: las mates.
Aunque le costó arrancar, lo de los 15 minutos lo llevaba fatal, finalmente fue haciéndose a ello y disfrutando de esos 15 minutos, sobre todo cuando vio que las cosas en clase se le hacían mucho más fáciles. A los pocos meses de utilizar Smartick (sí, nos llevó tres o cuatro meses) la profesora me comentó en una reunión que había notado un cambio importante en los conocimientos de matemáticas de la niña. “Parece que le cuesta mucho menos”, me dijo. Y era cierto. Smartick estaba haciendo “su magia”. Pero debo confesaros que, cuando la peque se vio más suelta y segura, se acabó su problema y pasado un tiempo decidimos hacer un parón con el método. Los 15 minutos al día seguían pesando demasiado y en la última parte del curso, no sé si os pasa a vosotros, le costaba mucho más hacer cualquier cosa. El cansancio se empezaba a acumular y toda tarea “impuesta” se lleva más cuesta arriba.
En cualquier caso, el método online había servido para lo que yo buscaba que no era, por extraño que parezca, que sus notas subieran (aunque también lo hicieron) sino que aumentara su confianza en sí misma. Al ver que los ejercicios le costaban menos, le salían mejor y que incluso avanzaba más con Smartick que en clase (de manera que algunas cosas ya las sabía antes de verlas en el cole), su confianza creció muchísimo y su actitud hacia las mates cambió radicalmente. ¡Ese era el objetivo! Cumplido este, yo también decidí que sería bueno ver cómo se manejaba de nuevo sola.
Las ventajas de Smartick fueron algunas más, pero esta fue la principal para mí. Toda las demás podéis leerlas en los artículos que tenemos publicados sobre este tema.
Este curso volvimos a Smartick
Esto que os cuento fue el año pasado. Este año, ya en tercero de primaria, un día la niña llegó a casa con los ojos llorosos y visiblemente disgustada. “Tercero es muy difícil”, me dijo. “Estamos estudiando las divisiones y no paro de fallar”. De nuevo su amor propio estaba herido y teníamos que reconstruir esa confianza. Es duro porque yo también era así con las mates y cuando me daba el bajón, ni el mejor profe me sacaba del bucle de “no sabré hacerlo”. Pero, de repente, sus ojos se iluminaron: “Mamá, ya lo sé: ¡quiero volver a hacer Smartick!” -Y añado ya mismo, por si hay dudas, que este no es un post patrocinado por muy publicitaria que suene la frase. Es justo lo que ella dijo-. No sabéis qué alivio: ella solita había buscado la solución y estaba segura de conseguir mejorar con un poquito de ayuda, como me explicaba más tarde.
Con esta actitud, ¿cómo decir que no? Así que manos a la obra: nos dimos de alta de nuevo en Smartick, aproveché que el mediano (ya con 4 años) ya puede utilizarlo también y en un momento tuvimos la solución entre las manos. Desde entonces, en noviembre, esto ha sido un no parar.
No hay día que se salten la sesión (nada que ver con la primera experiencia) y cada día disfrutan más con el mundo virtual de Smartick. Estas Navidades, por ejemplo, que pensé que lo dejarían parado y sería difícil mantener la rutina, se convirtió en su primera tarea después del desayuno. Por delante del consabido “ver la tele”. No me extraña porque en fiestas les daban el doble de “ticks” en cada sesión, así que su poder adquisitivo ha aumentado mucho y han podido decorar su mundo virtual como han querido. Ellos felices y yo mucho más.
Ni una queja en mates, ni un problema con la nueva rutina y muchos gestos interesantes: buscar amigos, retar a nuevos compañeros, regalos que se hacen entre los hermanos cuando uno quiere una cosa pero no tiene suficientes “ticks”… Debo confesar que es muy interesante verles interactuar en sus mundos virtuales.
Cómo funciona Smartick
Los niños tienen un avatar al que pueden personalizar (pelo, ojos, boca, ropa, disfraces, etc) que vive en su habitación, también personalizable en colores y adornos. En cada sesión de Smartick, al finalizar sus 15 minutos de ejercicios de matemáticas, lógica o programación, ganan un número de estrellas o “ticks” que les sirven para comprar cosas: 60 estrellas un poster, 15 un medallón para su avatar, 10 una pelota, 105 un perrito… cada día hay una serie de cosas en rebajas que pueden aprovechar o ir a los productos normales y comprárselo para ellos mismos o hacer un regalo a alguno de sus amigos.
Tienen un corcho con sus amigos: niños de su misma edad que pueden buscar (si algún compañero de clase también utiliza Smartick y conocen su nombre de usuario lo disfrutarán mucho) o pueden buscar por nombre y edad y pedir amistad a niños desconocidos. Pero, ¿para qué sirve tener amigos? Pues además de para regalarse cosas mutuamente si se sienten generosos, para retarse y hacer pequeñas competiciones con las que el ganador también gana ticks. Es importante destacar que no es una red social, no pueden comunicarse ni saber datos personales, únicamente hacerse regalos virtuales o retarse en competiciones (de matemáticas).
Al no poder hacer más de una sesión al día (los educadores que han creado el método defienden que 15 minutos es más que suficiente y buscan que los niños tengan una rutina, no que se hinchen a hacer mates un día y se olviden los siguientes), los niños tienen que buscarse la manera de conseguir más puntos para lograr algún capricho extra y una forma son esas competiciones que se lanzan en el gimnasio de la ciudad Smartick.
Cuando superan x niveles, reciben un diploma con nombres de matemáticos famosos como Pitágoras, Newton o Ada Lovelace. Lo de conseguir diploma en casa es una fiesta y los hermanos no paran hasta que el otro ha conseguido llegar al mismo nivel. Es muy tierno ver cómo se acompañan, aunque cuesta que no se ayuden… y es importante que no les ayudemos porque alteraríamos la dificultad y el método podría empezar a poner ejercicios demasiado difíciles que le desmotivarían y darían al traste con toda la inteligencia artificial de la herramienta. Pero esto también tiene solución porque en el área de los padres podemos “denunciar” ayudas y el sistema lo reorganiza todo remontándose a sesiones no contaminadas o haciendo alguna prueba de nivel. También disponen de un servicio de atención pedagógica y a padres, que funciona genial, al que puedes recurrir por correo electrónico o teléfono siempre que lo necesites.
Otra de las paradas que más les gusta a mis niños, además de la tienda, por supuesto, es el pozo de los deseos, un espacio en el que pueden pedir deseos (¡y reciben respuesta!) del equipo de Smartick que responde con un cariño increíble.
“No quiero hacer más divisiones”, pidió mi hija un día. Y la respuesta con la que llegó brincando a la cocina fue: “¡Deseo concedido!”. Estaba feliz esta Navidad sin sus temidas divisiones. Smartick le dio tregua unos días, como indicaba en la respuesta, pero volvería a ponérselas pasado un tiempo. No sé cómo lo harán internamente, cómo se programa algo tan complejo, pero durante una semana más o menos, la niña disfrutó de un tiempo sin su tarea más odiada.
Sobre las funciones que tenemos los padres os seguiré contando otro día porque eso merece un post en sí mismo, pero os animo a seguir nuestros directos en Instagram donde os contamos cómo funciona Smartick y os mostramos ejemplos de ejercicios para niños de 4 y 8 años.
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