Prometo que, a partir de ahora, en cuanto dos personas de mi entorno próximo me recomienden encarecidamente una obra de teatro, iré a verla enseguida. ¡Cómo ha podido pasar tantos años en cartel y yo aún no había visto el musical de “La Llamada”! El domingo fuimos a verla en pareja para celebrar San Valentín, de la mejor forma posible: en el Teatro Lara. Fuimos con dos parejas más y no paramos de reír en toda la obra. Hacía tiempo que no me reía tantísimo. Aunque he de reconocer que, al final de la obra, también se me saltaron las lágrimas de emoción. Esa emoción que te embarga cuando una obra está magistralmente llevada a las tablas. Esa misma. No sé si habréis visto la película de “La Llamada”. Pues está basada en la obra. El musical comenzó en el Teatro Lara como un «entremés», después pasó a la sala principal de este Teatro, donde la vimos nosotros. Tras su éxito abrumador, cruzó el charco y después se rodó la película. Es algo muy curioso porque con la mayoría de las obras sucede lo contrario, que están basadas en películas o libros. Es increíble cómo este musical consigue transportarte al campamento de “La Brújula” en un espacio acotado como el escenario. En él, tan solo hay una litera, que representa la cabaña de las protagonistas, María y Susana, y una cruz grandísima de neón, que preside la escena. También está, en una plataforma, la banda, que ocupa el 70% del escenario. Las guitarras eléctricas, el teclado y la batería de los músicos que, vestidos con el uniforme del Campamento, son parte de la escena sin llegar a inmiscuirse en la trama, pero sin mantenerse totalmente al margen de la misma. Algo muy distinto al resto de los musicales, en los que los músicos se ubican en un foso u ocultos en otro lugar de la escena. Esto me encantó porque ¿no es la música, en directo, una parte fundamental? Como decía, el escenario del madrileño Teatro Lara se convierte, sin necesidad de grandes cambios de escenografía, en el campamento segoviano de “La Brújula”. Aunque no solo se ciñen a las tablas como tal, sino que el escenario pasa a ser todo el Teatro. Los actores aparecen e interactúan por diferentes zonas: la entrada principal, una escalera luminosa que baja del palco, el pasillo del patio de butacas… Toda la sala se convierte en el campamento.
Pero, además de la escenografía, que me encantó por el aprovechamiento de los espacios, todos y cada uno de los actores del reparto, merecen una reverencia. Mi marido salía de la función diciendo: “todos los actores han estado brillantes, cada uno en su papel, pero todos ellos encajan a la perfección con su personaje en la obra”. Aunque reconozco que mi favorito, sin ninguna duda, es Erika Bleda, en el papel de la monja Milagros. Me tengo que quitar el sombrero con esta actriz. De hecho, todo el respetable opinaba lo mismo, a juzgar por los comentarios que se escuchaban, entre carcajadas, en las butacas. Bleda es la artífice de mi dolor de comisuras y del escozor de ojos de llorar de la risa. Esta monja despistada, miedosilla, patosa y algo bobalicona, cautiva al público desde el minuto cero. Y mira que Belén Cuesta, su homónima en la peli, lo borda. Pero Erika me fascinó. Clava la esencia de Milagros, hace que empatices con ella, con su juventud, su bondad, sus dudas. Con todo.
Hay algo que sucede en el teatro, que hace que sea mágico. Cuando los personajes son muy creíbles, la escenografía, la iluminación, la música y el sonido empastan a la perfección. Y es que la obra te envuelve. Te olvidas que estás en una obra de teatro porque entras en la situación y en la trama. Y esto sucede en “La Llamada”. Como decía, todos los personajes merecen una reverencia. En la función del domingo, la protagonista, María, estuvo representada, por primera vez, por Lydia Fairén, que encajó a la perfección y supo darle los giros que este complicado personaje requería. Por su parte, Marta Sango, en el papel de Susana, lo borda con su ‘sobradez’ y su ‘descaro’. Estuvo magnífica. Neus Sanz es una actriz que no necesita ninguna presentación porque solo con conocer su trabajo, sabes que va a ser un acierto en cualquier reparto y, por su puesto, lo es en el personaje de Bernarda, la monja superiora. Pero es que ¡oye! ¡hasta le pega el hábito! Y la extraordinaria interpretación que Paco Arrojo hace de Dios, con esa voz que es imprescindible para cantar los temas de Whitney Houston porque… ¿sabíais que a Dios le encanta Whitney Houston? Y que en “La Llamada” se troncha de risa cuando María le recibe rezándole el Magníficat. Pues ¡claro! ¡Él quiere que ella cante con él las canciones de su ídolo! Así de sorprendente es este musical.
Y si estás pensando ya en comprar las entradas, ¡espera un momento, que tenemos algo más que contarte! El Teatro Lara acaba de poner en marcha su iniciativa “Golden Ticket” para “La Llamada”, una experiencia única, en la que los viernes de febrero y marzo podrás conocer a los actores, asistir a la prueba de sonido de la obra y sentarte en Zona Preferente. Desde luego, si estás deseando ir a verla, no te puedes perder la experiencia Golden. Venta de entradas en www.teatrolara.com.
¿Ya has sentido “La Llamada”? Pues ¡no te lo puedes perder! Si aún no la has visto, ¡qué envidia me das! ¡Poder disfrutar de esta maravilla por primera vez! Y si ya la has visto, seguro que te pasa como a nosotros, ¡que estamos deseando volver a verla!