Llevaba sin ir al Real Jardín Botánico de Madrid desde que era muy jovencita –en Navidad me quedé con las ganas de visitar su impresionante decoración- y mis niñas tampoco lo conocían, así que, cuando nos enteramos de que Peppa Pig y su familia se habían perdido en este mágico lugar, no dudamos en ir a buscarlos. Peppa Pig + Jardín Botánico = apuesta segura para que mis peques disfrutaran. ¡Y vaya si lo hicieron!
A la monumental entrada al Real Jardín Botánico de Madrid, junto con las entradas, entregaron a Carmen y a Pilar unos libritos y les explicaron que Peppa y su familia fueron a visitar el lugar y se habían perdido y que lo que tenían en la mano era una especie de guía con un mapa para que intentaran encontrar a todos los miembros de la conocida familia de cerditos. Cuando hojeamos la guía nos dimos cuenta de que, además, había juegos muy chulos.
Y comenzó nuestra genial aventura por el Botánico en busca de los personajes perdidos. A la vez que los buscábamos, las niñas veían plantas y flores que les llamaban mucho la atención. Íbamos leyendo algunos carteles de nombres científicos, nombres comunes, el lugar de origen de cada planta o árbol y algunas características.
De repente, al fondo, escondido tras la vegetación Pilar vio un atuendo morado. ¡Era el Abuelo Pig! ¡Habíamos encontrado al primer miembro de la familia! A las niñas les maravilló el imponente tronco, lleno de bifurcaciones, del árbol junto al que se encontraba. Nada más y nada menos que un ciprés con más de 260 años. De hecho, según leímos en la guía, ya se encontraba allí antes de la construcción del Jardín Botánico.
Después de inmortalizar nuestro hallazgo, continuamos el recorrido. Pilar estaba eufórica porque había encontrado ella solita al Abuelo Pig. Y después de contemplar algunos ejemplares más y hacernos alguna que otra foto, al fondo apareció ¡Papá Pig en persona! El gigantesco árbol junto al que se encontraba lo delataba. Era un Olmo del Cáucaso y Carmen exclamó mirando hacia arriba “¡Madre mía! ¡Me duele el cuello solo de intentar ver hasta dónde llega su copa!” En la guía nos recomendaba volver a verlo en otoño cuando sus hojas lucen preciosos colores ocres –de hecho, a los cinco minutos de entrar al Botánico, ya había hablado con mi padre de volver con las niñas en otoño, porque debe estar especialmente bonito-.
Seguimos dando un paseo contemplando las fuentes con nenúfares que hay en una de las arterias principales del Jardín, cuando, a lo lejos Carmen divisó a Mamá Pig y estaba muy bien acompañada por un pájaro de colores preciosos. Y es que en el Botánico no solo podréis disfrutar de la flora de muchos países, sino también de fauna muy diversa, sobre todo en lo que a aves se refiere. Mamá Pig se encontraba delante del árbol madrileño por excelencia: el madroño. Cuando leímos que era de esa especie, Pilar exclamó “anda como el del Oso de Madrid”.
Más fácil fue encontrar a Peppa, pues se encontraba en uno de los lugares más amplios y llamativos del Botánico: el Plano de la Flor, delante del edificio principal que alberga la sala de exposiciones, la cafetería y la tienda. Como es tan chula, nuestra amiga Peppa estaba como mejor se está en veranito: ¡debajo de una palmera!
Después de hacer una parada en la cafetería y tomar algo fresquito y visitar una exposición de fotografía de Chema Madoz que nos fascinó, seguimos nuestra peripecia, pues aún nos faltaban dos miembros de la familia por encontrar. Hicimos una parada en la zona de las flores, que era una gozada, pero sobre todo, hubo algo que llamó la atención de mis peques, una especie de construcción hecha de palitos y ladrillos. Era un hotel de insectos polinizadores. Las niñas alucinaron asomándose a sus casitas y viendo las colmenillas y cómo vivían en ellas.
La Abuela Pig no tardó en aparecer junto a un gracioso espantapájaros, pues estaba en la zona de huerto, junto a las matas de tomate. Y el último en asomar entre la vegetación y el que más nos costó encontrar fue George. Mientras dábamos vueltas Pilar refunfuñaba “¿dónde estará George? Seguro que está escondido con su Dinosaurio”. Al final lo encontramos junto al Cedro del Himalaya, un árbol que solo crece en estas montañas y que tuvimos el privilegio de ver en el centro de Madrid.
Las niñas salieron encantadas del Jardín y aprendieron muchísimo sobre árboles y plantas, además de disfrutar con la gymkana que han organizado con Peppa y su familia. Nosotros aprovechamos que estábamos en el Paseo del Prado para tomar algo fresquito, mientras ellas hacían los juegos y dibujos de la Guía que les habían entregado a la entrada. También hicieron un dibujo de ellas visitando el Botánico y lo hemos mandado por correo electrónico para optar a ganar un premio chulísimo: el libro “¡Salvemos el Planeta con Peppa!”.
Si queréis obtener más información y acceder a la venta de entradas online podéis hacerlo en www.rjb.csic.es. La actividad de Peppa va incluida con la entrada general al recinto.