Los cierres perimetrales de estos meses han hecho que hayamos pospuesto en varias ocasiones ir a ver una obra que nos parecía imperdible: “La Última Tourné”. Y por fin, el pasado fin de semana pudimos ir al Teatro Calderón de Madrid a ver este espectáculo.
Ya sabéis que, de vez en cuando, nos gusta escaparnos a hacer algún plan de adultos y ya tocaba. ¡Qué bien lo pasamos! ¡Lo que pudimos reír! A este espectáculo tenía que ir con mi padre, que tenía muchísimas ganas de ver el montaje. Él vivió la época que se retrata en la obra: la del teatro de varietés y cómo poco a poco éste fue perdiendo tirón para dar lugar a una España más “moderna”; la de principios de los 90, la España que se preparaba para acoger los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla. Y, en este contexto se sitúa la compañía de teatro protagonista de la obra. Una compañía que gira por todo el país con su espectáculo lleno de plumas, lentejuelas y brillos y, un día reciben la llamada fatal diciendo que les cancelan su gira. Aún así, el productor decide reinventarse y montar una obra de “teatro, teatro”, como ellos mismos lo califican, de teatro “serio”. En concreto “La comedia sin título”, de García Lorca. A partir de este argumento, el humor y el descaro están servidos.
Toda esta historia, escrita por Félix Sabroso, no sería la misma, sin el elenco de diez con el que cuenta. Bibiana Fernández, Alaska, Mario Vaquerizo, Manuel Bandera, Marisol Muriel y Cayetano Fernández componen el plantel de actores de la compañía. La vedette principal es Bibi, en el papel de Miranda Vega, que es el alma de la función. La espectacular artista está radiante, como siempre, y presenta ese humor descarado tan característico, que le sale sin ningún esfuerzo añadido durante toda la representación. Bibiana ha sido y será siempre una diva y en esta obra pone al respetable en pie.
Mario Vaquerizo tampoco se queda atrás emulando a Enzo Marini, el italiano coreógrafo de la compañía, que, en realidad se llama Lorenzo y es de Albacete. Es desternillante verle forzar el acento y las palabras italianas con ese desparpajo y esa cara dura que le caracteriza. No tiene parangón sobre las tablas.
Alaska, por su parte, interpreta a Paquita Castellón, la vedette cómica que ha perdido la gracia porque está depresiva y se hincha a pastillas como si de caramelos de tratase. Aunque, según sus compañeros, muy graciosa nunca ha sido… Manuel Bandera es el mujeriego director de la compañía e interpreta a Norberto Pinti; Marisol Muriel actúa en el papel de Chelo, la segunda vedette que se queja de ser la segundona y siempre va a la sombra de la primera; y, Cayetano Fernández es Tino Velasco, un domador de caniches, barra, cantante de copla. Os imaginaréis con este reparto tan peculiar que las carcajadas en el patio de butacas están aseguradas.
Cuando les cancelan la función y para recaudar fondos y poder representar la obra “seria” que quieren representar, llegan a “montar el belén” de manera literal. Sí, sí, como lo leéis… Y con una Alaska que tiene vértigo colgada haciendo de arcángel Gabriel; una Bibiana mucho más corta de lo que una Virgen tradicional iría y un Rey Mago que en realidad es Reina. En fin, que acaban saliendo por patas del lugar. Y esto es solo una pequeña anécdota dentro de toda la hilarante función.
Un escenario polivalente
Una de las cosas que más me fascinó fue la utilización de los espacios en escena. Es maravilloso ver cómo los intérpretes comienzan actuando hacia el patio de butacas del teatro, como es natural y, de repente, el foco de atención y centro de la escena está entre bastidores. Estamos viendo a los actores cambiándose y maquillándose en el camerino, mientras otros llevan a cabo su número en el escenario, de espaldas a nosotros y de frente a otro público -que vemos en una pantalla-. Es magnífico cómo se utiliza de forma magistral ese recurso. Desde luego, esta obra merece un diez en escenografía. Pero el escenario no solo es el “backstage” de la representación, sino que hace de sala de reuniones y ensayo y hasta de furgoneta en una huida… Todo un prodigio de polivalencia que logra meterte en cada escena sin esfuerzo mental ninguno por parte del espectador.
También es necesario destacar el vestuario de la obra. Un despliegue de brillo y color que es fascinante. Desde luego, poder reírte así y ver algo tan bonito en estos tiempos que corren es necesario para la salud mental.
Y la música… Con la música se te van los pies, aunque estés sentado. Tenía a mi padre al lado diciéndome constantemente: “mira, esta la cantaba Esperanza Roy; esta la interpretó Concha Velasco, una vez que fui a verla; esta es de Raffaella Carrà… Ay, pero ¡qué bonitos eran estos espectáculos!”. Lo dicho, que este montaje es una oda al teatro de variedades, al de revista, al que alegraba los corazones de todos. Y una oda a todas las grandes de este género. ¿Quién sabe? Todo vuelve y quizá sea el momento de reivindicar la vuelta de este mundo lleno de luz, color y brillos, del teatro de varietés.
Que buena pinta, la diversión está asegurada, en estos tiempos apetece pasar un buen rato
Totalmente de acuerdo como lo describe María Cerrato y ojalá vuelvan esas revistas musicales tan espectaculares Lina Morgan, Esperanza Roy, Ady Ventura, Concha Velasco y tantas estrellas de las variantes.