Ya lo decía el famoso chotis “Madrid” de Agustín Lara: “En Chicote un agasajo postinero, con la crema de la intelectualidad”. Y es que Chicote siempre ha estado ahí, como parada obligatoria al visitar la capital: la Plaza Mayor, la Gran Vía y Chicote. Una ruta turística obligatoria. Ya sé que es casi pecado, pero aún no lo conocíamos. Con la de veces que pasamos por la Gran Vía, pero este fin de semana, hemos estado en Museo Chicote tomándonos un picoteo y, por supuesto, un cóctel, ¡faltaría más! Y lo tenemos que recomendar como un obligatorio en Madrid. Si estáis pensando en tomar algo, con una buena cocina a base de raciones y un buen cóctel, con amigos o en pareja, tenéis que ir a este mítico lugar. ¡Planazo en San Valentín!
Nada más entrar, la famosa puerta giratoria, ya te traslada a principios del siglo XX. Esa por la que entraban actores y actrices de Hollywood, científicos, deportistas, políticos… detrás de la cual se apostaba la paciente prensa del momento siempre ávida de una instantánea de las estrellas más brillantes del momento, juntas y charlando animadamente en Chicote.
Fue un lugar de encuentro y diversión para artistas de la talla de Ava Gardner, Sofía Loren, Lola Flores, Audrey Hephburn, Salvador Dalí, Lorca y Buñuel e incluso se dieron cita allí, en una sola noche, una decena de Premios Nobel, convocados por Fleming, quien adoraba este lugar y tenía gran amistad con su propietario, Perico Chicote. Prueba de todo este glamour son las fotos que decoran cada pared del interior del local. Pero no solo los artistas de otra época han disfrutado, bailado, reído y bebido en Chicote. También ha sido lugar de encuentro de la “crema” de la actualidad. Allí puedes encontrar, en una tarde cualquiera, a actores, directores de cine, políticos, cantantes… Vaya, que Chicote sigue siendo lo que fue y, aunque ya haya cumplido la friolera de 90 años, sigue tan joven como siempre.
La pared de la entrada está cubierta con fotos de las estrellas más actuales y son instantáneas tomadas en los mismos lugares y con el mismo mobiliario que las del interior, de los años 40, 50 y 60. Total, que estar allí es respirar historia y trasladarte a un mundo de glamour. Como reza su cartel de la entrada y que preside la barra: “En 1931 Perico Chicote fundó en este local su histórico bar, para mezclar bebidas, vidas y opiniones… Para que opiniones, vidas y bebidas convivan”. Y así ha sido y sigue siendo.
De hecho, nosotros nos sentamos en la mesa habitual de Ava Gardner, todo un privilegio. Allí fue donde Perico Chicote presentó a la artista a Luis Miguel Dominguín y hasta allí llegó un enfurecido Frank Sinatra, su entonces marido para poner un poco de orden en los escarceos del “animal más bello del mundo”. Desde luego, Perico Chicote era el alma mater del lugar. Era un gran amigo de sus clientes. Vivía por y para Chicote y eso, ellos lo percibían.
En el local, pudimos ver de cerca su mítico teléfono, parte de su suelo original o, como decíamos sentarnos en sus sillones y mesas originales, que bien podrían estar en un museo. El actual encargado de Museo Chicote, Jaime Caruana, nos contó que la famosa puerta trasera por la que escapaban las estrellas de ser fotografiadas por la prensa y que daba a la calle La Reina, ya no era propiedad de Museo Chicote, pero era donde estaba el famoso museo de botellas y donde estaba el reservado.
Como os contaba, estuvimos sentados en un lugar privilegiado y allí probamos algunos de los famosos cócteles de la amplísima carta de Museo Chicote. Una servidora optó por el favorito de la Loren, el Negroni, un clásico de aquí y también probamos el Mojito que, aunque no tenga mucha tradición, lo preparan riquísimo. El contemplar la preparación de los cócteles por los barman de Museo Chicote es magia, pura alquimia. Preciosas botellas serigrafiadas con la marca de la casa, rayaduras de fruta, unas gotitas de un frasco de cristal, mucho hielo y agitar en la coctelera… “et voilà!”.
Una genial mezcla de sabores que serán música para las papilas gustativas más exigentes. Os aseguramos que no sabréis por cuál decantaros de la amplísima carta. Paraos a leerla porque merece la pena. Nos cuentan que, bebiendo un Martini Salvador Dalí se cortó con la copa y una gotita de su sangre cayó en la bebida. Le hizo tanta gracia que rebautizó al Martini con su nombre y, desde entonces, el Martini de Chicote lleva unas gotitas de granadina, emulando a la sangre del pintor surrealista.
Muchos no saben que en Museo Chicote cuentan con una carta de raciones muy cuidada y exquisita. Nosotros quisimos probar el canelón de capón gratinado con bechamel tartufada y parmesano; las croquetas melosas de jamón ibérico; las gyozas de pato con salsa de soja y jengibre y las brochetas de pollo a la parrilla con salsa yakitori. Todo estaba exquisito. Genial materia prima y un toque exquisito y renovado. Probamos los postres, por supuesto: la tartaleta de limón y merengue y la tarta caliente de chocolate intenso y también, espectaculares. Todo ello, lo maridamos con coctelería, porque ¡¡¡estábamos en Chicote!!!
Desde luego fue toda una experiencia beber y comer en un lugar que conserva su esencia. En el que puedes decir: si este sillón en el que estoy sentada, pudiera hablar… Y aunque hoy conserva intacta su historia viva entre sus paredes, también ha sabido adaptarse con una novedosa cocina y brunch o con una mesa en la que, cada fin de semana, podéis disfrutar de un DJ en directo… Todo ello para que nos sigamos divirtiendo en Chicote, como lo hacían las grandes personalidades de Hollywood y las patrias. Por todo ello, y una vez conocido este mágico lugar, he de confesar que me siento más madrileña que nunca. Me faltaba Chicote por conocer y ya lo he hecho. Por supuesto, ¡volveremos!
Pintaza!!!
Estupenda descripción del mítico Barato Chicote cuando tenga ocasión pasaré por dicho para revivir algún tiempo pasado y situar me en el presente.
Quiero decir Bar (no barato)