Las relaciones de apego son otro de los conceptos que pisan fuerte en el mundo de la educación de nuestros hijos, pero, ¿sabéis qué es exactamente y qué tipos de apego existen? Nos lo cuenta Sally Issa, psicóloga de aprenderT.
John Bowlby definió la conducta de apego como “Cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido”. Estudios recientes prueban que las relaciones afectivas que el niño tenga en la infancia influirán en un desarrollo adecuado en su personalidad adulta.
El apego es un conjunto de conductas que tienen como objetivo mantener los cuidados de un adulto. Estas son las características de estas conductas:
- Contacto sensorial: es decir, contacto corporal entre el bebé y su cuidador o, lo que diríamos las madres y los padres, la importancia de las caricias.
- La seguridad: pero una seguridad que permite la exploración del entorno por parte del niño de una forma eficaz.
- La ansiedad ante la separación: es normal que el niño se inquiete cuando su cuidador se va, pero es importante que recupere la calma y la confianza rápidamente cuando vuelve.
Mary Ainsworth diseñó una situación experimental llamada La Situación del Extraño (ver video), en la que se puede observar un equilibrio entre estas condiciones y distintos tipos de apego.
Apego Seguro
El niño explora el entorno activamente cuando su cuidador está con él, con menos intensidad cuando se va, momento en el que protesta y se enfada. Al volver el cuidador, el niño se calma y vuelve a explorar con la misma intensidad del inicio.
El cuidador es una figura receptiva, cálida, siempre disponible, que entiende al niño y lo reconforta cuando lo necesita.
Apego inseguro evitativo
El niño no expresa ninguna emoción concreta en presencia del cuidador. Explora el entorno sin tenerla en cuenta y, ante la separación, se muestra indiferente. Cuando el cuidador vuelve, evita el contacto.
Esta conducta del niño suele ir precedida de una relación de rechazo, rigidez o carencia de contacto físico del cuidador hacia el bebé, por lo que el niño ha interpretado que no cuenta con el apoyo de su cuidador y adoptan una postura defensiva.
Apego inseguro ambivalente
El bebé no explora su entorno en presencia de su figura de apego y se pone muy nervioso durante la separación. Cuando el cuidador vuelve, el niño se muestra enfadado, resentido y reacio al contacto físico. La presencia del cuidador no lo consuela.
En el pasado el niño puede haber vivido conductas inconsistentes por parte del cuidador a la hora de aliviar su angustia, lo que hace que le considere inaccesible y haya interpretado que no hay garantía de que los demás responderán a sus necesidades.
Apego inseguro desorganizado
Los niños manifiestan una gran confusión en sus conductas. Pueden estar confusos e incluso temerosos delante de su figura de apego, mostrar conductas agresivas o manipulativas, afectuosas o tímidas con el cuidador. Tras la separación, cuando vuelve su figura de apego, los niños pueden mirar hacia otro lado y evitar el contacto con su cuidador o mostrarse tristes.
Esto suele significar que el cuidador ha sido inaccesible o provoca miedo al niño, lo que crea una gran confusión en el niño porque sentir miedo les hace buscar a su cuidador principal que, paradójicamente, es su fuente de miedo.
Como conclusión podríamos resumir que la actitud más sana para conseguir un apego seguro es
- Ser sensible y empatizar con los sentimientos de nuestros hijos.
- Aceptar las peculiaridades del niño.
- Cooperar con el niño tendiendo en cuenta cómo es y qué está haciendo.
- Estar disponible para el niño ante sus señales y reconfortarlo si nos necesita.
- No olvidar las caricias y la expresividad emocional
- Ser coherentes y consistentes en nuestras respuestas. Que el niño sepa qué esperar de nosotros como cuidadores.
- Dejarle explorar, evitando riesgos para su salud.
Si queréis saber más sobre las relaciones de apego, podéis contactar con aprenderT en nuestra sección de consultas o en sus talleres y cursos.