Esta Semana Santa ha sido como las de años atrás cuando era pequeña, a excepción de que ahora estoy casada y tengo dos niñas, pero salvo eso, todo ha resultado igual y he pasado los siete días de vacaciones en el pueblo de mis padres, un lugar en el que, como decía mi abuelo Emiliano, “el aire corre puro porque no lo ha tocado nadie”; un rincón de la geografía española, y más concreta de la abulense, por el que recomiendo dejarse caer alguna vez, y no para visitar sus monumentos, disfrutar de su gastronomía o adentrarse en sus tradiciones, que también, sino por la paz y la tranquilidad que allí se concentra.
“¿Por qué te gusta tanto tu pueblo?”, me preguntó una amiga una vez, y la respuesta es muy sencilla: para mí es un spa urbano. No hay cobertura con el móvil (solo si eres movistar o si te conectas a la wifi en un punto concreto del mismo), los semáforos y/o pasos de cebra son los grandes ausentes, el único bar que hay solo se monta en verano o Semana Santa, las tiendas son las furgonetas de comerciantes que acuden una vez a la semana para suministrar comida a los cinco habitantes que viven allí a lo largo del año (entre ellos, la señora Josefa, que acaba de cumplir 86 años y hasta este año tenía su propio huerto) y es el mejor plan para ir con niños porque allí puedes hacer algo muy sencillo y natural: dejar que sus piernas corran y dejen volar su imaginación.
En Gallegos de Sobrinos (a 150 kilómetros de Madrid por la carretera de la Coruña y a 37 de Ávila) las alternativas de ocio tal y como las conocemos los de la gran ciudad no son las mismas. Lo primero que puedes hacer es pasear por sus calles y dejar que tus hijos correteen sin temor a que se les atropelle un coche, porque el único motor que se escucha es el del tractor de Tines o del señor Gonzalo. Puedes ir jugando con ellos y que busquen en las casas de piedra de las calles inscripciones antiguas. Esas piedras son las que estaban en la Torre, uno de los lugares para visitar en los alrededores. Allí puedes ir de excursión con unas galletas y un poco de agua y ver vestigios de otra época. Cuentan que en este lugar hay un pasadizo, pero nadie aún lo ha descubierto. Desde allí te puedes acercar a la ermita de Nuestra Señora de la Virgen del Espino y ver su retablo del siglo XVI. Sin embargo, para ver a la Virgen del lugar, tendrás que acudir a la Iglesia Parroquial de San Cristóbal del Monte, cuyo retablo es más moderno, del 2015, hecho por los habitantes y veraneantes del pueblo durante un estío, y es que una de las cosas bonitas de este rincón es que todo el mundo se ayuda.
Pero si tus hijos son de poco caminar y más de hacer deporte, acércate a la era del pueblo con un balón de fútbol y echaros un partido mientras los más pequeños se montan en los columpios. O pasaros por el frontón y organizar un mini-torneo. Recuerdo que una vez una familia se llevó una red y se montó su propia pista de tenis allí mismo. Todo vale, aunque si hay algo que puede por encima de todo son las bicicletas, ¡es el transporte oficial! Busca hueco en el maletero porque no te arrepentirás.
Para los amantes de la naturaleza, Gallegos es el enclave perfecto. Gallinas, caballos, yeguas, vacas, corderos… cualquier animal se puede cruzar en tu camino. Por último, si lo tuyo es más hacer un turismo gastronómico, toma nota. Si vas en septiembre, puedes ir a coger zarzamoras por los alrededores; en cambio, si optas por octubre-noviembre, lo que toca es recolectar bellotas. Y siguiendo con productos caseros, en la gasolinera del pueblo anterior, Muñico, puedes adquirir queso de cabra, y en el siguiente a Gallegos, Cabezas de Villar, leche de vaca recién ordeñada.
Como ves las opciones son inmensas. Tú eliges si pasar el día o hacer noche, porque a pesar de lo pequeño que es, hay casa rural, El descanso.
Pd. Gracias a mi hermana Maite por ayudarme a recordar todas las cosas buenas de mi pueblo.
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Que ideal es pura naturaleza . Para mi lo que más me atrae son los pueblos pequeños que conservan su olor a pueblo y a pinares .
Leche de vaca recién ordeñada… Por dios! Eso sí es delicatessen!!
Me encanta el post, me has hecho volar 🙂
Que encanto tienen los pueblos que te hace desconectar de las grandes ciudades y respira un aire tan puro,
Me ha encantado como siempre