Llevaba mucho tiempo viendo reportajes del Tren de la Fresa en los medios de comunicación y siempre me pareció una excursión muy atractiva. Por fin este sábado nos decidimos a realizarla y he de confesar que superó con creces nuestras expectativas.
Por un lado, la compra de billetes es muy cómoda porque la puedes realizar por Internet en la página de Renfe. Por otro, además del traslado en este antológico tren, puedes elegir entre dos planes a realizar allí. El primero es la visita guiada al Palacio Real y la entrada al museo de Falúas Reales. Y el segundo es un recorrido en barco por el río Tajo y dos visitas guiadas, una a los jardines del Príncipe y otra a los de la Isla. Nosotros, yendo con niñas pequeñas, elegimos la segunda opción. Eso sí, hay que tener en cuenta que para esta opción hay pocas plazas disponibles, por lo que hay que estar allí con tiempo porque no se puede reservar por Internet.
Durante toda la semana mis hijas estuvieron emocionadas porque les contamos que íbamos a ir a una ciudad muy bonita, con un palacio muy grande y unos jardines preciosos, donde vivían reyes, reinas, príncipes y princesas. Que íbamos a hacer un recorrido en barco por un río, a comer allí y que lo mejor era que para llegar a esa ciudad iríamos en un tren muy antiguo de madera. Así que cuando llegó el gran día, aunque madrugaron bastante, se despertaron felices pensando en la excursión que por fin había llegado.
Cuando llegamos a Príncipe Pío, esperamos un poco de cola para asegurarnos el plan del barco y mientras, aprovechamos para desayunar. Por fin, nos pusieron las pegatinas del recorrido fluvial y bajamos a las vías de Renfe a esperar el deseado tren, mientras cantábamos ‘¡pipipi, popopo, fuera de la vía que paso yo!’ Cuando Carmen y Pilar lo vieron llegar a lo lejos, con esa locomotora tan chula en metal verde botella y los vagones de madera, se pusieron a aplaudir y a gritar como locas.
Cuando subimos al vagón número 2 estuvieron inspeccionando todo, incluso una cajita de madera, que escondía el mando del aire acondicionado, y que Carmen bautizó como la caja del tesoro del tren. El recorrido se hizo muy corto porque las azafatas, ataviadas con trajes de la época del tren que realizaba el recorrido Madrid-Aranjuez, en 1851, pasaban repartiendo cajitas con fresas, que estaban deliciosas. Realmente parece que el tren te traslada no solo en el espacio sino también en el tiempo. Hubo momentos en los que miraba el paisaje campestre por la ventanilla, no había ninguna fábrica, ni casas, ni poste a la vista que delatara la época actual y me trasladaba directamente al siglo XIX.
Una vez allí, nos esperaba nuestra guía para llevarnos al embarcadero, donde cogeríamos el barco para realizar el recorrido por el Tajo. Aquí tengo que hacer un paréntesis para señalar que desde la estación del tren hasta el embarcadero hay una tiradita andando de unos 20 minutos, por lo que conviene que si vais con niños peques, llevéis carro porque luego hay dos visitas guiadas por los jardines que duran unos 50 minutos cada una y en la primera de ellas las distancias entre las fuentes que se explican son larguitas. Yo llevé el de Pilar, y Carmen y ella se fueron turnando, cuando ya se cansaban de andar en los recorridos.
En el barco, las niñas lo pasaron genial. Allí te ofrecen refrescos y hacen un Trivial interactivo con los pasajeros sobre la ciudad de Aranjuez, con el que los niños disfrutan un montón. Además, el Tajo estaba precioso, con una vegetación muy espesa, lleno de niños haciendo piragüismo, de patos y tortugas y gente pescando en la orilla.
Cuando terminamos el recorrido, fuimos a los jardines del Príncipe, que cuenta con unas dimensiones mayores que las del El Retiro en Madrid. La guía fue parándose y explicando las fuentes y las niñas fueron jugando y corriendo y, aunque de vez en cuando se sentaban a descansar un ratillo, aguantaron como unas campeonas.
Después hicimos un parón para comer, tomar un heladito y descansar un rato y finalizamos el recorrido con una visita guiada a los jardines de la Isla, que son más pequeños que los anteriores y en los aprovechamos para mojarnos un poquito con los chorros de las fuentes. Al finalizar el recorrido en la fachada del Palacio Real, tienes un poco de tiempo libre, que aprovechamos para hacernos unas fotos y volver tranquilamente a la estación del tren -preciosa también, por cierto-. Después retornamos a Madrid en el Tren de la Fresa de nuevo, felices después de un día tan completo.
Durante el trayecto de vuelta, Carmen me preguntó si aún vivían las princesas y los reyes en ese Palacio tan bonito y si paseaban por los jardines. Una pregunta lógica para una niña de cinco años que se quedó con la boca abierta cuando vio la magnitud y belleza de esos Reales Sitios.