Hoy es el día de los abuelos. No somos muy fans de celebrar los días internacionales, sobre todo porque hay tantos que se pierde un poco el foco… ¡y de santos ya ni hablemos! Tenemos un nombre familiar, media familia se llama así, y cada año quedo fatal con esa media familia: olvido completamente los santos. Pero el día de los abuelos es otra cosa…
Desde que nacieron mis peques los abuelos son imprescindibles en mi casa. Les cuidan, les miman, permiten que mamá y papá trabajen, ergo saquen adelante a la familia, ergo los abuelos la sacan también adelante. Si tenéis la suerte de vivir cerca de vuestros padres y/o suegros, seguro que la gran mayoría estaréis de acuerdo conmigo en que los abuelos son pieza clave.
Personalmente, ver a mis peques con sus abuelos me despierta muchas, pero muchas sensaciones y muchas reflexiones…
Por un lado me hacen ver, como desde fuera, lo muchísimo que hicieron conmigo cuando yo era peque. No es lo mismo que tu madre te cuente cómo no dormía cuando naciste que ver cómo tampoco duerme con el nieto en brazos cuando tú necesitas desesperadamente 2 horas de sueño. Es como tener delante de ti un flashback de tus primeras semanas, uno que no recuerdas, en el que lo único que habría que cambiar sería el peinado y la decoración y ponerlo acorde a unas cuantas décadas atrás.
Me hace dar gracias al cielo una y otra vez porque mis hijos tengan la oportunidad de disfrutar de sus 4 abuelos. Somos muy, muy, muy afortunados. No se me olvida un segundo cuando los veo juntos.
Me hace quitarme la venda de los ojos: los abuelos también educan y mucho. Al menos en mi caso, así es. La única diferencia es que ellos seleccionan mucho más sus conquistas. No importa que el peque no coma todo lo que hay en el plato (¡ay de mí si ocurría eso cuando yo tenía su edad!), pero no tolerarán jamás que les falten al respeto o nos lo falten a sus padres. Sus lecciones son verdaderas lecciones de vida, no se quedan en lo anecdótico del día a día.
Sus historias son únicas, inimitables, hacen posible que mis hijos conozcan un mundo que nunca volverán y que lo conozcan tan bien que parece que hubieran crecido ellos en él. No solo los abuelos ganan una nueva infancia. También la ganan los niños.
Mis hijos saben que vienen de un lugar mucho más lejano que mamá, papá y sus abuelos. Conocen mil y una historia de sus bisabuelos, sus tatarabuelos y buena parte de la familia que hoy solo está, si hay suerte, en alguna foto. No hacen mucho caso, es verdad, aún no son conscientes de cuánto querrán recordar cada detalle cuando crezcan, pero tienen la certeza de que «esta historia no comienza aquí».
Ver a mis padres convertidos en abuelos me ha hecho vislumbrar la siguiente fase: cuando yo misma lo sea. No todo es tan fácil ni tan bonito. Los abuelos también necesitan ubicarse, diseñar su rol, ubicarse como abuelos. Para ellos tener nietos es un cambio vital casi tan fuerte como lo fue tener hijos, o eso me pareció a mí en su momento. Yo misma me percibo interiorizando los patrones que me gustan para mi yo-abuela y los que no. Es curioso cómo seguimos aprendiendo de nuestros padres ya de adultos.
Si además tenéis la suerte de contar con algún bisabuelo de vuestros hijos, estoy segura de que nunca olvidaréis su mirada cuando conoció a vuestro hijo. La ternura con la que acariciaba sus manitas consciente de que la vida es, ni más ni menos, recibir a nuevos bebés que conseguirán lo más básico: seguir mientras no estamos.
Durante un periodo de su vida, mis hijos tendrán en sus abuelos a los mejores amigos. Los más fieles, los más juguetones, los más divertidos, los mejores sin duda. Y esa lección de amor incondicional hará de los niños personas seguras, con una buena autoestima que además de crecer sanamente se lo pasan en grande.
Queridos abuelos, hoy es vuestro día, pero debería serlo siempre… ¡Muchas felicidades!