Creo que la última salida cultural, la gozó más la madre que las niñas… Fue este sábado, cuando fuimos a ver ‘Aladín, un musical genial’ al Teatro Marquina; disfruté la experiencia como si volviera a mi infancia. Y es que mi película Disney favorita es ‘Alladin’. Ya hace algunos meses que la puse en casa por primera vez, para descubrírsela a Carmen, palomitas en mano y, desde entonces ya me ha demandado verla alguna que otra vez. Creo que le gusta tanto como a mí.
Cuando le dije a íbamos al musical de Aladín, se quedó encantada. El viernes, por supuesto, me pidió ver la peli una vez más y cuando llegamos el sábado al Marquina y vio los cartelones con las imágenes del espectáculo en la fachada, empezó a preguntarme por cada uno de los personajes. Una vez dentro, dejamos la silla en la entrada del teatro y en la sala, nos acomodaron en los asientos. Tengo que romper una lanza en favor de la configuración de este teatro ya que, además de ser grande y muy chulo, el suelo tiene la inclinación adecuada para que la mayoría de los niños no necesite alzador y vea el escenario perfectamente (punto positivo).
Justo antes de dar comienzo la función, la voz del Genio hace su aparición en la sala anticipando las dosis de humor para grandes y pequeños que tendrá el espectáculo.
En cuanto se levanta el telón, la primera imagen que el espectador ve, deja clara la calidad y espectacularidad que tendrá la obra por lo cuidado de la escenografía y su colorido (como sabéis, la historia se desarrolla en Oriente, concretamente en Arabia).
Los efectos técnicos, la iluminación y el vestuario también son geniales. De hecho, hay un momento en la obra, especialmente mágico y sólo apto para románticos, en el que la alfombra sobrevuela el cielo de Agrabah, con la princesa Yasmín y Aladín encima. Y otro momento espectacular en el que Aladín entra en palacio a lomos de un elefante, que mi sobrina Valeria me preguntó si era de verdad y después de contestarle que no, siguió diciendo: ‘ya lo sabía porque he visto las ruedas…’). Sobre el vestuario tengo que decir que desde que vimos las imágenes de la obra en Internet, Carmen quiere tener en su armario el vestido de Yasmin. Imaginaros colorido, brillos y gasas… Vamos, todo lo necesario para que una niña de cuatro años quede prendada.
La banda sonora del musical es excepcional. Canciones pegadizas, con letras muy cuidadas y música de lo más variada, que Pilar (dos años) bailaba constantemente en su asiento. Al finalizar cada pieza me miraba y me decía ‘quieo má’ (quiero más). No obstante el Genio es un bailón y nada más salir de la lámpara, lo primero que hace es marcarse un baile al más puro estilo Broadway.
A la escenografía, el vestuario, los efectos técnicos, el colorido y la música, se añade otro punto a favor de la obra: las notas de humor para adultos y niños. Los puntos humorísticos destinados a los más pequeños de la casa son más tipo ‘payasadas’. Los niños se parten de risa con las tonterías del Sultán, un poco alelado; con las de Yago, el ayudante de Jafar (que en la peli de Disney es un loro) o con las del Genio que con su mala memoria no para de llamar a su amo Botiquín, Paquirrín, Tomasín… De todo, menos Aladín. Para los niños más mayores y los papás, el musical tiene puntos muy buenos, como cuando Yago quiere hacer volar la alfombra y le canta ‘Volare Oo’, ‘Volando voy, volando vengo’ y ya harto termina por bailar al son de ‘Single Lady’ de Beyonce, junto con el ‘malvado’ Jafar.
En definitiva, lo pasamos pipa bailando y cantando con el simpático Genio; el buen Aladín y la guapa Yasmín. Una tarde musical sin duda ¡genial!