¡El oxígeno que dan las escapaditas de fin de semana! Y, si son a lugares cercanos, mucho mejor porque se aprovecha más el tiempo. Este fin de semana nos hemos escapado a Aranda de Duero, una zona maravillosa para ir con niños o en pareja. A menos de dos horas de Madrid, la comarca aúna patrimonio, naturaleza, cultura, gastronomía y, por supuesto, buenos vinos, con su DO Ribera del Duero. ¡Os contamos todos los detalles!
Nos alojamos en el hotel rural Las Baronas, a diez minutos de Aranda de Duero, en un pequeño y atractivo municipio llamado Santa Cruz de la Salceda. La edificación del hotel es una casona de piedra, con dos plantas, la segunda, abuhardillada. Sus habitaciones son preciosas y también cuenta con bar y restaurante. Su propietaria, Nuria es un encanto de mujer, además de una gran cocinera y os asesorará turísticamente. Nuria también es la propietaria del Museo de los Aromas, que no debéis dejar de visitar si vais con niños y que está justo enfrente del establecimiento. Otro de los puntos fuertes del hotel es la gastronomía. Os recomendamos que comáis en su restaurante, nada caro, cocina casera y deliciosa. El hotel cuenta también con piscina que, en temporada debe ser una pasada. Merece la pena perderse en Santa Cruz de la Salceda, muy preparado para los más pequeños, con parques, tirolinas, pistas deportivas… Volveremos cuando llegue el verano a pasar un fin de semana. Además, nos dijeron que el pantano de Linares estaba muy cerquita y que realizaban actividades acuáticas.
Asador Baldíos
Desde luego, uno de los atractivos fundamentales de Aranda de Duero es su gastronomía y su vino. Por eso, nuestra primera visita fue a una bodega, que cuenta, en su interior, con un asador. Su nombre: bodegas García de Aranda y Asador/Terraza Baldíos, ubicada justo en la ribera del río Duero. En primer lugar, Javier, uno de los propietarios de la bodega, nos hizo una visita guiada, en la que descubrimos lo maravillosamente cuidado y conservado que tenían este negocio familiar. Esta familia ha sabido reinventarse y, dentro de la bodega, ha creado un espacio gastronómico y cultural fabuloso, que cuenta con una amplísima terraza con mucho encanto, con una cafetería más informal para tomar unas raciones y con un restaurante asador. Todos estos espacios decorados con mimo y esmero.
En la visita a la bodega, Javier nos explicó el proceso de fabricación y conservación de sus vinos. Los tipos de uva de la subzona. El concienzudo trabajo de recolección, prensado, filtrado, envejecimiento… O la creación de nuevos vinos por los enólogos. Todo ello, puro arte. Y es que el arte se respira en cada rincón de las instalaciones de estas bodegas. Las paredes de los depósitos del vino están cubiertas de preciosos murales y también realizan exposiciones de pintura itinerantes.
A la salida de la bodega, pudimos disfrutar de la maravillosa terraza y degustar los vinos, sentados en un cómodo sillón. Esta terraza es una gozada cuando brilla el sol y por la noche tiene magia por su iluminación. Javier, su propietario, nos contó que hacen muchísimas actividades: la fiesta de la vendimia, en septiembre, con pisado de uva para peques; conciertos, monólogos, noches blancas… El interior del asador Los Baldíos es un espacio espectacularmente decorado y su gastronomía no se queda corta tampoco.
Disfrutamos de un menú degustación, a base de los productos de la tierra burgalesa: entrantes compuestos por morcilla, mollejas, bollos preñados hojaldrados, sopa castellana con huevo escalfado y, por supuesto, el tradicional lechazo, hecho en el horno de leña que preside el Asador, todo acompañado por el pan del lugar, la torta arandina. No os imagináis lo ricos que estaban todos los platos, recién hechos y con una materia prima de diez. Cerramos este suculento menú con un surtido de postres caseros de la casa. Todo ello, lo maridamos con el nuevo crianza de estas bodegas que os tenemos que recomendar: El Sueño del Ceporro.
Tampoco debéis dejar de descubrir el patrimonio de Aranda de Duero. Pasear por su famosísima calle de La Isilla, la más comercial, que desemboca en la iglesia de Santa María la Real, una joya con un impresionante pórtico gótico isabelino, que conserva intacta gran parte de su policromía original. El interior del templo no es menos majestuoso. La iglesia de San Juan, también con portada gótica y que precede al puente romano de Aranda, lleno de patos y gansos, es otra de las joyas arandinas. No dejéis de pasear por los arribes del Duero. ¡Una delicia!
Las bodegas subterráneas
Otra visita obligada en Aranda de Duero son sus bodegas subterráneas. Nosotros estuvimos visitando dos de ellas: la de El Lagar de la Isilla, un establecimiento tradicional de Aranda y otras de una peña privada, propiedad del restaurante en el que comimos el domingo: La Pícara Gastroteca que ¡no os podéis perder! Las bodegas subterráneas son entramados que recorren el subsuelo del municipio. Son muy curiosas ya que, en estos lugares tan mágicos, se conservaba tradicionalmente el vino en Arganda, a temperatura constante. ¡Vuestros peques alucinarán recorriendo estas misteriosas galerías!
En La Pícara Gastroteca pudimos hacer una cata comentada de los blancos DO Ribera del Duero. ¡Sí, sí! Aunque os suenen menos, en esta comarca también hay vinos blancos ¡y qué vinos blancos! Es lógico que cuando pensamos en los vinos Ribera del Duero, automáticamente, nos vengan a la cabeza los tintos, aunque solo sea por la abundancia de la uva tempranillo -en la comarca cuentan con 23.000 hectáreas de Tempranillo, frente a las 500, de Albillo Mayor, la uva blanca autóctona-. No fue hasta 2019 cuando el Consejo Regulador permitió el etiquetado de los blancos como DO Ribera del Duero. Y dicho esto ¡tenéis que probar los blancos DO Ribera del Duero! Nosotros hicimos una cata de tres: El Lebrero, Ferratus y el Requetefeliz y todos ellos nos parecieron de sabores, originales y nos encantaron.
Como os decíamos, no os podéis marchar de Aranda de Duero, sin comer o cenar en La Pícara Gastroteca. En su cocina, Sandra Chicote, la mujer de Félix, el propietario, realiza una cocina con producto local, pero muy diferente de la tradicional. Su especialidad es la cocina de vanguardia y disfruta muchísimo haciéndola. Para que os hagáis una idea, nosotros comimos lechazo, sí, pero deshilachado, dentro de pan bao y acompañado por lombarda encurtida y rúcula; también tomamos manitas de cordero, pero deshuesadas, envueltas en crujiente de masa filo y acompañadas por una bola de choripán. También tomamos una hamburguesa de sepia con emulsión marina y cebolla caramelizada que estaba impresionante, pasta wonton rellena de langostino, verduritas y soja y mango o ceviche de viera con salsa kimchi sobre lima. Todo ello delicioso, pero, sin lugar a dudas, una de las cosas más ricas que he probado en mi vida, fue el postre: croqueta dulce con chocolate blanco, cuajada y queso, acompañada de mermelada de vino. ¡Con razón se llevó el premio a la mejor croqueta de Burgos!
En definitiva, tenéis que apuntar en vuestras próximas escapadas con niños, Aranda de Duero. ¡Un acierto!