Hace tiempo fuimos a una clase-taller de Movimiento Creativo en Familia dirigida a madres y padres con niños menores de 24 meses en la Sala Neuronilla, en la misma plaza de Tirso de Molina.
La verdad es que el vídeo de su web deja bastante claro qué se hace en estas actividades: movernos con los niños, bailar, saltar, correr, fingir el vuelo de un pájaro, el reptar de una serpiente o el giro de un croqueta (mi favorito).
Pero no, no es como pensáis. Estáis pensando que jugáis con el niño a rebozarle cual croqueta. No es eso. Estáis pensando en bailar con el niño. Tampoco es así. Ni se le hace saltar, ni se le coge en brazos para que vuele o se le ayuda a reptar por el suelo. Nada de eso.
«Este es un espacio para repestarnos», dijo Laura, directora de Movimiento Creativo en Familia, nada más comenzar la sesión. «No queremos mandar a nadie. Queremos que cada uno haga lo que de verdad le apetece». Lo de no mandar a nadie iba claramente dirigido, creo yo, a las mamás allí presentes (lo siento papás, pero aquel día sólo éramos mujeres). En resumen, de eso se trataba: de respetar a nuestros hijos y de que ellos nos respetaran a nosotras.
Y comenzó el juego y el baile. Sonaba la música y cada uno iba a su aire, bailando como quería y pensando en sus cosas. Muchas madres disfrutando de ver cómo sus niños se separaban de ellas entre desconocidos, recorrían la sala de punta a punta y volvían al poco a buscarlas con la mirada. Un espacio abierto, libre y seguro en el que moverse con calma y relajarse.
Realmente eso fue la tarde: relajada. Y también divertida, mucho. Los niños iban y volvían, se sentaban, daban vueltas, se paraban a mirar a los demás cuando querían… Y lo mismo hacíamos las madres. Buscándonos y buscando el cariño del otro y, de vez en cuando, encontrando por el camino el cariño de otros niños que también buscaban mimos. ¿Raro? No tanto, porque el ambiente estaba lleno de ternura. ¿Sería por eso del «respeto»?
Al final de la sesión, relajación para las madres que se dejaban hacer cosquillas por su peques armados con plumas de colores y acababan recostándose sobre ellas pacíficamente. Una delicia de tarde. Ni más ni menos. A mí me parece mucho.