Había ya muchas ganas de volver al teatro, pero, sobre todo, de volver al Lara, uno de mis lugares preferidos de Madrid. Hemos vuelto este fin de semana y por la puerta grande con “Cádiz”, una comedia para adultos que os tocará la fibra y os hará reír a partes iguales.
“Cádiz” es una oda a la amistad con letras mayúsculas. Una comedia que trata sobre las amistades de toda la vida y cómo, con el paso de los años, las personas van cambiando, aunque esas amistades perduren para siempre. Seguro que, a vosotros, igual que a mí, os pasa que estáis deseando quedar con vuestros amigos de siempre, que no los veis más a menudo por las obligaciones diarias, pero cuando por fin, hacéis esa quedada para la que es necesario auténtica “ingeniería de calendario” es como si el tiempo no hubiera pasado, como si vuestra complicidad siguiera intacta, aunque llevéis meses sin veros.
De eso trata “Cádiz”; de la relación de tres amigos, que han llegado a los cuarenta y la vida de cada uno ha tomado un cariz diferente. Uno tiene un trabajo cualificado fijo, un matrimonio y una hija; el otro aún vive con sus padres y se niega a volar del nido y a “madurar” y un tercero que lleva una vida a lo “Carpe Diem” desde que le tocó la lotería y se separó de su mujer, después de ponerle los cuernos con una vecina veinteañera. Y aunque parezcan muy diferentes les une una amistad desde la niñez, un viaje a Cádiz que aún saborean en cada reencuentro, una complicidad cada vez que se juntan en torno a unas cerves o a una botella de ron o whisky, parte fundamental de la obra. A pesar de que saben que nunca volverán a Cádiz, pero Cádiz siempre vivirá en ellos. Y con la banda sonora de Perales de fondo.
Durante toda la obra salen a relucir las miserias de estos tres amigos: Eugenio (Fran Nortes, quien además es el artífice del texto), que es el “responsable” del grupo; Adrián (Nacho López), que es el “viva la vida” y Miguel (Bart Santana), que es el “Peter Pan”. Unos intentan dar consejos a los otros en cada uno de sus problemas: separaciones, despidos del trabajo, fobia al compromiso, infidelidades… Todos los miedos y traumas que pueden atesorar tres cuarentones salen a flote en esta obra y todo ello en clave de humor, ya que no paramos de partirnos de risa en toda la obra. Te ríes de esos miedos, y eso es algo que viene genial en la época que vivimos. Yo os recomiendo el humor en el teatro, esas risas como tratamiento, como bálsamo.
Los tres actores lo bordan, cada uno en su papel. Miguel se mete a la perfección en ese carácter de “hombre simplón” que vive feliz tal y como es, sin necesidad de complicarse la vida, tenga la edad que tenga. Adrián, por su parte, también clava ese deje chulesco, de mujeriego, nuevo millonario y vividor. Y mi favorito, sin duda, es Fran Nortes, me encanta cada cara de “no aguanto a estos dos” y su aire paternalista imponiendo consejos, que más bien son órdenes a sus dos amigos.
Pero para mí lo mejor de esta obra es que empatizas con los personajes porque todos tenemos la amiga o amigo con el síndrome Peter Pan y el miedo al compromiso; el amigo fiestero que quiere vivir la vida al límite y también el responsable, que es el que pone freno a las fiestas para que no se vayan de madre… Y esto es lo bueno de “Cádiz”, que haces tuyos los personajes, que vives la obra como tuya propia porque te identificas con alguno de ellos (o con varios). Nada más salir de la obra empezamos a comentarla y yo le dije a mi cuñado Sergio que él me recordaba muchísimo a Eugenio, ¡que hasta se me parecía físicamente a Fran Nortes! Y él me reconoció que habían clavado su trío de amigos de la niñez en ¡todo! Que cada personaje era muy similar a cada uno de ellos.
Una de los aspectos que más me gustó de la obra fue la escenografía, que, con poquísimos elementos, logran emplazar al público a las diferentes casas de los tres protagonistas. Y esa puerta… Esa puerta que ellos mismo mueven y que igual es la entrada principal de la casa, que la del baño o la del salón y aunque os pueda parecer chocante está tan bien hecho, que te mete en cada escenario, en cada lugar y te envuelve como si hubiera habido un cambio total de escenografía y ornamentación. ¡Genial!
No quiero terminar este artículo sin hacer referencia a algo que nos preocupa mucho a todos a la hora de hacer ocio fuera de nuestras casas: la seguridad. Nos sentimos cien por cien seguros desde que entramos hasta que salimos del Teatro Lara. La organización del Teatro se ha encargado de cuidar la seguridad al milímetro. Además de gel hidroalcohólico y desinfecciones entre funciones, es obligatoria la mascarilla durante toda la función y te lo recuerdan por megafonía. Se accede por la puerta principal y al finalizar la función, que es cuando más aglomeración puede haber, la fila par sale por un lugar, a la calle trasera y la impar y los palcos por la misma de la entrada. Además, hay butacas libres que no se ocupan entre cada persona del público. Incluso los actores, cuando abandonan el escenario y bajan al patio de butacas, utilizan la mascarilla y ellos mismos, se saludan con el codo, amoldándose a la normalidad del momento actual.
Así que, si eres como nosotros, de los que en agosto se queda en Madrid, te proponemos este planazo para echarte unas buenas risas con buen teatro. Las entradas se compran online (de momento, no hay venta en taquilla por la situación actual) en www.teatrolara.com.
Sin duda, leyendo el artículo de María Cerrato, te entran unas inmensas e irreprimible a ganas de conectarte al ordenador y solicitar entradas para ver Cádiz en el Teatro Lara.
Enhorabuena!!!