Escribo este post un tanto indignada. Bueno, no indignada, pero un poco hastiada, hartita de leer máximas: que si el pecho, que si el biberón, que si trozos, que si purés… qué manía de poner estas máximas como titular de los artículos, para que todos tengamos que plantearnos, sí o sí, cómo estamos haciendo las cosas. Cómo si no nos lo planteáramos suficientemente antes de hacerlas.
Acabo de leer un artículo sobre por qué no es bueno obligar a comer a los niños. Y aunque sutilmente, te deja claro que es innecesario, la opinión de la calle, a la que da pie este titular, es que si lo haces, eres una madre (o padre) medio talibán que no respeta la libertad de sus hijos. Porque tienen derecho a decidir, porque ellos saben qué sienten, porque tienen sus tiempos, porque resulta agresivo meterles una cuchara en la boca con comida que detestan mientras les sujetas las manos o los distraes con las moscas que pasan… No es una escena bonita, estoy de acuerdo. Es fea y desagradable para ambas partes, pero ¿no es un poco radical pintar a los padres como ogros que sobrealimentan a sus hijos?
Qué pasa si vuestros hijos son ese tipo de niños que no comen. De esos que viven prácticamente del aire. Preguntad a alguna madre con niños así: los hay. Si no los fuerzas, al menos un poco, no comerán nada. Pueden hacerlo. Desde mi experiencia os doy mi opinión, aunque esta vaya en contra de lo que dice Carlos González, al que admiro: personalmente creo que no todos los niños comen lo que necesitan siempre. Hay épocas en las que parece que su cuerpo les pide menos de lo que gasta: Algunos pueden sobrevivir con una bolsa de gusanitos o un trozo de pan un día entero si eso es lo único que les gusta. Y vete tu a controlar que no se coman esa bolsa de gusanitos que abuelos, tíos o amigos les dan aunque tu norma sea que nada de sucedáneos hasta la cena.
Hablo de casos en el extremo. La mayoría de los niños come lo que necesita, incluso si eso supone probar nuevos alimentos que no les llamen la atención a primera vista, pero no todos. Sus padres generalmente se angustian, se ponen nerviosos, se preocupan, se culpan… y sobre todo temen que su hijo pueda enfermar por esto. Son muchos los padres que hablar con verdadero horror del «malcomer» de sus hijos.
Personalmente os diré que no obligo a comer a mis hijos porque, afortunadamente, comen bastante bien. Están abiertos a probar cosas nuevas casi siempre y, si no les apetece, se buscan la vida para no quedarse con hambre con lo que menos les disgusta de entre lo que ven sobre la mesa. O se levantan y cogen lo que quieren. No les digo nada a menos que lo elegido sea solo chocolate u otras chuches. Estoy decidida a que la hora de comer sea agradable para todos. Nunca he tenido que preocuparme por si comían o no porque sé que comen lo que necesitan y que hay periodos en que comen más y periodos en que comen notablemente menos. Y cuando no comen, me echo a temblar porque en dos días tenemos algún virus que manifiesta su presencia. Soy una afortunada, lo sé. No siempre es así.
Sólo hay una norma básica: no picar entre horas ni abusar de las chuches (siempre que estén a mi cuidado, si los tienen las abuelas, me relajo, no queda otra). Llámese chuche a todo aquello que les gusta, desde bollos hasta peras de temporada de las que pueden hincharse antes de la cena pero con las no me libraré de darles una recena a las 2 de la mañana. Ha pasado. Es un caso real.
Manteniendo eso más o menos estricto, en casa las comidas son un momento tranquilo. Excepto cuando lo ensucian todo y te toca limpiar una hora entera después de la comida para ponerlo todo en su sitio. ¡Qué vamos a hacer, es así y es bueno que coman solos (que sí, que viva el BLW), pero algunos días fastidia mucho y darías lo que fuera por dárselo tu sin manchar nada nada!
Sin embargo, a mi madre yo no se lo puse tan fácil. Yo era de esas niñas que no comía apenas. Podía vivir con el vaso de leche del desayuno y el de la merienda (los bocadillos no entraban en mi dieta a menos que fueran de chocolate, con mucho chocolate y muy poco pan). Iba por debajo de todo percentil posible, años por debajo. Me llevaron a especialistas por temas de crecimiento y la respuesta fue siempre la misma: «si no come, no crece. Pero si no es de comer, no va a hacerlo». Me daban vitaminas que abrían el apetito y ni por esas. Finalmente, les recomendaron que me dejaran en paz, como decía el artículo que os contaba. Yo creo que intentando dar algo de paz mental a mi pobre madre.
Ella lo intentaba, lo de dejarme en paz. Pero lo pasaba muy mal. Recuerdo un periodo en que me retiraba el plato lleno cada día porque le había dicho el médico que me pusiera lo que me tocara y me lo quitara cuando todos habían acabado. Si no había comido, esa sería mi merienda o mi cena de nuevo hasta que la comiera. Yo era feliz porque las discusiones habían acabado, pero la comida acababa intacta en la basura tras tres o cuatro intentos. Mi madre lo pasaba fatal y con triquiñuelas de todo tipo conseguía que comiera un par de bocados. Y sí, la recuerdo desesperada metiéndome la comida en la boca a la fuerza y yo completamente asqueada. No era agradable. Yo lloraba, ella creo que también… pero durante unos años, fue la única forma que tuvo de hacerme comer. No lo hacía en cada comida, pero sí en algunas, apuesto a que lo hacía cuando más desesperada estaba. Se sentía fatal pero al menos sabía que algo había metido en el cuerpo porque cuando no lo hacía, el hierro se me iba por los suelos y otras tantas vitaminas. Andaba por ahí anémica perdida y feliz de no tener que comer.
Y mi pregunta es: si ese es vuestro caso, si vuestro hijo no come N-A-D-A… ¿serías capaz de no obligarlo a comer? Porque sinceramente, yo creo que haría lo mismo que mi madre… Me parece de tener un autocontrol extremo permanecer tranquilo cuando estás seguro de que tu hijo va a morir de hambre. Y si no lo ves comer, eso es lo que tu mente cree.
Es muy bonito decir que hay que dejar a los niños, que ellos se autorregulan. No digo que no sea cierto, los médicos lo saben mejor que yo, pero qué padre o madre del mundo puede soportar ver cómo sus hijos no comen absolutamente nada durante días. Yo no podría…
Así que lanzo toda mi comprensión a las familias que fuerzan a comer a sus hijos porque estoy segura de que la gran mayoría lo que busca no es que sus hijos tengan grandes lorzas que lucir, sino que sobrevivan con algo de comida saludable en el cuerpo. Ánimo, paciencia y templanza. No es fácil de conseguir, pero la etapa (por larga que sea) pasará, seguro. ¡Siempre pasa! Bastante tienen con lo que tienen como para que andemos juezgándolos… ¿no os parece?
Y si tenéis trucos mágicos… ¡por favor, compartid! Haréis muy felices a unos cuantos padres 🙂
los bebes deben aprender muchas cosas importante para su buen desarrollo y es conocer la entretencion de comer sanamente.
Buenas…esta genial tu articulo, es justo lo que necesito..
me ayudo mucho para aprender un poco más en internet,
te felicito :).
Adios
Es difícil dibujar la línea entre el «sí hay que forzarle a comer» y el «me estoy pasando con la obligación»… aunque para evitar ese problema yo lo que hago es tirar de zumos y santas pascuas. Le encantan batidos y demás
uy, yo no sé si los zumos son una solución… como medida de urgencia desde luego que sí, como versión sana de las chuches, pero si lo que queremos es enseñarles a comer… aunque seguro que a muchos padres la idea les resulta interesante 😉