Seguimos con el propósito de aprovecharnos de los beneficios que tiene la naturaleza para los niños y para los mayores, y en nuestro objetivo por pasar un día en el campo hemos descubierto Talamanca del Jamara, un pueblo a menos de una hora de Madrid -claro, todo depende dónde vivas- que puede hacer las delicias de todos los miembros de la casa. ¿Me acompañas?
Talamanca del Jarama es uno de esos sitios que tienes que visitar al menos una vez al año porque engloba un poco de todo. Historia a través de sus monumentos: su muralla construida en la época de Muhamad I, el puente romano de los siglos I o II después de Cristo o la ermita barroca del siglo XVII; cultura con su Paseo del Cine, donde cada año se rinde homenaje a actores del séptimo arte que guardan una relación con la localidad (Juan Gea, Juanjo Puigcorbé o Mariano Ozones) o con lugares en los que podrás sentirte todo un héroe medieval. ¿Sabías que en Talamanca del Jarama se han grabado escenas de míticas series españolas como Águila Roja?
Y naturaleza, mucha naturaleza en la zona de La Chopera, para mí, mi enclave favorito y creo que no me equivoco si digo que para mis hijas también. Pero, ¿qué tiene ese lugar que lo hace tan atractivo a nuestros ojos? ¡Tantas cosas!
La Chopera es el lugar perfecto para pasear por una explanada rodeaba de árboles que, en otoño, con la caída de la hoja, el suelo desaparece por completo y tienes la sensación de que vas caminando sobre un mar de hojas o, como dice Elena: «Un parque de bolas, pero sin bolas, con hojas».
La Chopera también es ideal para que los niños corran, salten, brinquen y hasta se caigan: existen dos o tres mini parques en toda la zona, un río del cual cogen agua para hacer sus pócimas mágicas y accesibles rincones a vista de los padres para guardar sus tesoros. Pero la Chopera es, además, un enclave idóneo para extender tu manta, sacar tu tupper de tortilla de patata sin cebolla, tu nevera con bebidas fresquitas y no hacer nada más que disfrutar del silencio (difícil si vas con niños) y de la naturaleza. Otra buena opción es comerse una paella o un cocido -este último solo en invierno y siempre previo encargo- en los puestos al aire libre de la zona.
Para los mayores es una desconexión en toda regla y una liberación de estrés y preocupaciones y, para ellos, libertad total. Y, aunque no necesitan mucho para pasárselo bien con todo lo que la zona les ofrece, nosotros fuimos provistos de nuestra baraja de cartas, porque Elena les quería enseñar a sus amigos a jugar al Burro, al Cuadrado y al Chis, y nuestro kit de cubo, pala y rastrillo para Ana. Y, cómo son los niños, al final la mayor terminó con las cosas de la pequeña y viceversa, ¿os suena verdad?