Érase una vez una mamá que buscaba hacer un regalo muy especial para sus hijas. Miró y miró un montón de catálogos de juguetes, navegó por un sinfín de páginas web y recorrió la ciudad entera buscando ese algo perfecto. Un buen día se cruzó con dos hadas que le dijeron: “No busques más”. La solución estaba más cerca de lo que ella creía.
La mamá no entendía nada, ella solo quería sorprender a sus hijas en el día más importante para ellas, su cumpleaños. Absorta en sus pensamientos, apenas escuchó que llamaban al timbre, solo el sonido de un puño golpeando la puerta con fuerza la devolvió a la realidad. Un mensajero le traiga un paquete.
La mamá lo cogió asombrada, dio las gracias a la persona que tenía enfrente, un joven con una sonrisa continua dibujada en su cara, y se dejó caer en su sofá de cuatro plazas. Era un sobre gigante con una carta dentro que comenzó a leer entre la sorpresa y la desconfianza: “Un cuento bien leído es un regalo para siempre”, decía al comienzo de la misma. En ese instante, algo hizo click en su cabeza y lo comprendió todo: tenía que crear la historia más bonita y especial jamás contada. ¿Qué necesitaba? ¿Por dónde empezar? Todo estaba en esas hojas de papel que tenía entre sus manos. Corriendo se fue a la habitación donde estaban todos los libros y siguió las instrucciones que venían en la misma. “Elige un momento en el que tus hijas estén receptivas, busca un lugar cómodo y agradable, y muy importante, lee el cuento previamente y busca uno que te emocione a ti, porque solo de ese modo podrás transmitir”.
A su cabeza llegaron distintos títulos, pero aún así dudada, así que se sumergió de nuevo en la lectura de esa carta: “Prueba con algo que en ese momento a ellos también les emocione y les guste, porque descubrir y compartir las inquietudes de tus hijos te unirá más a ellos”. Parecía que comenzaba a tenerlo todo más claro, pero necesitaba organizar y prepararlo todo, y pensó para sí misma: “Además de en la palabra, me apoyaré en imágenes, elementos y sonidos, y luego mientras esté narrando mi historia les haré preguntas, así conseguiré que estén atentos. La interacción es muy importante”.
La misiva aún guarda más sabias palabras: “Cualquier temática puede ser buena, solo hay que encontrar una buena historia que contar. A los pequeños les gustan los cuentos clásicos, las historias sonoras, las que les provocan risas, las de aventuras, misterio, incluso las que les hayan sucedido a ellos o alguien conocido… A veces las más abstractas y absurdas son las mejores…”.
Y fue así cómo esta mamá aprendió a contar cuentos a sus hijos, o mejor dicho, adquirió el poder mágico de hacerles felices y emocionarles.
Y colorín, colorado ¡¡¡este post se ha acabado!!!
Gracias a Lupe Estévez y Maribel Ganso, de Talleres Laboratorio, por ser mis hadas madrinas en esta ocasión. Si quieres saber más cosas de ellas, síguelas en
www.tallereslaboratoria.blogspot.com
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Precioso regalo, y lo mejor es que es un recuerdo para siempre ❤️