Señores, la primavera llega en solo unos días y, aunque ahora la vemos muy lejos, lo cierto es que está muy cerca esa temporada en la que los piojos se mueven como pez en el agua y proliferan como benditos en las cabezas de nuestros hijos. Pero este año estamos preparados, ¡vaya que si lo estamos!
Aunque es el verano la temporada favorita de estos bichejos, lo cierto es que rondan amenazantes por escuelas y parques durante todo el año. Sin embargo, con el buen tiempo se multiplican con más facilidad y se hacen más fuertes, por eso, este mes, tenemos que comenzar el combate armados hasta los dientes.
Si tuviera que poner un nombre a mi primer encuentro como madre con los piojos (como hija no lo recuerdo, ¡por suerte!) diría que fue dramático. Hasta entonces le miraba la cabeza cual autómata a mi hija cada vez que nos llegaba la temida notita sin saber muy bien qué estaba buscando. Sin embargo, un día descubrí un bicho completamente reconocible en su cabeza y me di cuenta: «ya están aquí». Ocurrió casi a sus 4 años, así que demasiado tiempo me había librado ya.
Mi hijo menor tenía unos diez días y estaba en plena mudanza. Días para no olvidar, por mucho que lo intente. En medio del cansancio, decidí que el problema con los piojos acabaría esa noche. Di a la niña (y a mi misma) el tratamiento correspondiente y comenzó la tarea. Cuatro horas de aniquilación pausada pero metódica. No dejé milímetro por revisar y pensé: «ya está, he acabado con ellos». Qué ilusa fui. Al día siguiente me di cuenta de que no era cierto y al siguiente lo corroboré.
No me explicaba cómo no conseguía que los piojos abandonaran la hermosa cabeza de mi niñita si aplicaba el tratamiento rigurosamente. Mi cuñada me dio la clave: «no te fíes, lo mejor es ir uno a uno, olvídate de los tratamientos». Durante más de un mes y medio dediqué una hora y pico de mi vida a revisar cabezas y pasar lendreras.
Acabé con aquella cepa, después de invertir un tiempo de descanso valiosísimo. Y digo que fue de descanso porque examinaba a la niña mientras dormía. La pobre no aguantaba mi obsesión pasada la hora de tele (lo único que le mantenía quieta). En aquella época mi hija incorporó a su lenguaje frases como: «bicho asqueroso», «voy a acabar contigo», «deberías estar muerto» o «¡mierda, un huevo!»… No estoy orgullosa de lo que le transmití, os lo aseguro, pero las decía como en una especie de delirio enfermizo del que el cansancio no me dejaba salir. Fue solo esa primera vez, en las siguientes me lo guardaba para mí. Tengo al esperanza de que no lo recuerde…
No conocía entonces Joopi Kids, una cadena de peluquerías especializada en la eliminación de piojos y liendres sin productos químicos. Tienen un sistema propio, único y patentado con el que deshidratan al piojo y a sus liendres y los aspiran. Voilà, ¡piojos fuera!
En sus menos de dos años de vida han abierto más de 20 centros en España y están a punto de abrir en Latinoamérica. ¡Me quito el sombrero! La aventura irá genial, estoy segura, porque lo tienen todo para triunfar: un método que funciona (doy fe) y que permite que el eliminar liendres y piojos sea relajante.
Sus peluquerías están pensadas para los niños: globos, juguetes y todo tipo de entretenimientos (en algunos locales incluso hacen fiestas) en una atmósfera tranquila y agradable. Los padres podéis tomar un té mientras os libráis de la invasión. Suena mucho mejor que mis exámenes locos a las 2 de la mañana, ¿no? Una vez pasada la crisis, os hacen una serie de revisiones en las que, si se encuentra vida en planeta que no debería estar habitado, os libran de ella.
Hace unos días, Lola, directora de Joopi Kids, me comentaba que su gran objetivo era concienciar a los padres, y sobre todo a las madres, de que no es necesario ese suplicio, de que no tienen porqué perder todo ese tiempo (y cargar con esa responsabilidad). «Aquí nos llegan madres que lo están pasando realmente mal, que vienen estresadas y muy cansadas… ¡pero es que no es fácil acabar con los piojos en casa sin las herramientas adecuadas; me da mucha pena que lo pasen tan mal!». Me sentí tan identificada, que decidí inmediatamente que lo que siguiera a esa frase estaría en este blog, porque nos ayudará a todos. Atención porque aquí viene la clave de todo lo que quiero que sepáis.
Diréis que vale, que suena bien, pero que estas cosas son muy caras y que cualquiera afronta el desembolso económico. Todo depende de la perspectiva. Con lo mal que lo pasé yo ni un millón de euros me hubiera parecido caro, pero por suerte es mucho, mucho, mucho más asequible: desde 39€ un tratamiento puntual.
Además, han creado una especie de «seguro» a un precio muy competitivo: 23 euros al mes, que garantiza que, cuando llegue la invasión (y llegará, porque siempre lo hace… ¡malditos bichos!) estaréis preparados y no supondrá un gasto extra ni excesivo.
Atentos con el buen tiempo, en los parques (¡sobreviven horas y horas en la arena!) y atentos en temporada de campamentos, que están al caer, porque son sus momentos favoritos así que puede que sea el mejor momento del año para contratar vuestra tarifa plana.
Hay otros muchos motivos por los que nos gusta Joopi Kids, como su área de peluquería adaptada a los más peques, pero si tuviéramos que elegir, nos quedaríamos con su espíritu solidario: colaboran con Fundación Aladina y con Mechones Solidarios para hacer pelucas destinadas a niños que han perdido el pelo, las cortan adaptándolas a sus facciones y les enseñan a cuidarlas. Que una empresa en expansión se ocupe de estos temas, es digno de reconocimiento. Y que lo haga con tanta emoción (tendríais que oír hablar a Lola) con más motivo.
Resumiendo: somos muy fans y la próxima vez que nos toque en casa la llegada de estos pequeños forasteros piojiles, pienso disfrutar del té que me den en Joopi Kids. He dicho.