Tengo que reconocer que cuando eres mayor y vuelves al circo, nada es lo que era. Llegas con mucha ilusión, pero se va desvaneciendo poco a poco, tanto que, en ocasiones, te obliga a poner una norma: ¡mis hijos no son de circo!
El cambio de esa norma es rápido cuando llegas al Teatro Circo Price. Navidad en el Price es un carrusel de magia, color, ilusión y belleza que llena un escenario y que a grandes y pequeños nos hace sentir como si todo fuera realidad. Un carrusel donde los caballos cobran vida y su doma es tan perfecta que parecen salidos del cielo. Un escenario y un vestuario tan cuidado que dan ganas de ponérselo todo. Una orquesta que nunca falla y que está llena de trompetas, violines, guitarras y un piano con la nota perfecta. Unos artistas trapecistas que consiguen el más difícil todavía mientras tú te tapas con la manita un ojo porque sientes esas cosquillitas de miedo al verles ahí arriba. Unas bailarinas con mucha gracia y con una coreografía bien estudiada. Uno mago ilusionista que te mete en ese mundo en un segundo. Y por último y no menos importante, unos cómicos maestros de ceremonia que sin duda son lo mejor sacando una sonrisa constante y haciendo partícipes a padres y niños de sus bromas.
¡Qué bonito es el circo cuando las cosas se hacen bien! ¡Qué bonito cuando se vuelve a la esencia y se mima como a un bebé! ¿Quién se apunta se apunta esta Navidad al circo?