Durante toda mi vida he seguido el Día de la Mujer como una espectadora externa, como si no fuese conmigo. No es raro porque nunca me he sentido discriminada. Los hombres de mi entorno jamás me han hecho sentir que fuera menos o que ciertas tareas me correspondieran solo a mí. Ningún profesor ha limitado mis capacidades o las ha orientado hacia un área en concreto. Lucky me!
Y sí que he escuchado comentarios rarunos por parte de las mujeres más mayores de la familia, pero mi madre y mi padre siempre me dejaron claro que se trataba de otra educación y que la culpa ni siquiera era de ellas porque es «lo que les han enseñado, pero las cosas ya no son así», me decía mi madre. Por ejemplo cuando mi padre recogía la mesa mi tía mayor, a la que adoro, decía visiblemente molesta: «¿cómo permitís que recoja el hombre con la de mujeres que somos aquí?» o el comentario de mi abuela cuando le dije que estaba embarazada de una niña: «no te preocupes, hija, ya vendrá el niño». Comentarios que nunca me han hecho plantearme nada más que la suerte que tengo de que a partir de cierta edad esas cosas ya ni se digan ni se piensen. Y de que mis padres me hayan educado en otra realidad que no era la imperante en la mayoría de los ámbitos.
Porque para mí la clave está ahí. La clave está en la generación de nuestros padres que, aún siendo educados en la discriminación y el reparto injusto de tareas, han aceptado e impulsado la incorporación de la mujer al mercado laboral, han aprendido a cocinar antes de que hubiera youtube (eso sí tiene mérito!) y han cuidado a sus hijos tanto como les han dejado. Porque la discriminación, no nos olvidemos, venía de los dos lados. De hecho estos comentarios que os digo siempre los oí en boca de mujeres, no de hombres.
Tengo la suerte de que en mi casa la igualdad es total. Si me preguntáis, os diré con toda sinceridad que mi marido es el que más limpia de los dos y además lo hace mucho mejor. Yo me ocupo de otras tareas domésticas que él odia como la plancha o lidiar con los peques cuando en los momentos críticos. Explotamos las mejores capacidades de cada uno.
Por todo esto, poco me había importado en la vida el Día de la Mujer. Nuestra situación es más que aceptable en el primer mundo, o eso pensaba yo porque en el ámbito empresarial, las cosas no son tan justas como en casa.
Cuando te quedas embarazada comienza una discriminación que no sabías que existía y en muchos casos una reducción de jornada supone un problema y acaba en una salida de la empresa en la que tan feliz trabajabas desde hacía años. A partir de ahí, paro, búsquedas infructuosas de empleo (porque con niños no hay quien concilie horarios y a fin de cuentas es del sueldo del papá del que comemos todos…) e incluso la puesta en marcha de un proyecto empresarial y de vida que a veces te da millones de alegrías y otras… te hace sentir fatal con todo lo que haces.
El Día de la Mujer es todos los días
Realmente hasta que no fui madre no me pareció importante reivindicar los derechos de la mujer, pero no un solo día, sino todos los días del año. Todos los días sientes que tienes que mostrar a tu hija una realidad igualitaria. ¡Porque tenemos que ser su ejemplo!
Papá y mamá friegan en casa, cocinan, arreglan coches, juegan al balón y a los médicos indistintamente… y desde mi punto de vista, los niños y las niñas de hoy son los que tienen que ver todo eso en sus hogares para que cuando unos u otros dirijan una empresa contraten a hombres o mujeres con el mismo sueldo, para que les concedan reducciones de jornada a los dos y bajas por maternidad y paternidad sin plantearse si es lo correcto.
Porque hasta que no cambien las cosas en el ámbito empresarial, no habrá un cambio social… ¡pero todo eso empieza en casa!
Tengo que deciros con orgullo que mi hija no ha sabido que las mujeres tenemos que reivindicar nuestros derechos hasta este curso (con 6 añitos) y cuando le decían cosas como que su hermano no debía jugar con los bebés o ella no debía pedir un camión para Reyes, su respuesta siempre era ignorar a su interlocutor porque simplemente no entendía de qué iba el tema.
Sin embargo este año en el cole han hecho un concurso de dibujos por la igualdad, han hablado de la violencia de género y ha vuelto a casa revelándome una realidad que ella estaba segura de que yo no conocía:
«Mamá, ¿sabes que las chicas no somos tan fuertes como los chicos? Por eso nos tienen que ayudar», me dijo un día ante mi mirada atónita.
«Mamá, ¿sabes que los hombres matan a las mujeres», me comentaba ayer. «Pero eso está mal, ¿no?». Le quedaba la duda, casi me caigo de culo.
Y hay que matizar porque si no interioridad un mensaje que no es el correcto. Contarles lo que pasa a veces puede ser contraproducente porque en su mundo lo que dice su profe o sus padres es la realidad absoluta y lo que pasa «a veces» se convierte en «lo que pasa» y de ahí nos vamos a «lo que tiene que pasar» y eso es lo peligroso.
Por eso educar en la igualdad no hay que hacerlo por un solo día, porque el mensaje que llega es erróneo. Educar en la igualdad es algo que se hace todos los días. En casa y en el cole y, aunque queramos hacerlo temático a veces es más perjudicial que beneficioso…
¿Cómo están viviendo vuestros hijos este Día de la Mujer?
Interesante reflexión!!!
Creo que has tenido una suerte tremenda con tu familia! Pero por desgracia todavía es habitual que la mujer se encargue de la familia y la casa al 100% o al 90%
Y lo de clase… igual eran un poco peques para contarlo así, no?
Amen con lo de «Por eso educar en la igualdad no hay que hacerlo por un solo día»
si, creo que quizá lo contaran con un poco de prisa por eso de que llegaba el día, no sé… y sí, soy muy consciente de que mi familia es muy guay, no te lo voy a negar, no todo el mundo tiene esa suerte 😉
un abrazo enorme
Pues en mi caso, lo que se supone que es familia «guay» es lo normal. Y no me refiero en exclusiva a mi casa y mi familia. Hablo de las personas con las que me he rodeado, tanto mi generación como la anterior -padre y madre- han sido y propugnado equidad entre ambos sexos, diciéndonos que éramos iguales. Tengo un círculo de amigos y familia, que considero amplio, somos 20 primos de 6 progenitores por parte paterna – con los que hay relación – y algunos menos por parte materna – con los que no hay relación – y los amigos somos un grupo de casi 20 y todos coincidimos en lo mismo.
¿Que hay diferencias y problemas a día de hoy? Sí, claro. Pero no creo que haya que atacar la situación con tantísimo tremendismo. Por suerte, cada vez somos más los hombres que entendemos que la educación de los niños es parte nuestra y que es nuestro deber debido a que son parte de nuestra vida.