Cuando vi que en el teatro Fígaro se estaba representando el cuento ‘El Patito Feo’ en versión musical, no pude resistir la curiosidad de asistir a esta obra porque, lo reconozco, es uno de mis cuentos clásicos preferidos y ahora, también el de mis hijas.
Creo que esta historia tiene los ingredientes fundamentales para que un cuento funcione; uno, los personajes son animalitos y dos, tiene una constructiva moraleja final. Y si además, como han hecho en el teatro Fígaro, le añades la música y el baile, el disfrute de los peques está garantizado.
Así que allí estábamos el sábado, mis hijas y yo, acompañando al Patito Feo o ‘Pues’, como le bautizó un niño del público, en su apasionante viaje por el mundo, en busca de una familia.
La obra comienza como el clásico cuento de Andersen, con el nacimiento del Patito y las burlas de sus hermanos, con lo que decide marcharse en busca de una familia que le quiera. A partir de aquí inicia un viaje lleno de aventuras y música, en el que conocerá primero a la señora Lechuza, quien entre sueñecito y sueñecito, le desvelará que para encontrar a su familia debe viajar a la lejana Chichina… Y en su recorrido a Chichina conocerá a muchos amigos que le ayudarán a alcanzar su destino: en Francia, a la artística cigüeña Roquefort; en Grecia a los simpáticos pájaros carpinteros, Rasca y Pica…
Como en todo cuento clásico que se precie, también hay un malo malísimo, el Cuervo, que persigue a Pues en su recorrido por los diferentes países para zampárselo. Cada vez que aparecía el Cuervo, mi hija mayor, Carmen, me preguntaba ‘mamá, ¿por qué sale humo?’. A pesar de ello, a ninguna de las dos les dio miedo, ni se asustaron y eso que Carmen es un poco miedosilla.
He de decir que lo mejor de la obra son las canciones. En particular la que canta el protagonista cuando va viajando de país en país, entre las butacas de un público totalmente entregado al tema. Aún hoy estamos cantando y bailando por casa todos ‘me voy adiós, adiós… hoy conoceremos ¡Francia!, Ven conmigo a disfrutaaaar’. Os aseguro que si vais a ver la obra, este tema se os quedará más grabado en el subconsciente que la Macarena.
En definitiva, objetivo diversión, cumplido. Pilar, mi hija pequeña, que no tiene aún los dos añitos, estuvo los 50 minutos sin quitar ojo del escenario y entregada a las canciones y los bailes, al igual que la mayor, de cuatro años. Pero, además de divertirse, hoy he descubierto que Carmen también aprendió una valiosa moraleja, cuando su abuela le ha preguntado si el Patito era feo y ella le contestó ‘abuela no era feo, sino diferente’.