De pequeña, cuando leía Hansel y Gretel y veía esas ilustraciones de la casita de la bruja, fabricada de chuches y chocolate, siempre pensaba: “¡qué pena no poder estar dentro del dibujo y dar un buen mordisco a esas paredes!”. Es lo que tenemos la gente golosa que, ante cualquier tipo de chuche o chocolate, se nos hace la boca agua. Por eso, no puedo dejar de recomendaros nuestro último plan, sobre todo, si sois amantes del azúcar como una servidora.
El sábado aterrizamos en Sweet Space Museum, un fantástico lugar de otra galaxia, lleno de esculturas de chuches a todo color. En este espacio dedicado al dulce recorreréis un total de 8 salas, en las que artistas de renombre internacional han llevado a cabo sus creaciones inspiradas en las chuches. En las salas existen códigos QR para conocer más sobre estos artistas. Además, una vez dentro de las salas, podréis interactuar con esas obras e incluso saborearlas… Sí, sí ¡saborearlas!
Seguro que más de un peque, cuando le habéis propuesto ir a un museo, ha puesto cara de pocos amigos. Pero ¿qué pasaría si visitaran un museo de chuches?… Nada más entrar a Sweet Space Museum nos encontramos inmersas en una playa muy peculiar, en la que los troncos de las torneadas palmeras eran una de nuestras gominolas favoritas: las nubes de azúcar. Allí, inmersas entre nubes gigantescas de algodón, pudimos saborear esta chuche. Eso sí, en formato más pequeño y hacernos unas fotos chulísimas. Esta playa tan peculiar es obra del artista Antonyo Marest.
Salimos de esta ensoñación de colores pastel para sumergirnos en otra en la que los cables de todos los colores se mezclaban con luces LED en paredes y techo. Una escultura que recordaba a los pelos de la Bruja Avería y que, a las peques, les encantó. Por supuesto, la chuche que emulaba el sabor de esta imagen fueron los cables-regalices rojos de pica pica, que tanto les gustan a mis pequeñas. Salimos de esta maraña de cables tan imaginativa para introducirnos directamente en un universo paralelo de bolas rosadas y malvas que colgaban a diferentes alturas del techo y que daban la sensación de no terminar nunca, ya que las paredes eran espejos. De hecho, es muy importante continuar el recorrido por las flechas dibujadas en el suelo y, en esta escultura se hace mucho más necesario ya que, de lo contrario, eres incapaz de encontrar la salida. Esta sala me pareció una de las más fotografiables y de las más bonitas. Parecía que te encontrabas en otra dimensión. El efecto se acentuaba porque la sala estaba solo iluminada por la luz que emitían las bolas. Una pasada.
Salimos flotando entre las esferas para introducirnos en un universo de grafitis flúor, con mensajes y siluetas muy sugerentes. Esa sala tan luminosa, a la par de transgresora desembocaba directamente en una de las salas preferidas por los peques, la más dulce, en la que han probado deliciosos helados y chuches e incluso se metieron directamente en la nevera que albergaba estos manjares. ¿Exagerado? ¡Nada de eso! Todo puede suceder en el universo dulcemente interactivo de Sweet Space Museum.
Tras esta sala, nos esperaba otra preciosa, con vivos colores. Un bosque lleno de animales de distintas tonalidades, bastones de caramelo, setas con siropes, plantas multicolor y, por supuesto, flamencos rosas.
¡Que no falten los flamencos rosas, símbolo de buen rollo! De hecho, os podréis fotografiar encima de uno de ellos, con forma de carrusel de tiovivo y al lado de otro, el flamenco cocinero, en un banco-columpio. Al lado, veréis una original escalera, obra de Mija Lee y, al final de la misma, encontraréis una sala gigante con diferentes esculturas, cada cual más original y llamativa.
En una de ellas, las peques pudieron saltar, como si de un gran y colorista sillón envolvente se tratara. Más adelante, encontramos el famoso cohete de la mascota del lugar, Astro, obra de Ivana Gautier, inmerso en un universo de videojuegos. Me pareció un lugar tan precioso…
Montadas en este cohete, además de recorrer las estrellas, los satélites y navegar entre globos y videojuegos, fuimos a parar a unas nubes que nos sonaban… Eras las nubes de Ágata Ruiz de la Prada, una artista que tampoco podía faltar en este museo tan divertido y colorista. Los paneles de nubes se movían de un lado a otro para que los niños pudieran crear su propia obra.
Tras este paseo por las alturas, bajamos literalmente por una cascada de piruletas. Y digo “literalmente” porque la bajada fue por un tobogán circular y gigante que iba a parar a una sala que nos fascinó: un mundo surrealista, obra de Okuda San Miguel.
En este mundo, tan fascinante, hay caritas sonrientes y conos de colores; unicornios que salen de las paredes, patitos de goma gigantes, grandes donuts… Y todo ello aderezado de vivas tonalidades. Música para los sentidos. Y también para el gusto porque, al final del tobogán, nos dieron unas riquísimas bolitas de chocolate. ¡Qué mejor remate para este templo de las chuches!
Al final del recorrido, tenéis una tienda de dulces, en la que podréis comprar algunas reproducciones de las esculturas que habéis visto en el museo para comerlas tranquilamente. Aunque, sinceramente, a mí me da pena comerme estas preciosas obras de arte.
Sweet Space Museum es un lugar para disfrutar en familia, para despertar los 5 sentidos y para que vuestros peques empiecen a apreciar el arte más contemporáneo de la forma más divertida: interactuando con él.
Dónde: Centro Comercial ABC Serrano. 2ª planta. Calle Serrano, 61.
Horario: miércoles, jueves y viernes, de 16.00 a 20.00 horas y sábados y domingos, de 11.00 a 13.30 y de 15.30 a 20.00 horas.
Teléfono: 689 392 429.
Otra información de interés:
- Los grupos serán reducidos, así que las entradas van por tramos horarios.
- Los carros se pueden dejar aparcados en la taquilla.
- Apto para todas las edades.
Toda la info en www.sweetspace.com.