El domingo estuvimos en el teatro Bellas Artes viendo la obra ‘Hansel y Gretel y la casita de chocolate’, de la compañía Ópera Divertimento y he de concluir que la crítica general de adultos y pequeños acerca de la obra se resume en dos palabras: nos encantó.
Los adultos salimos de la función con el pensamiento puesto en lo interesante que es la combinación de la representación de una obra tan conocida y entrañable como ‘Hansel y Gretel’ con la introducción de piezas de ópera. Y las niñas salieron cantando y riendo porque se trata de una obra muy participativa, en la que los actores involucran directamente a los más pequeños para que éstos vivan la obra y canten y jueguen al ritmo de la ópera. De hecho, Carmen subió al escenario al final de la obra a cantar y bailar al compás de una de las piezas con Hansel y lo pasó fenomenal!
Además, es muy divertido el enfoque que le dan desde el principio, pues el cuento está narrado por el pájaro Lázaro y la tigresa Teresa quienes analizan y aportan el punto humorístico a la obra, además de pararla cuando les interesa, como si dieran literalmente al ‘stop’ de una grabación. Por su parte, la rana es la encargada de tocar al piano la música de la ópera en directo y poner orden cuando estos dos peculiares narradores se pelean o dicen algún disparate. Finalmente, los actores de la obra ponen sus espectaculares voces a las piezas operísticas del compositor Humperdinck que la rana toca con su piano.
Y, por supuesto, además de Hansel, Gretel y su padre, el último personaje de la obra no podía faltar… ¡Sí! ¡La bruja! La típica bruja con verruga y escoba en la mano que, de repente, aparece por una entrada lateral del teatro intentanto asustar de broma a los niños quienes gritan y ríen. ¡Mis hijas chillaron como las que más! Incluso, una vez subida en el escenario y cuando la algarabía ya se había calmado, Pilar, de dos añitos, exclamó tres veces más a voces ¡maaaaaala! ¡mala! ¡malaaaaaa! Con lo que todo el teatro y también los actores tuvieron que reírse. Reflexión sobre esta anécdota: Pilar, con sólo dos años se integró plenamente en la obra y la siguió (más o menos) sin parpadear y Carmen también. Y su madre, una servidora, ¡feliz de verlas a ellas!