Este domingo estuvimos en el Tyl Tyl. ¡Me encantan los montajes que hacen en este teatro! Son de una excelente calidad. Fuimos a ver Hansel y Gretel, el clásico de los hermanos Grimm, versionado por Tyl Tyl.
El cuento es conocido por todos, pero es la forma de contarlo y escenificarlo lo que engancha tanto a los niños de todas las edades, pues una obra que, a priori, puede parecer para niños más mayores, por la aparición de una bruja o por la complejidad de determinados argumentos, en la web del teatro la recomendaban desde los dos añitos. Así que decidí ir con mis dos niñas y con mi sobri, de dos, cuatro y siete años. He de reconocer que no las tenía todas conmigo en que Pilar estuviera quieta y atendiera toda la obra, pero una vez más, la compañía me sorprendió gratamente por la forma de llamar la atención de mayores y pequeños; los niños de cierta edad es más fácil que sigan la evolución de un cuento clásico bien escenificado y narrado, pero en Tyl TYl consiguen que los pequeños también se metan en la narración y en la obra, gracias, entre otros recursos, a la música en directo, canciones, juegos y retahílas que utilizan. De ahí que los más peques estén atentos y perplejos, sin quitar ojo del escenario, como si presenciaran el juego de otros niños más mayores. En concreto, en Hansel y Gretel, este recurso lo introducen desde el principio, ya que los hermanos juegan constantemente para olvidarse del hambre que pasan, con lo que desde el minuto cero captan la atención de todo el público infantil.
Luego, por supuesto, la clásica historia de los dos niños, huérfanos de madre, cuya madrastra convence al pobre padre leñador, para abandonarlos en el bosque, pues no tienen alimentos para darles y que encuentran la archiconocida Casita de Chocolate de la bruja, está narrada de una manera fiel y con una cuidada y original escenografía y decorados. Encontramos la casa de madera de los padres, el bosque con árboles tenebrosos… Pero sin duda alguna la mayor atracción visual de la obra es la casita de la bruja. De hecho, cuando apareció en escena, se oyó un oooooohhhhhhh generalizado, pues era una casita compuesta de chuches de colorines chulísima.
Al final de la obra, como sabéis, Hansel y Gretel, logran deshacerse de la malvada bruja (que, para las que tengáis niños un poco miedosos, hay que dejar claro que no da miedo) y encuentran un tesoro, que en la obra de Tyl Tyl además de brillante fue muy dulce y rico, pues lo compartieron con los niños del público.
Cuando se encendieron las luces mi hija mayor y mi sobrina estaban deseando acercarse a la casita de chuches para verla de cerca. De hecho decían que querían comerse alguna de las chucherías de la casa, ¡a lo Hansel y Gretel!