El sábado pasado inauguramos la temporada teatral en Segovia. ¡Por fin! Después de la borrachera de teatro de Titirimundi en marzo, se hace largo el verano sin teatro en esta ciudad… menos mal que con la caída de la hojas vuelve a haber vida sobre los escenarios. Titirimundi continúa ya con su campaña Vamos al teatro que durante todo el curso y hasta la celebración del nuevo festival nos va dando pildoritas de arte sobre las tablas de La Cárcel. El sábado pasado, los encargados fueron la compañía La Canica con su obra La Sirenita.
Ya hace tiempo que habíamos visto El Elefantito, otra obra de la misma compañía que nos dejó con la boca abierta así que, cuando vimos en cartel La Sirenita, no hubo discusión. Se iba al teatro el sábado sí o sí. Los niños preferían quedarse a recoger castañas en el parque cercano (recoger castañas se ha convertido en su nueva misión vital!) pero me mantuve firme: era día de teatro. Y no se arrepintieron. Lo confieso: la tarde era de mamá más que de los niños 😉
Os cuento más sobre esta maravilla, pero aviso de que lo que sigue es un spoiler en toda regla. El que avisa no es traidor.
Desde el primer momento hubo magia: música (por cierto, voces preciosas e increíblemente complementarias las de las dos actrices en escena), una luz tenue que evocaba el fondo del mar y, lo mejor de todo: un desfile de títeres hechos con objetos cotidianos que dejaban volar la imaginación…
Los peces son botellitas de colores, el rey Neptuno es una regadera, los pulpos tapas para el microondas, la tortuga (mi favorita) un barreño y una esponja, el cangrejo otro barreño y unas pinzas de ensalada… y, por fin la sirenita y su amado (Martina y Martín), sendas botellas de plástico transparentes con una cabecita de madera. Martina tiene cola (papel de burbuja) y Martín arena dentro de su botella… Una simbología perfecta, sencilla y maravillosa que hace que los personajes cobren vida en un santiamén dejando muy claro a qué mundo pertenece cada uno.
Comenzaban a desfilar uno tras otro y la discusión estaba servida entre los peques: «es una botella», «¡No! es un pez»… Maravilloso el momento en el que el rey Neptuno lloraba y se sonaba la nariz con sus ropas. Nunca una regadera volverá a ser lo mismo en esta casa.
Y otro elemento mágico: el mar. La tela azul que utilizan las actrices, no demasiado grande, tiene una caída tan increíble que basta rozarla para que los espectadores veamos olas donde no hay más que tela. El esto de los elementos de la escena son de madera que recuerda barcos naufragados en el fondo del mar o distintas partes de una granja cuando la escena discurre en la tierra.
En cuanto a la historia, varios puntos maravillosos:
Cuando los animales del mar descubren que la sirenita está viendo a un humano, los rumores empiezan a circular:
– La sirenita está viendo a un humano- comienza a contar el pez.
– Aaahhh… ¿y no puede? – responde la tortuga
– Nooo!! – dice el pez.
– Ahhh! no puede… – asiente la tortuga.
– Pero no puedes decir nada – indica el pez
– No puedo decir nada- se reafirma la tortuga.
Justo cuando el pez dice que la sirenita no puede ver a un humano, mi hija (y otros tantos niños) preguntan en la sala: ¿y por qué no puede ver a Martín?. ¡Qué maravilla! Niños cuestionándose lo que se les dice, pensando, planteándose una razón que a priori no debe discutirse. ¿No es esto un poco de lo que hace falta para que construyan su pensamiento crítico?
«Pero, mamá, si a Martina le gusta ver a Martín, ¿por qué no pueden verse?», insistía mi hija que en toda la obra no llegó a entender por qué tenían que cambiarse de forma, conseguir una piernas y otro cola, para poder estar juntos.
Además, la historia da un giro importante: como ocurre con Romeo y Julieta, los dos enamorados buscan la solución y ambos se transforman, al mismo tiempo, pidiendo ayuda a la bruja del mar y la de la tierra, respectivamente. Solo por casualidad se encuentran y deciden que su hogar será el mar (otro bonito cambio), donde Martín es tremendamente feliz nadando con su Martina.
Por otro lado, el amor entre los protagonistas no nace en un segundo, con la mera visión del chico guapo o de la chica guapa, sino que se forja en una conexión entre ambos, en sus juegos, sus conversaciones y el descubrir, poco a poco, cómo se complementan y se divierten juntos. Otro punto a favor de la historia que acerca a los niños a un enamoramiento más real y menos superfluo. De hecho, Martín confiesa que le resultaría imposible de enamorarse «de una sirena que huele a pescao» y ella confiesa que le resultaría imposible enamorarse «de un humano al que le huelen los pies», pero la personalidad de ambos acaba por derribar sus razones.
Resumiendo: una obra de 10 de la que salimos todos presos de una ensoñación maravillosa. Gracias a La Canica por su obra (el día 25 y 26 vuelven a Segovia con El Elefantito y allí estaremos!) y a Vamos al teatro por el repertorio tan bonito que nos espera en los próximos meses. Obras geniales de grandes compañías.
Diana, nos ha hecho muchísima ilusión descubrir esta reseña sobre nuestro espectáculo, hecha con tanto mimo y encanto!!! Nos vemos este fin de semana con El Elefantito!! Un abrazo desde el fondo del mar!! Y un beso de la tortuga! ; )
gracias a vosotros por vuestras obras! descubriros también ha sido una alegría!