No importa con cuántas madres o padres lo comentes: todos nosotros, cuando hemos decidido tener un hijo, al menos con el primero, nos hemos visualizado con un bebé en brazos. Un recién nacido adorable o un pequeño gateador desmontándonos la casa suelen protagonizar nuestra fotografía mental. Sin embargo, el tiempo en que esa personita solo llora y gatea pasa volando y de repente te ves criando a una pequeña persona, a un adolescente incipiente, a un adulto en potencia que te discute todo lo que tu dices. Llegó la nueva escena. Pero… ¿algo bueno tendrá tener hijos mayores, no?
Seguro que pensáis que soy inocente y tremendamente naive. ¿Cómo no pensar que los niños crecen? ¿Cómo no darte cuenta de que no tendrás un bebé siempre entre tus brazos? No se trata de eso, no simplifiquemos, pero en mi caso, os confieso que la idea de lidiar con esos niños mayores «en el futuro» me parecía muy lejana, algo que poco a poco caería por su peso sin que tuviera que planteármelo. Pero no, las preguntas llegan, cada vez más complejas y las argumentaciones, cada vez más acertadas. Ese futuro está, ahora lo sé, más cerca de lo que nunca hubiera podido imaginar.
Hace unos meses que ando completamente enganchada a la serie Las chicas Gilmore, disponible en Netflix, una serie que ya vi en los años dos mil, cuando salió, y que retomo ahora gracias a la tele online. Las chicas Gilmore se basa en la relación de una madre joven y su hija ya adolescente. Una relación muy especial, cercana, de igual a igual, de amiga a amiga… Lo que hacen Lorelai y Rory en la serie, lo reconozco, son mis nuevas imágenes de futuro con mi hija: desayunar juntas, ir de compras, charla de todo un poco, compartir noches de pelis (o mejor de series)… Y de repente hay algunas cosas que estoy deseando que lleguen, como el prestarnos la ropa. Y no, no busco que mi hija sea mi amiga ni yo la suya, busco que confíe en mí como su madre y yo en ella como mi hija. Un equilibrio que, desde mi punto de vista, las protagonistas de la serie saben mantener perfectamente.
Así que, frente a las cosas que echaré de menos, empiezo a enfrentar las que estoy deseando vivir como estas:
- Echaré de menos dormir en una cama superpoblada, pero disfrutaré de una cama enorme y noches más tranquilas, sin pies sobre mi cabeza.
- Echaré de menos sus medias palabras y su lengua de trapo, pero disfrutaré de sus argumentos, de sus reflexiones.
- Echaré de menos darles la merienda en el parque, pero disfrutaré yéndonos a tomar un café juntos y compartiendo una milhoja, por ejemplo.
- Echaré de menos jugar con ellos, pero disfrutaré de ver películas juntos o, aún mejor, de maratones de series. Quizá un día veamos juntas Las chicas Gilmore o Narcos.
- Y, por encima de todo, echaré de menos comprarles ropita (ya echo de menos comprar la talla anterior a la que usan, así que es un hecho), decidir qué se ponen, pasear por tiendas llenas de cosas preciosas con las que no dejo de imaginar a mis pequeños (cómo me gusta comprarles ropa!) pero disfrutaré de ir con ellos de compras y, con suerte… ¡hasta podremos prestarnos la ropa! Y esto sí promete…
Cuando yo era adolescente, recuerdo que el estilo de mi madre me parecía completamente ajeno a mi. No me imaginaba con ninguna de sus prendas de ropa… pero entonces emergieron algunas tiendas con ropa para ambas. Ropa que no era de madre ni de niña, tiendas con básicos geniales que nos gustaban a las dos. Recuerdo un día en que aparecimos en casa mi madre, mi hermana y yo con el mismo jersey, cada una en un color…
Esas marcas siguen allí y siguen apareciendo nuevas, geniales sorpresas que nos van allanando el camino para cuando nos llegue el momento de comprar para madre e hija: Recientemente he descubierto PLNS, una tienda de ropa online con modelos geniales que ya mismo pondría a mi hija si pudiera y que yo misma me pondría también. De hecho me he comprado una camisa preciosa de cuadros que mi hija envidia día sí y día también en cuanto la ve asomar en el armario. Suave y cómoda, debo añadir.
Echando un vistazo a su web veo varias prendas, unas cuantas a decir verdad, que me parecen perfectas para compartir madre e hija. La ropa deportiva o la ropa hip hop son líneas que adoran los adolescentes y con las que me visualizo perfectamente así que me parecen carne de cañón para un armario compartido. ¿Tendré que poner un armario para ambas o acabaremos discutiendo por quién a cogido qué y si lo dejado en su sitio después de usarlo?
Sin duda hay cosas maravillosas y divertidas que están por llegar. No me hacen tener ganas de que pase el tiempo (mejor que vaya con calma, no hay prisa), pero poner en negro sobre blanco las cosas con las que espero divertirme hacen que ese futuro no tan lejano dé menos vértigo. ¿No os pasa a vosotr@s?