Si sois de los que piensan que en este mundo nada es lo que parece, ya estáis tardando en visitar el nuevo museo de Madrid: el Museo de las Ilusiones. Abrió sus puertas hace solo unas semanas en la capital, pero ya es todo un éxito en nada menos que ¡18 países! Puede que al leer la palabra “museo” os vengan a la cabeza vitrinas u obras de arte en peanas o colgadas de las paredes y acompañadas de densas explicaciones históricas. ¡Nada más lejos de la realidad! El Museo de las Ilusiones bien podría llamarse Parque Temático de las Ilusiones si no fuera porque, a la vez que te diviertes y tu cuerpo pasa por experiencias vibrantes, también aprendes sobre esas experiencias. De ahí la palabra “museo”, porque mayores y peques aprenden muchas cosas a la vez que se divierten. ¿Y a quién no le apetece un plan así?
Nosotros estuvimos en el Museo de las Ilusiones la semana pasada. Fuimos mis peques, de 9 y 6 años; mi padre, de 72; mi sobrina, de 19 años y una servidora. Vamos, un amplio espectro de generaciones, y os puedo asegurar que todos disfrutamos de la experiencia muchísimo y nos encantó. Estábamos allí media hora antes de que abrieran –abren a las doce de la mañana- y os recomendamos que vayáis media hora o tres cuartos de hora antes porque la entrada es por riguroso orden de llegada y cumplen a rajatabla las recomendaciones sanitarias sobre el aforo máximo y, por supuesto, debéis llevar durante toda la visita mascarilla al tratarse de un interior.
Como os iba contando, llegamos un ratito antes y nos pusimos a la cola, pues ya estaba esperando en la puerta otra familia. Nada más entrar al recinto, el personal del Museo te explica el funcionamiento del mismo, además de las medidas de seguridad de obligado cumplimiento por el Covid. Un chico súper agradable te detalla el procedimiento: “las zonas del suelo en las que aparecen la imagen de los pies es donde te puedes colocar para hacerte una foto en cada sala y la de la camarita de fotos, desde donde el fotógrafo puede sacar la mejor perspectiva de la instantánea”. Sí, sí, como lo estáis escuchando. No solo puedes tomar fotos, sino que ¡debes hacerlo! Así que nuestro siguiente consejo es que lleves la batería de tu teléfono totalmente cargada porque, en este museo, necesitarás tu dispositivo. Además, el mismo chico de las explicaciones, junto con más trabajadores del Museo están pendientes de los visitantes en todo momento, tanto para recordar que guardemos la distancia de seguridad, como para tomarnos una foto conjunta si así lo solicitamos o para aclararnos cualquier duda que nos pueda surgir.
Nada más entrar, lo primero que nos encontramos fue el “Cuarto infinito” o “Cuarto de los espejos”, en el que tienes la sensación de multiplicarte y de estar en un espacio gigantesco cuando tan solo tiene unos pocos metros cuadrados. Mucho cuidado al salir porque debes esforzarte en buscar la puerta. Vi a más de uno hacer el amago de salir por el espejo –yo incluida, jajajajaj-. Proseguimos nuestra andadura entre otras muchas ilusiones ópticas: acercándonos y alejándonos a una bombilla incandescente que luego se proyectaba sobre un fondo negro en el que no había nada en absoluto o mirando “Estereogramas” en los que, por arte de magia, aparecía una imagen. Por supuesto, al lado de cada “atracción” aparece la explicación de por qué sucede esto a los ojos o por qué tu cerebro percibe aquello otro o bien, quién fue en inventor de este efecto y por qué se llama así. Todo un mundo de curiosidades, la mayoría de las cuales jamás había escuchado.
Otra ilusión que nos encantó fue la del “Caleidoscopio”. Una pasada, ver cómo nuestras caras se proyectaban cientos de veces. También, la de la “Cabeza en la bandeja”, que estaba al lado y con la que nos reímos mucho haciendo algunos “Boomerangs”. Las niñas disfrutaron mucho con la ilusión de “La silla de Beuchet” –os acabo de dejar de piedra, jajajaja-. Aunque suene muy rimbombante Beuchet fue quien inventó esta ilusión a través de la cual el tamaño de las personas se percibe dependiendo del tamaño de los objetos que la rodean.
Y la silla de Beuchet, como habréis imaginado, es ¡gigante! Con lo cual, cuando nos sentábamos en ella y otro se ponía de pie en primer plano, la imagen era la algo así como Gulliver en Liliput… Pero, sin duda, en la sala en la que más fotos nos hicimos fue en la del “Cuarto inclinado”. Cuando entréis, preguntad a los orientadores del Museo las mejores posturas porque luego deberás girar la foto y parecerá que andas por el techo y las paredes, literalmente.
Después de ver algunas ilusiones más –no queremos destriparos todas- bajamos a la planta baja y continuamos el recorrido. Allí nos encontramos, entre otros, con el denominado “Cuarto de Ames”, en el que, en función de la posición en la que te ubiques podrás ser un gigante o un enanito. Otra de las grandes maravillas de este lugar es el “Cuarto Antigravedad”, sí, sí, lo que estás leyendo es real.
No necesitarás subir al espacio para sentirte flotar. En él tu cerebro y tus ojos no se pondrán de acuerdo sobre si estás en una superficie plana o inclinada. Yo me caía constantemente aunque en nuestras fotos frente al espejo parece que estamos haciendo el tonto sujetándonos en una pared, sin sentido alguno. Uf! Salí un poquito mareada con la experiencia. Pero la tenéis que vivir.
Pero sin duda, la atracción estrella del lugar es: “El túnel del Vórtice”. Un tubo en el que, a pesar de estar en un puente metálico fijo, creerás que te caes literalmente hablando porque todo a tu alrededor brilla y gira. Es increíble cómo esta ilusión engaña a tu cerebro y es imposible que pases el túnel sin agarrarte porque, aunque no te muevas, piensas que te estás cayendo. No os podéis imaginar lo que reímos, gritamos y fotografiamos este lugar. Llegamos a pasar por el túnel unas diez o doce veces. Mis hijas ya tenían vicio por entrar y sentir esa sensación que te provocaba en la tripilla. Eso sí, las personas que son especialmente sensibles a los mareos, es mejor que no abusen.
En la planta de abajo hay muchísimas ilusiones más que merece la pena mencionar, pero me gustaría dejar alguna sorpresa para cuando vayáis. Pero sí quiero mencionar los rostros cóncavos de Einstein que parecen moverse y seguirte y los escalofriantes hologramas o el “Pozo sin fondo”.
Al finalizar el recorrido tendréis juegos con los que romperos la cabeza. Mis niñas consiguieron montar un huevo de madera ¡y eso que no era tarea fácil! Por supuesto, estos juegos son desinfectados por una persona que se encuentra allí cada vez que alguien los utiliza y es obligatorio usar gel antes y después de hacerlo. Los geles hidroalcohólicos se encuentran distribuidos por toda la instalación.
Después de leer este artículo sobre este mágico lugar, ¿vas a perderte esta experiencia para los sentidos? Toda la información sobre instalaciones, horarios y venta de entradas en su web: www.museumofillusion.es. El Museo de las Ilusiones está ubicado en la calle Doctor Cortezo, 8, en Madrid, al ladito de la plaza de Tirso de Molina.