Teniendo en cuenta que la princesa favorita de Elena es Ariel, que en agosto por su sexto cumpleaños la regalamos la casa de sirenas de Pin y Pon y que está emocionada con que le enseñen a bucear en sus clases de natación de los viernes, no me extrañó su reacción de alegría y asombro cuando la propuse acercarnos a la sierra de Madrid a nadar con sirenas. Su única preocupación: «Mamá, ¿habrá delfines?».
Ella estaba emocionada, pero sinceramente creo que yo lo estaba aún más… Íbamos a nadar con sirenas… Esas cosas que solo ocurren en las películas de Disney se iban a hacer realidad en nuestra vida durante una hora. ¡Qué pasada!
Nuestra cita era un domingo a las 11.00 horas en una casa rural en Gargartilla de Lozoya. Desde Madrid son más o menos 90 minutos y, quizás, por la emoción, hay que reconocer que el viaje se nos hizo un poco largo. «¿Cuándo llegamos? ¿Cuánto queda? ¿Falta mucho?» fueron las preguntas de Elena hasta que nos topamos con nuestro destino: las casas rurales de El Encanto del Valle.
A las 10.55 estabámos entrando por la piscina que nos acercaría a nuestro sueño. Cristina, la monitora, nos recibió con una gran sonrisa y nos invitó a elegir la cola de sirena que más nos gustase -por supuesto, Elena escogió la rosa-morada, y mamá prefirió la verde. Primero nos maquillaron, sombras rosas y un poco de gloss; después seleccionamos accesorios, tiara de flores; y, por último, nos colocaron la cola de sirenas y pasamos por photocall, y es que todo está preparado para que las peques -y las mamás que se atrevan- se sientan como auténticas sirenas o, si son chicos, como tritones, porque aquí pueden participar tanto ellos como ellas.
Al principio cuesta moverse un poco, pero según van pasando los minutos y Cristina te va dando indicaciones de cómo desenvolverte siendo una sirena (hasta te explica cómo saludan estos seres cuando están contentos), todo resulta mucho más fácil. Y es entonces cuando comprendes por qué cuando llamas para reservar la cita te comentan que esta actividad es para niños a partir de 5 años y te entiendes que te pregunten si tu pequeño sabe nadar. En caso contrario, es casi imposible que pueda disfrutar de la misma, incluso yo diría que más que nadar deben saber bucear, para que puedan sentirse como peces en agua.
Al final de los 60 minutos -piensas que es poco tiempo, pero terminas tan cansada de tener las piernas tan sujetas que casi acabas pidiendo la hora- todas las participantes recibimos un collar con una sirena que, según Elena, es un símbolo de que ya somos del club de las sirenas. Es su nuevo amuleto, que está guardado en su caja de los secretos, esa que ni mamá ni papá pueden tocar, aunque hay veces que me dan ganas de abrirla y cotillear un poco.
Sin duda, una experiencia diferente, única, irrepetible y muy especial para los peques. Y, bueno, si tú, papá o mamá, también te animas puedes participar de la actividad como yo lo hice o quedarte cámara en mano al borde la piscina tomando fotos y haciendo vídeos para la posteridad.