Ayer fue día de teatro. ¡Aleluya! Oxígeno para salir del espectáculo en pantalla y volver a disfrutar de las tres dimensiones y la imaginación, que con las vacaciones sentía que nos estábamos excediendo de tele, cine y juegos en casa. ¡Y la obra no pudo ser más acertada para airearnos la mente!
Faboo, el encanto de la imaginación, llegaba a La Cárcel de Segovia, un espacio magnífico abierto hace unos meses en la ciudad, dispuesto a cautivar al público, como lleva haciendo desde su estreno en septiembre de 2014 en el madrileño Teatro Galileo. Y lo consiguió.
Con solo una actriz y una garrafa de plástico, o mejor dicho, un pedazo de garrafa, el espectador conoce a un ser tierno y sorprendentemente expresivo. Faboo habla con una divertida media lengua, cuando habla, porque no le hacen falta muchas palabras para dejar bien claro lo que siente y lo que piensa.
La actriz consigue trasladar a sus piernas, pies y manos, con los que dota de cuerpo a Faboo, una expresividad asombrosa. Con ella crea un pequeño Faboo, un bebé de gestos muy similares a los de los bebés reales. Faboo come como un pequeño de pocos meses, se mueve con la misma torpeza y se asombra de las mismas cosas con la misma intensidad. Es el comienzo de una historia que nos llevará de viaje por la vida de este simpático personaje.
En el recorrido lo veremos convertido en una traviesa niña, en una joven curiosa y romántica, en una muchacha enamorada y finalmente en una madre deseosa de descansar junto a su pequeña «garrafita» que solo quiere brazos.
Una historia delicada, llena de amor y en la que los colores y los escasos elementos que aparecen en escena hacen que realmente no seamos capaces de perder detalle.
La obra está recomendada para niños de más de 4 años, que ya comenzarán comprender y a imaginar a Faboo haciendo trastadas, que son capaces de interpretar, por ejemplo, que el personaje juega a ser una novia cuando se pone un trozo de tela blanca sobre la cabeza y entona la marcha nupcial. Para los más pequeños, la intensidad de la sala oscura y un elemento desconocido con cara, a simple vista, de fantasma, puede resultar un poco chocante, aunque nada que no se pueda resolver: En nuestra función hubo, efectivamente, algún momento de inquietud en la sala al comienzo, pero la actriz supo darle la vuelta al momento con sonidos y risas inesperadas, seguramente fuera de guión, que devolvían la curiosidad y la confianza a los más pequeños.
En resumen, disfrutamos de una dulzura de historia que merece la pena ser vista. No en vano ha ganado ya numerosos premios, como el FETEN 2015 por su expresividad, el premio al mejor espectáculo en el VI Festival de Zaragoza 2015 y seleccionada para formar parte del Catálogo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) Artes Escénicas 2016.
Para nosotros las garrafas nunca volverán a ser lo mismo. Seguro que, si la habéis visto, tampoco para vosotros. Una obra de 10.
Madre mia, es hermoso, con que pocas cosas se puede sorprender.
Feliz Año Nuevo