¿Sabíais que podéis iros de safari en familia, sin salir de Madrid? Tal cual. No sé si habréis oído hablar de Safari Madrid, unas instalaciones que se encuentran situadas en Aldea del Fresno, municipio al suroeste de la Comunidad de Madrid. El sábado pasamos un extraordinario día en familia en este lugar. Nunca he realizado un safari por África, pero, os puedo asegurar que, en mi imaginación, se parece bastante a esto.
Cuando tomamos el desvío al Safari Madrid, desde la carretera a Cadalso de los Vidrios (M-507), no me imaginaba una entrada tan espectacular al recinto. La verdad es que me recordó a la peli de Parque Jurásico. Una vez allí, sacas la entrada en las taquillas desde tu coche y te informan de las posibles maneras de realizar la visita. En Safari Madrid existen varias zonas bien diferenciadas. Nosotras optamos por realizar primero la visita en coche y dejar la visita a pie para después de comer. Hay un camino que te lleva directamente a realizar el safari propiamente dicho, desde tu vehículo.
La zona 1 y 2, es la primera a la que accedes, y en ella, puedes ver los animales «más tranquilos». Antes de acceder, el personal del Safari te da una serie de instrucciones, como no bajar la ventanilla más de cinco dedos ni bajarte del coche y también te ofrecen bolsas de zanahorias para dárselas a los animales. Nosotras ya íbamos aprovisionadas con zanahorias y manzanas, pero ni mis niñas ni yo podíamos imaginar lo que nos encontraríamos allí. Nada más acceder nos percatamos de dónde estábamos. Manadas de ciervos, antílopes, guanacos (los primos de las llamas), muflones, arruís, cervatillos… campaban a sus anchas por un paisaje que parecía sacado de África.
No os hacéis una idea de la sensación que tienes cuando esos animales tan grandes e impresionantes, y que habitan en otros continentes, se acercan a tu ventanilla, se pegan a ti y comen directamente de tu mano. Observarlos tan de cerca, en semilibertad e interactuar con ellos es una sensación maravillosa. Mis hijas no salían de su asombro. Las dos bolsas de zanahorias y la de manzanas, volaron literalmente. Incluso había que sujetarlas para que no bajaran más de lo permitido la ventanilla porque os aseguro que si te descuidas, los animales ¡se meten en tu coche! No dejo de oír en mi mente, la risa nerviosa de Pilar gritando “¡mami, miraaaa! ¡Vienen hacia aquí! ¡Siento cosquillitas en la tripaaaa!…
Un poco más adelante, entrabas en la zona 3, la de animales salvajes, donde los trabajadores del Safari te paraban y obligaban a subir la ventanilla. En esta zona pudimos ver también en semilibertad a una manada de leones y leonas, un rinoceronte, monos, hipopótamos felices sumergidos en su lago, junto a sus crías… Y muy, muy de cerca disfrutamos de cebras, dromedarios, watussis… ¡Cómo nos fascinaron las cebras! Es alucinante comprobar que, en este lugar, tienen prioridad ellos, los animales, así que si se te cruzan debes detener tu vehículo o esquivarlos. Las niñas no salieron de su asombro en todo el recorrido. De hecho, acabaron por ponerse en la parte delantera de nuestro vehículo, encima nuestra. En este mismo camino también podéis ver elefantes y jirafas, con sus crías nacidas allí.
Cuando terminamos el recorrido en coche, aparcamos y fuimos ‘volando’ a la exhibición de aves rapaces. Hacía tiempo que no veía algo tan espectacular. Águilas reales, buitres, halcones… volando en un espacio abierto como es el safari y realizando vuelos picados hacia una presa, cazando, planeando sobre las cabezas de muchos de nosotros… Lo que más gustó a mis hijas fue, sin duda, la forma de bajar planeando del águila esteparia hacia su presa, desde una distancia de miles de metros y a una velocidad, a la que no pudimos verla hasta que estaba encima de nosotras. ¡Espectacular!
Después nos fuimos a la exhibición de reptiles, donde disfrutamos de serpientes enormes y lagartos y también estuvimos viendo a los cocodrilos. Pillamos a uno de ellos, en el momento en el que se tiró de cabeza y estuvo bañándose, así que, como imaginaréis, Carmen y Pilar estaban pegadas al cristal sin pestañear, analizando su imponente cola. “Mami, es como la cola de un dragón”, señaló Carmen sin dejar de admirar al majestuoso reptil.
Tras todas estas emociones fuertes, llegó el momento de reponer fuerzas. La oferta gastronómica del Safari es amplia y variada. Podéis tomaros bocadillos, perritos, hamburguesas, helados, refrescos… en los quioscos que hay en los lugares habilitados y en la cafetería o comer en el restaurante que hay justo antes de acceder al recinto y luego volver a entrar -a diferencia de otros parques de ocio, aquí los precios son muy accesibles-. También podéis llevaros la comida de casa porque hay merenderos a lo largo de todo el recinto, perfectamente preparados y cómodos para comer.
Después de tomarnos un cafetito y las niñas, un helado, retomamos la marcha en dirección a la zona de los mansos y al mini zoo. Allí las niñas lo pasaron en grande. Estuvieron dando de comer a las cabritas y acariciándolas, a la vez que cogían a algún chivito recién nacido en brazos. Es una pasada porque hay decenas de ellas. Visitamos también la zona de las aves, con infinidad de tipos de loros y aves exóticas, así como faisanes con unos colores maravillosos, pavos reales, gallinas… procedentes de diferentes continentes.
Y lo que no nos esperábamos era lo que nos encontramos en el mini zoo. Hienas, sirucatas, tigres de bengala, pumas, jaguares, monos, puercoespines, mapaches… Muchos de ellos son animales incautados del tráfico ilegal -además, Safari también lleva a cabo planes de conservación- El mini zoo es un lugar en el que puedes observar a estas maravillas de la naturaleza interactuando entre sí. Tuvimos la suerte de ver al tigre de bengala y al siberiano jugando y dándose un baño, a los puercoespines comiendo y a los monos saltando y columpiándose. Todo un espectáculo.
Pero no creáis que la jornada terminó aquí porque, por si aún no habéis tenido suficientes emociones fuertes, Safari Madrid cuenta con un área recreativa para los peques, y no tan peques, que cuenta con circuito de karts, en el que pueden subir niños de todo tipo de edades, pues existen vehículos biplaza para montar con adultos; zona para dar un paseo en poni; castillo hinchable para los más pequeñines y, atención, ¡toboganes gigantes! Mis hijas lo pasaron en grande deslizándose por ellos una y otra vez, mientras nosotras nos tomábamos un refrigerio en el bar. Aunque he de confesar que al final, sucumbimos a la tentación y nos tiramos alguna que otra vez desde lo alto de los toboganes. ¡Ah! Y para la temporada de verano, también cuentan con ¡piscina!
¿Aún estás buscando alguna excusa para acercarte a conocer Safari Madrid? Podéis consultar toda la información en su web.