Son las 19.00 de la tarde cuando llego a casa del trabajo. No he metido la llave en la cerradura y ya puedo escuchar a mi hija Elena detrás de la puerta gritar: “Es mamá, es mamá”. Mientras se pega a mi pierna como una lapa, intento llegar a la mesa del comedor para dejar el bolso, el abrigo y los tuppers de la comida. Y cuando ya consigo despojarme de todo… Ana, mi otra hija de un año que todavía no anda, extiende sus brazos para que la coja. Creo que no estoy contando nada que no viva cada mami en su día a día, ¿verdad? Pero aquí no acaba todo, al contrario, empieza lo ‘mejor’. Continue reading