Una de la cosas que una deja de hacer (al menos es mi caso) cuando tiene hijos es ir al cine, y cuando empieza a recuperar la costumbre no es para ver lo último de Almodóvar, Amenabar o Bayona, ¡qué va! Más bien recupera el hábito con títulos más cercanos a los gustos de los pequeños de la casa. Y aquí me acuerdo de mi amiga Bea (sus niños tienen ya 11 y 9 años), que me decía que muchas veces se dormía en la butaca de la sala porque las historias no le enganchaban y que era difícil encontrar alguna que le agradase. Continue reading