No importa con cuántas madres o padres lo comentes: todos nosotros, cuando hemos decidido tener un hijo, al menos con el primero, nos hemos visualizado con un bebé en brazos. Un recién nacido adorable o un pequeño gateador desmontándonos la casa suelen protagonizar nuestra fotografía mental. Sin embargo, el tiempo en que esa personita solo llora y gatea pasa volando y de repente te ves criando a una pequeña persona, a un adolescente incipiente, a un adulto en potencia que te discute todo lo que tu dices. Llegó la nueva escena. Pero… ¿algo bueno tendrá tener hijos mayores, no? Continue reading