Aún con la emoción metida en el cuerpo, escribo estas líneas sobre la obra Forever Van Gogh. Se trata de un montaje insólito y totalmente novedoso que hace al espectador conocer la vida del genio a través de sus obras. Y diréis, ¿y qué tiene esto de insólito? Pues la manera de contarlo que ha elegido Ignasi Vidal. Una manera que combina la música y la danza, con la narración de los últimos 10 años del pintor, a través de las 700 cartas que intercambió con su hermano Theo y con la inteligencia artificial, utilizada para proyectar en la totalidad del teatro, como si de un lienzo se tratara, las obras de Van Gogh, en los momentos de su vida en los que fueron creadas. De esta manera, el escritor y director de la obra consigue que el espectador no sólo sea eso, un mero espectador, sino que se introduzca en la vida de Vincent, en sus sueños jamás cumplidos en vida, en la psique del pintor, en su locura. Logra algo impactante: comprender hasta empatizar la vida de este grande. ¡Con las lágrimas en los ojos salimos del Teatro Marquina!