Ya os hemos hablado alguna vez de The Magic Forest, un espacio que se ha convertido, al menos para nosotros, en lugar de referencia de ocio familiar. Nos unimos a la visita de una familia que descubría The Magic Forest por primera vez y sus impresiones fueron muy interesantes.
El espacio impresiona. No era solo una intuición. Muchos de los adultos que estábamos allí lo comentamos: «si en nuestra infancia hubiéramos tenido algo parecido, se habría convertido en la estrella de nuestros días de fiesta».
También a los niños de hoy, a pesar de estar acostumbrados a unos parques de ocio más «sofisticados» que los nuestros, también les infundía un poco de respeto, un respeto que poco a poco y con bastante rapidez se mezclaba con la natural curiosidad por ver qué pasaba a medida que ascendían las escaleras que llevaban al mundo secreto.
Los niños con los que fuimos se negaron a probar las flores trepadoras. Posiblemente en una segunda o tercera visita será la gran atracción, porque a estas flores no les faltan visitantes, pero puede que para una primera visita sean demasiado altas y den demasiado respeto. Veremos qué pasa en próximas citas.
Sin duda, dos atracciones fueron las grandes estrellas de nuestros niños: las camas elásticas que se esconden en el mundo secreto y el tobogán del volcán, el que convierte la salida del mundo mágico en una salida triunfal. Los niños hacían cola pacientemente para saltar una y otra vez por este tobogán. Sin embargo, la cola nunca excedía los dos minutos de espera, a pesar de que ese día había varios cumpleaños que daban aún más color al espacio. Ansiosos como estaban por deslizarse por la pendiente, no se hacían esperar.
Una de las grandes sorpresas fue cuánto juego puede dar el espacio dedicado a los menores de 4 años. Se trata de una zona discreta que parece que no va a entretener demasiado a los pequeños aunque, tal y como comprobamos, pasaron más de 2 horas jugando cómodamente y sin cansarse.
Sin duda ver The Magic Forest en movimiento y lleno de niños (habría más de 200 ese día, sin lugar a duda) mereció la pena. Y más sabiendo que no es fácil organizar un espacio, por grande que éste sea, con tantos niños corriendo. La sensación era de total tranquilidad. Tanto, que los padres disfrutamos de una tarde de refrescos y picoteo mientras los niños jugaban y volvían de vez en cuando a contarnos sus descubrimientos.
¿Ya lo habéis visitado? ¿Compartís nuestras impresiones? ¡Contadnos!