Seguro que más de una vez os habéis planteado la posibilidad de ir con vuestros niños a una función de teatro de calidad en la que disfrutéis vosotros y ellos, ¿verdad? Y si, al igual que nosotras, sois fans de la cultura en general y del teatro en particular, seguro que muchas veces habéis recapacitado en lo complicado que resulta elegir una obra de teatro que guste a partes iguales a adultos y a niños, más allá de grandes musicales.
Por supuesto, hay obras de teatro familiar que están muy bien llevadas a cabo, pero están más dirigidas al público infantil. Pues bien, hoy queremos recomendaros una obra de teatro a la que asistimos este fin de semana y que os hará desternillaros de la risa a partes iguales tanto a niños como a adultos: “La función que sale mal”. Seguro que habéis oído este título en más de una ocasión, ya que lleva en cartel en Madrid dos temporadas. Primero, en el Teatro La Latina y ahora en el Teatro Rialto de la Gran Vía, con llenazos totales -ahora mismo, respetando el aforo permitido por normativa, claro está-. Y os preguntaréis ¿cómo consigue arrancar carcajadas a niños y a adultos, llegar a transmitir esos golpes de humor a tan amplio espectro de público? Pues lo hace a través del clásico teatro del absurdo totalmente disparatado, al estilo de Monty Python o los Hermanos Marx. Los más pequeños se desternillan con los golpes, caídas, tropiezos y “caretos” de los protagonistas y los adultos… Bueno, los adultos también, pero es cierto que comprendemos algunos chistes de la obra que a los más peques se les pueden escapar.
“La función que sale mal” transcurre cuando una compañía de teatro aficionado se dispone a representar la obra de teatro de misterio, “Asesinato en la mansión Haversham”. Es el mismo actor que interpretará al inspector del caso, quien es el director de esta obra y saldrá a presentarnos la misma. Es ahí cuando ya podemos adivinar algo de lo que “se nos viene encima” porque nos detalla que esta obra, sin duda, les saldrá mejor que “Blancanieves y los 7 hombres de metro ochenta”, “La fea y la bestia” y enumera otra serie de actuaciones de las que la compañía no salió demasiado airosa… Bueno, corrijo, no es aquí exactamente cuando nos dimos cuenta que no íbamos a parar de reírnos ni un segundo. Estábamos saliendo del baño de chicas cuando irrumpió un chico con aspecto de técnico y la indumentaria del Teatro Rialto gritando “¿no habréis visto por aquí a un perrito chiquitito?” Lo cierto es que, de primeras, le contestamos muy serias que no, pero luego vimos que la gente del hall entraba al trapo y le seguía la broma. Fue cuando entramos al patio de butacas, supuestamente, antes de comenzar la obra, cuando vimos a la gente que debería haber estado entre bastidores, parte del equipo del decorado y el sonido, apuntalando zonas del escenario: intentando pegar con cinta de doble cara la repisa de la chimenea y colocando decoración que se caía. De hecho, pidieron ayuda a una persona del público para que sostuviera el atrezzo… Fue aquí cuando nos percatamos que el técnico de sonido que pululaba por la entrada del teatro era parte de la representación, que ya estaba empezando a salir mal o bien, ¡según se mire!
Comenzó la obra y empezaron a sucederse despropósitos. Todo comenzó cuando uno de los actores intentó entrar en escena y la puerta principal de la estancia no abrió con lo que tuvo que acceder por un lateral. Y solo era el principio porque a partir de este momento la música y los efectos de sonido entraban a destiempo, los objetos no estaban donde debían estar, el mobiliario se caía a pedazos, los actores tenían accidentes que los inhabilitaban para continuar en escena, las puertas no se abrían… Y todos estos factores de sonido y decorado no eran los únicos que hacían que todo “saliera mal” y aportaban la vis cómica a la obra. Las caras de los actores tampoco tenían desperdicio. Bueno, sus caras y su manera de sobreactuar de manera deliberada: cada vez que el técnico de sonido -que luego acabó sustituyendo a la protagonista de la obra, tras un accidente- introducía el sonido de misterio porque se adivinaba algo nuevo sobre el asesinato, la iluminación y la postura y cara de los protagonistas no tenían desperdicio ninguno.
El hecho de que todo salga mal, que el mobiliario se descabale en mitad de la escena y que los protagonistas estén sobreactuados a la enésima potencia tiene mucho más mérito que llevar a cabo una obra de manera perfecta. Es un desorden y un caos tan perfectamente hilado para arrancar una carcajada a cada minuto, que hace que lo califiquemos de auténtica obra de arte. El arte del caos. Me parece complicadísimo encajar tan perfectamente tal cúmulo de despropósitos en escena sin resultar demasiado forzado o artificioso. Sin que pueda resultar cargante tanto caos en escena, en lugar de divertido. De ahí que tenga que alabar a los actores, productores, director y técnicos del montaje, por su genialidad a la hora de ensamblar cada momento de la obra y que parezca que todo sale mal de forma improvisada, sin estarlo. No sé quién dijo aquello de que es más difícil hacer reír que hacer llorar. Solo sé que en “La función que sale mal” lloramos de la risa. No hubo un solo instante en el que no nos riéramos y salimos a la calle con dolor de comisuras y mofletes. No es de extrañar que esta obra haya cosechado tantos premios a nivel internacional y haya sido calificada como la mejor obra de teatro de Broadway durante años.
Sin más solo me queda recomendaros que vayáis a ver “La función que sale mal” en familia y que no os demoréis demasiado, ya que estas son sus últimas semanas en cartel. Si queréis comprar las entradas o consultar más información sobre la obra, podéis hacerlo en www.lafuncionquesalemal.es
Cierto todo lo que se lee aquí, para llorar de risa.
Fantástico muy recomendable risa asegurada al 100×100.
Recomendada al 100%!!!