Hablar de un concierto de piano para bebés de 0 a 18 años suena, cuanto menos, atrevido, pero hay un lugar en Madrid donde no hay fronteras, ni si quiera para lo fuera de lo común: La casa Encendida. Allí, es donde acudimos al concierto Pía-Pia Piano, dirigido a bebés y sus papás.

El sábado por la mañana, en el patio central de La Casa Encendida, Patricia Arbolí y Mónica Sánchez ofrecieron un concierto de piano a cuatro manos, dirigido a los más pequeños, con el objetivo de despertar sus sensaciones y sus emociones, a través de una selección de piezas clásicas (y algunas menos clásicas) interpretadas en un majestuoso piano de cola.

Patricia Arbolí y Mónica Sánchez al piano

Nada más entrar, el piano se presentaba imponente, especialmente para los pequeños que, atraídos por él, solo quería tocarlo y explorarlo.

Al comenzar la música, comenzó la magia: peques que gateaban a cobijarse en el piano, como si fuese su refugio secreto; otros que bailaban sin control (dando una excusa a los padres para bailar también); otros que, anonadados, miraban al piano que «piaba» de forma maravillosa; y los más chiquitines se acomodaban en los brazos de papá y mamá acunados por las melodías.

Nunca hubiésemos pensando en escuchar piezas de Schubert, Mozart, Debussy o Beethoven en un concierto sentados en el suelo. Pero después de la experiencia, los sentimos más cercanos y los tarareamos con mayor familiaridad 😉

Cerraron el concierto varias versiones de canciones de la banda sonora de la película Sonrisas y Lágrimas, que nos hicieron sonreír a muchos padres, que nos mirábamos con complicidad, mientras sonaban los acordes de Edelweiss, Las notas musicales…

Como mágico final, todos los pequeños pudieron acercarse a tocar las teclas del piano y los más chiquitines en el regazo de Patricia y Mónica.

Al salir, los bebés mayores se despedían de las pianistas sonrientes con un adiós cómplice, que revelaba que lo habían pasado muy bien.

Estaremos atentos a las próximas ediciones de Pía-Pía Piano para que nadie se lo pierda, porque es una experiencia que merece mucho la pena y para la que, siempre, se venden todas las entradas.