Últimamente me ha dado por preguntarme si los gustos también se heredan a través de la genética, porque mis pelis Disney preferidas de pequeña son ahora las preferidas de mis hijas también. La Bella y la Bestia es una de ellas desde que era una niña y ahora mis hijas reclaman ver este clásico cada vez que hacemos tarde de cine y palomitas.
Cuando se estrenó la versión en película, protagonizada por Emma Watson, fuimos a verla y pensé que Pilar, que tenía 3 añitos solo, no iba a aguantar viéndola, al no ser de animación, pero ahora se ha convertido en una de sus películas favoritas o, al menos, eso es lo que ella me dice. El caso es que cuando vimos anunciado en el teatro Maravillas de Madrid la obra de La Bella y la Bestia, Carmen me suplicó ir a verla y cuando a Pilar le explicamos que íbamos a ir saltó de alegría. De hecho, un par de días antes, sacaron los disfraces, se disfrazaron las dos de Bella y estuvieron cantando las canciones -les encanta el tema del comienzo de la peli, en el que Bella recorre el mercado-.
Cuando entramos en la sala, Pilar vio que en el centro de escenario estaba la rosa roja mágica, símbolo de la película y me gritó ‘¡mira mami! ¡La rosa a la que se le caen las hojas! Me quedé alucinada ¿Quién dijo que los más peques no se enteran de las tramas de las pelis?
Empezó la obra y enseguida comprendimos que se trataba de una adaptación, no una recreación de la película, pues el vestuario no era igual; se trata de una versión diferente y muy cuidada basada en el cuento original. Tampoco busquéis las canciones originales de la película porque no están; los temas son originales de esta adaptación y nos encantaron por su belleza, por la voz de los actores que los cantaban y porque la letra resumía a la perfección la moraleja de la historia: la importancia del amor y la de la belleza del interior del alma en las personas, además del gusto por la literatura y los cuentos.
El humor y la emoción se aúnan perfectamente en la obra y los actores hacen guiños constantes a mayores y pequeños, con los que nos echamos algunas risas. De hecho, hay un momento en el que actúa Don -el Gastón de la obra, que quiere ser cantante- y su bailecito tiene miga…
La Bestia de la adaptación no es tan fiera como la de la película y los sirvientes… Los sirvientes son un puntazo, sinceramente. Imaginaros un obsesivo y neurótico limpiador, un mayordomo cínico y bocazas -literal y figuradamente- y una cocinera que se zampa todo lo que guisa -de hecho, con el hechizo queda convertida en cerdita-. ¡Buena mezcla! La caracterización de la Bestia está muy lograda. De hecho, cuando apareció, Pilar se arrimó a mí y me susurró ‘mami, ¿a que la Bestia es bueno?’ Creo que, por un momento, le impresionó un poco.
Eso sí, en lo que estuvimos de acuerdo cuando terminó la obra es en lo que más nos gustó: el final. Cuando la Bestia se transforma en príncipe. No os podéis perder este momento de la obra, tan cuidado y fantástico. Nos emocionó. De hecho, cuando miré a un lado, vi a Carmen con la lagrimilla asomando.
Cuando salimos de la sala, las niñas pudieron conocer las los personajes y hasta coger la famosa rosa mágica. Salieron encantadas, tarareando los nuevos temas y deseando volver a ver su peli favorita por trigésimo cuarta vez. Es curioso, ahora Pilar demanda el disfraz de la Bestia, en lugar del de la Bella jajaja… No sé si se siente más identificada o qué… Lo que es seguro es que les encantó este montaje tan cuidado de la compañía Mundiartistas, que estará hasta 18 de febrero, en el teatro Maravillas de Madrid.