Mi padre siempre ha sido un enamorado de Portugal y de la música lusa. El fado está presente en mi casa desde niña, al igual que lo está nuestro querido país vecino y, claro, una servidora, lo ha “mamado” desde muy pequeñita. Ahora a mis niñas les he pasado, muy orgullosa, el testigo del amor por este maravilloso país y por su preciosa música. Dulce Pontes es uno de los más importantes representantes de la música portuguesa a nivel internacional y, cuando nos enteramos que actuaba en el Auditorio Nacional Madrid para presentar su nuevo disco “Perfil”, no pudimos evitar organizar un plan en familia para que nuestras peques disfrutaran de su música en directo.
Nunca había visto ni escuchado a Dulce en directo y he de reconocer que me sorprendió muy gratamente su energía arrolladora en el escenario. La actuación fue “in crecendo” y comenzó ella sola al piano, junto a Davide Zaccaria, al chelo, interpretando temas muy suaves y melódicos. Preciosos como todas sus canciones. Aunque no tengas ni idea de portugués, entiendes las canciones porque, solo con las melodías e interpretaciones, te transmiten el significado. A continuación, hubo un nexo con una canción tribal, ancestral, como algunas de las nuevas incorporaciones al nuevo disco de Pontes. Son temas en los que el ritmo tiene un papel fundamental, pero no solo el ritmo tocado con los instrumentos que acompañan a la cantante, sino los ritmos creados por la percusión corporal de la propia artista, por los ruidos vocales y hasta por sus respiraciones.
El movimiento del cuerpo tiene una gran importancia en todas las canciones que interpretó Dulce Pontes en el concierto de Madrid. Movimientos redondeados, que acompañan el ritmo y la letra de la música. La artista no solo interpreta con su voz, también lo hace con el cuerpo. Por eso es más fácil entender los temas, aunque no hables su idioma. Una de las canciones ancestrales-tribales que más me impactaron en este sentido, fue “Ondeia” (agua). Los movimientos de Dulce en este tema tan precioso y la música nos hablan del mar, de su vinculación con su tierra, con el Atlántico que baña su precioso país natal. De hecho, otro de sus temas más famosos y queridos, que no faltó tampoco en el concierto es “Canção Do Mar”. ¡Cómo se metió al público en el bolsillo haciendo que tarareara la melodía para cantar ella el tema a capela!
Otro de los temas que recoge su nuevo disco es “Amapola”, de Lacalle, la primera versión portuguesa de una canción tan preciosa y que no faltó en el concierto. Los guiños a la música de nuestro país también estuvieron presentes. Dulce hizo una maravillosa interpretación de “Procuro olvidarte”, de Manuel Alejandro, que versionó al piano con Sergio Fernández, de una manera bellísima, con el sentimiento que caracteriza a la artista. “Soledad” es otra de las canciones que recoge su nuevo trabajo y que tampoco faltó en el recital, una pieza escrita por Cecília Meireles y universalizada por la extraordinaria Amália Rodrigues También hubo momentos para otras canciones con mayor esencia “fadista”.
Además de los músicos que hemos mencionado ya, Dulce Pontes estuvo acompañada también a la guitarra portuguesa por Luís Guerreiro; a la guitarra española, por João Domingos y a la percusión, por José Pontes.
La cantante ofreció el concierto a su público con los pies descalzos. Me pareció un simbolismo muy acertado dado su amor por la tierra, por la música ancestral y la importancia de la naturaleza en sus canciones. El contacto del cuerpo con la tierra, sin ornamentos que impidan sentirla. Sentir la tierra. La tierra portuguesa.
El concierto estuvo enmarcado dentro del ciclo “Fronteras”, ofrecido por el Centro Nacional de Difusión Musical.