Vuelve Aixa de la Cruz con TODO EMPIEZA CON LA SANGRE

Una novela sobre la búsqueda del amor y sobre la fe.

Todo empieza con la sangre, de Aixa de la Cruz es, después de Las herederas, uno de los mejores libros del año según Babelia, vuelve la Premio Euskadi de Literatura con esta historia sobre la búsqueda del amor y sobre la fe.

Desde que era una niña, Violeta ha sentido un vacío inexplicable que ha intentado llenar con el amor de los demás. Primero fue Paul, su mejor amigo de la adolescencia que acabó siendo su pareja durante la veintena y con el que tuvo una relación apasionada pero también dolorosa, como les sucede a veces a las personas que descubren juntas lo que significa querer a alguien. La relación con Paul es tan profunda que les basta una mirada para saber lo que está pensando el otro, pero la intimidad no evita que haya demasiados silencios y demasiados miedos, y las rupturas y los reencuentros se suceden a lo largo de los años.

En una de esas separaciones, Violeta conoce a Salma, una artista plástica con una presencia imponente de la que se enamora enseguida. La relación con Salma parece todo lo contrario a la que tuvo con Paul: ella ofrece seguridad, rutina y estabilidad, hay salidas a cenar con otras parejas y maratones de series en el sofá. La vida de Violeta comienza a girar alrededor de Salma, que es la que toma las decisiones en la relación y la que decide sus límites. Violeta siente que por fin puede descansar del desgaste emocional que ha supuesto la relación tormentosa con Paul, que finalmente ha encontrado a alguien que cuida de ella y en la que puede confiar. Pero eso tampoco dura mucho. Al lado de Salma, Violeta se siente insegura e insignificante, no es capaz de decir lo que quiere de la relación ni lo que espera de su pareja, y esa inseguridad la lleva a distanciarse poco a poco de Salma hasta que esta la echa de su casa movida por los celos.

El tercer amor de Violeta serán sus amigas Chiara y Bea, con las que convive después de la ruptura. Con ellas descubre un tipo de intimidad distinta, una forma de complicidad que no ata ni duele y que le permite sentirse ella misma por primera vez. Lo que iba a ser una visita de unas semanas se acaba convirtiendo en una convivencia de varios años que para Violeta supone un tiempo de descubrimiento: la vida en una casa aislada en medio de la naturaleza, las tareas físicas que exige el campo, el amor bajo otra forma que no es la de la pareja, el sexo despreocupado con una amante que es ante todo una amiga, el encuentro con la espiritualidad. Ninguno de esos amores, sin embargo, llena el vacío que Violeta continúa sintiendo.

Cuando cree haber encontrado por fin una relación que la mantiene a salvo, aparece de nuevo la incomodidad que la lleva acompañando toda la vida y que la empuja a seguir buscando. Puede que la respuesta esté en la fe, en la entrega a una presencia tan grande que no es posible esconderse de ella, en la vida en una comunidad monástica conformada por mujeres. O puede que se encuentre en Paul, su primer amor y del que nunca ha llegado a separarse del todo a pesar de las rupturas. O quizá es necesario hacerlo todo diferente, arriesgarse a vivir de otra forma.

La crítica ha dicho

"Una inteligencia que intimida". Alex Vicente, El País.

"Una gran narradora que además es una gran pensadora". Javier Rodríguez Marcos, El País.

"De la Cruz es punzante en sus argumentos, lúcida a la hora de analizar las estructuras sociales y frustrantemente realista". Laura García Higueras, elDiario.