Hace días que es noticia el apadrinar a un pingüino tras las campaña que ha puesto en marcha el Ejército de Tierra desplegado en la Antártida con el fin de salvaguardar los ejemplares que allí viven. El apadrinamiento consiste básicamente en poner nombre a un pingüino y comprometerte a ser más respetos con el medioambiente en nuestro día a día. Como mensaje para los niños, me parece de los mejores. Y como mensaje para los adultos, a los que nos suele costar mucho más implicarnos en estas cosas, me parece aún más chulo.
Es una forma de tocar ese compromiso, de «personalizarlo» o «pingüinizarlo» como queráis llamarlo. Ahora toca reciclar y respetar nuestro entorno cercano porque nos hemos comprometido con nuestro pingüino.
Nosotros aún no hemos apadrinado al pingüino porque en casa nos hemos impuesto la tarea antes: queremos probarnos que somos capaces de reciclar, de tener en mente esos pequeños gestos antes de hacerlo. No queremos defraudar a Aida, como queremos que se llame nuestro pingüino. Así que ya hemos empezado a seguir la misión en La Antártida y a esforzarnos para lograr tender la mano a nuestra ahijada y a nosotros mismos porque cuidar del planeta es un favor que hacemos a las futuras generaciones. ¿Quién quiere defraudar a sus nietos?
Así que nos hemos lanzado a organizar una lista de prioridades y de gestos a tener en cuentra en el día a día. Personalmente he echado mano de muchos consejos que daban hace tiempo en una exposición sobre reciclaje en casa, Hogar, verde hogar, que acogía el CENEAM. Rescato algunos de aquellos y os cuento otros que se nos han ido ocurriendo. Estas 20 ideas están presentes, como os digo, en nuestro día a día:
Hay otras muchas cosas que se pueden hacer, a nivel personal o familiar. Estas las tenemos pendientes, pero no diré que no se han debatido:
A los niños les hace mucha gracia por ejemplo, aquello que se ha dicho toda la vida de aprovechar la ducha para hacer pipí para no tener que tirar de la cadena. Aunque los adultos tengamos reparos, tiene todo el sentido. O no tirar de la cadena cada vez. Tirar un trozo de papel con el que se han sonado la nariz no justifica una descarga de no sé cuántos litros de agua, ¿no os parece? Otras cosas sí lo justifican, ¡no seamos extremistas!
Para los más atrevidos, abandonar los pañales de usar y tirar por los de tela es una maravillosa opción. Yo lo intenté pero no logré ponerlo en marcha. No tenía suficientes de tela que me habían regalado y la inversión sin saber si me adaptaba me echó mucho para atrás… Con los que tenía y lo mucho que se movía el peque, no lograba ajustarlo bien así que se sucedieron una serie de accidentes que no recomiendo… Lo achaco a mi torpeza… De momento ya he regalado esos pañales a una familia con ganas de intentarlo. Lo que sí puedo decir es que en unos días en los que el niño tuvo súper irritado el culete, usamos los de tela y la irritación se iba cada vez que pasaba dos horas con el de algodón y volvía con los desechables.
En la misma línea, para las mamás está pasarse de los tampones o compresas a la copa menstrual. Tengo muchas amigas que la aconsejan. ¡Habrá que probar! Yo me he hecho con una MeLuna. Aida puede estar orgullosa de mí porque esto sí es un cambio de mentalidad… ¡Ya os contaré!
Para los papás: dejarse barba en lugar de pasarse la maquinilla eléctrica cada día si es vuestro método, también es una alternativa. Cambio de imagen y una manita al medio ambiente… ¡no suena mal! También hemos logrado que el papi de la casa se pase a la moda de la barba.
Resumiendo, que con tantos pequeños gestos se pueden hacer muchas cosas y quién sabe si no cambiaría el mundo si todos nos pusiéramos en marcha de ahora en adelante…
Y vosotros, ¿de qué manera ponéis vuestro granito de arena para ayudar al medioambiente?